El Niñero 2

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PETER:

Tocaba otro día en el maldito colegio. Amaba el deporte, pero no amaba a los niños. Los pendejos me ponían demasiado nervioso. Pero, desgraciadamente no había podido encontrar trabajo de otra cosa, así que me tocaba aguantar a niños todos los días, mañana y tarde. Algunos eran mayores, y eran un poco más pasables. Pero otros eran demasiado pequeños y a estos sí que no lo soportaba. Se pasaban todo el día llorando y quejándose por absolutamente todo, por no hablar de que se buchoneaban de lo que hacían mal sus compañeros. ¡Eran tremendamente inaguantables!

Y lo peor... Eran sus madres. Muchas me pedían una entrevista para ver cómo daba la clase, ya que sus hijos llegan muy cansados a casa cuando había clase de deporte en el colegio. ¿Acaso las tenía yo que explicar a las madres como daba yo mis propias clases? Pues sí, Y desgraciadamente, algunas inaguantables (al igual que sus hijos) también se quejaban, y hablaban con otras madres de lo malo que el profesor de deporte.

Malditas sean las madres... Ellas no entendían que yo me tenía que ganar la vida como profesor de gimnasia en un asqueroso colegio, porque no me habían admitido para trabajar en otro sitio.

¿Yo qué culpa tenía de que las mejores empresas y los mejores equipos de fútbol fueran tan exigentes? Pues, ninguna culpa a decir verdad.

Y aquel día, ya había llegado la jornada de por la tarde. En dos horas volvería casa. Justo me fui al campo de rugby que había en el colegio, en el que ya me estaban esperando mis alumnos. Este año, creo que para joder me habían metido en la clase, a un alumno de cinco años, llamado Santino. Era horrible jugando, y aunque me daba pena retarlo, tenía que hacerlo. Si no nunca aprendería a jugar al rugby. Normal, a un alumno de jardín le faltaba mucho para aprender a jugar a un deporte tan peligroso y tan difícil cómo lo era el rugby.

- ¡Buenas tardes chicos! - saludé a mis alumnos.

- ¡Buenas tardes Peter!

- Bien, ¿cómo están hoy? ¿Preparados para una clase magistral? - les pregunté sonriendo.

- ¡¡Sí!! - respondieron todos a la vez felices.

- Bueno entonces comencemos - todos comenzaron a alinearse para jugar, excepto el más pequeño, Santino.

Ay Dios... ¿Ven por qué odiaba todo esto?

- ¿Qué te pasa pequeño? - le pregunté lo más dulce que pude mientras me acercaba a él.

- Que soy chiquito y me da miedo jugar con los más grandes, tengo miedo a que me golpeen.

Ay Dios mío, la madre de este nene era tarada. Pero tarada de verdad. Si al nene no le gusta jugar al rugby, ¿para qué le apunta a clases de rugby? ¿Ustedes entienden?

- ¿Y entonces por qué tu mamá te apunta a estas clases? Podría apuntarte a pintura, ahí sí que no te pueden lastimar, a no ser que te claven uno de los pinceles para pintar en el ojo - le pregunté esta vez sin tener ningún tipo de delicadeza. Ajám, tenía muy poca paciencia. Y sobretodo con los nenes. Me daba igual la edad. Aunque eso sí, prefería a los nenes mayores.

- Me gusta el rugby.

Sí, definitivamente el nene había salido a la mamá. Mamá tarada, nene tarado. ¿El viejo también sería tarado? Tenía esa duda.

- La preguntaré a tu mamá el porqué entonces - mmm, sí para resolver la duda de: ¡¿Por qué era tan tarada?!

La clase transcurrió con bastante tranquilidad. Pero Santino fue una desgracia. Andante. Una pequeña desgracia con patas. Sí, daba pena decir eso de un nene de 5 años pero era la verdad. Cada vez que la pelota se acercaba a él, salía corriendo despavorido para otro lado.

Y lo peor era que mañana habría un partido de rugby contra otro equipo de otro colegio distinto.

Era un partido que no valía para nada, pero en caso de que Santino saliera a jugar, perdíamos seguro.

Así que cuando las madres llegaron para recoger a sus nenes, seguí a Santino con la mirada hasta que este se reunió con su mamá, una chica petisa, morocha, y joven, con el pelo de longitud media y liso. Mmm, era linda... Muy linda. Pero claro está, mis sospechas eran que era muy tarada.

Así que me acerqué hacia el lado derecho, que era el lugar en el que se encontraban.

- Hola - les saludé amablemente.

- Hola Peter - dijo Santino de forma tierna.

- Hola - dijo la linda mami.

- ¿Sos la mamá de Santi?

- Sí soy yo, ¿le pasó algo durante la clase?

- Me comentó que le da miedo que le golpeen jugando, entonces, señora, ¿por qué no le apunta a clases de otra cosa?

Ella frunció el ceño:

- Porque a mi hijo le gusta el rugby, y pago Las clases religiosamente. Además, es nuestra decisión, no la suya. Si él quiere venir a clases de rugby, va a seguir viniendo.

- No, si no importa. Pero es que el resto de los nenes del equipo son más grandes, y es normal que él tenga miedo de que puedan lastimarlo.

- Da igual, él va a seguir jugando y acudiendo a sus clases. Así se acostumbra, y crecerá, todos los niños crecen.

- Por supuesto.

- Entonces, hasta mañana.

- Mañana, habrá partido, por si quiere venir a verlo.

- ¡Qué bueno! Espero que lo saque a jugar.

- Bueno, eso ya se verá.

- Ya verá usted lo que le pasa en caso de que no le saque a jugar - me amenazó. Después sonrió sarcástica y se fue con Santino en brazos.

¿Ahora qué iba a hacer?

EL NIÑERO - LaliterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora