El Niñero 39

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LALI:

La jueza continuó: 

- Algo muy bonito dedicado a un hijo, señor Lanzani. Pequeño, llega tu turno, algo que decir. Si querés... No hace falta que digas nada si no querés.

Santi tragó saliva:

- No quiero irme más con Benjamín, me quiero quedar con mi mamá y con Peter, que es mi papá.

- Perfecto - dijo la Jueza sonriendo -. Gracias por contribuir pequeño.

La Jueza juntó sus papeles y les colocó con un pequeño golpe en la mesa: 

- Bien, creo que esto está claro. Benjamín está celoso de Peter, y está luchando para que su hijo se quede con él, pero, hay varias cosas de por medio. La primera cómo es que un niño no se le puede educar maltratándole, tal y como usted ha hecho con su hijo Santino, y es más, no se le puede poner la mano encima por una estupidez. Segundo, según la señorita Lali, usted solo se encargaba de Santino cuando bien le daba la gana, y el trabajo de un padre debe ser diario, no cuando uno quiere. Así que le condeno a tres años de prisión, y le sacó la tenencia de Santino. Podrá verlo, a partir de su salida de prisión, es decir, hasta dentro de tres años, una vez al mes y acompañado de su madre y de la asistenta social, la señorita Delfina. Se levanta la sesión, que tengan buen día.

Abracé a Peter, y rápidamente, Santino vino también a abrazarnos. Por fin éramos una familia, por fin éramos una familia, y ahora, nadie iba a separarnos.

Las cosas transcurrieron tranquilas hasta el día en el que Tomás nació:

Dejamos a Santino con Eugenia y llegué al hospital con unos dolores muy fuertes y me internaron enseguida en la sala de partos. Dos enfermeras, una rubia y una morena, fueron las que amablemente se ocuparon del nacimiento de mi hijo pequeño.

- Enfermera Herrera, vaya a llamar al doctor González, si es tan amable - le dijo la enfermera rubia a la enfermera con el pelo de color castaño.

Eran las cuatro de la tarde. El doctor llegó después de un cuarto de hora. El bebé venía de nalgas, o eso me habíaan dicho. El parto de Santino no había sido muy complicado, tal vez Dios me había visto joven y no me había hecho sufrir mucho, pero el nacimiento de Tomás iba a ser complicado, mejor dicho, complicadísimo.

- Tenés que esforzarte por no empujar al principio - me dijo la enfermera -. Respira hondo y trata de relajarte, pero no empujes.

Las enfermeras y el doctor se pusieron las batas blancas, las mascarillas y volvieron a lavarse las manos.

Me pidieron que me acostara de espaldas, con las nalgas apoyadas en el extremo de la cama. Las dos enfermeras me sujetaron las piernas, una a cada lado.

- El cordón esta prolapsado - dijo una nueva enfermera - Esta púrpura... Ocurre bastante a menudo en los partos de natas, mientras lata con normalidad, no hay de lo que preocuparse. Se lo aseguro, señor Lanzani, no se preocupe por nada, su novia está bien.

- Eso espero - le escuché decir a Peter.

- Está colocado en posición sacra anterior izquierda, lo que significa que la nalga izquierda saldrá primero por debajo del pubis. Ahora no empujes, Lali - me ordenó -: Quiero que el bebé salga despacho. Cuanto más despacio, mejor. Vendrá con las piernas flexionadas. Lo que haré será rotar su cuerpo para asegurarme de que nace en la mejor postura posible.

Finalmente, las piernas de Tomi se deslizaron fuera de mí, pero la enfermera experimentada dijo:

- El bebé sigue unido a la placenta, y la sangre oxigenada le llega a través del cordón. Aunque el cuerpo ya esté medio fuera, hasta que salga la cabeza, o en cualquier caso, la nariz y la boca puedan respirar libremente, su supervivencia dependerá de la placenta y el cordón.

Entonces tuve otra contracción y con ella, el cuerpo entero del bebé se deslizó hacia fuera, justo hasta los hombros. Las enfermeras comenzaron a preparar las toallas para que tomás no se enfriara y para que las enfermeras pudieran sujetarlo mejor.

Lo que más me asustó, es que el pequeño estuvo colgando como unos tres minutos con la cabeza aún dentro de mí. Me asusté mucho, al igual que Peter. Me dolía más el estado en el que pudiera encontrarse mi hijo que el dolor de las contracciones. Quería que todo saliera perfecto, que el bebé naciera con salud. Estaba realmente nerviosa, muy nerviosa. Y más aún lo estaba Peter, que era el nacimiento de su primer hijo y estaba siendo muy complicado.

- Siento decirles que hay riesgo de asfixia. Pero vamos a hacer todo lo posible, de verdad - nos dijo la dulce enfermera castaña.

- Si sabían que era un parto complicado, debería haber nacido por cesárea - dijo Peter -. ¡Hagan algo ya joder, no hagan que mi hijo se muera ahí dentro! - chilló.

Y lo hacemos, hacemos todo lo posible, señor Lanzani.

Y justo en ese momento, tuve otra contracción. El doctor ejerció una fuerte presión sobre mi abdomen. La enfermera colocó la mano derecha sobre los hombros de mi bebé e introdujo los dedos de la mano izquierda en la vagina. Los movió de forma suave.

- Estoy tratando de introducir el dedo índice en la boca del bebé, con el fin de asegurar la flexión de la cabeza, pues de ese modo la nariz y la boca serían las primeras partes de la cabeza que entrar en contacto con el aire. El objetivo es buscar un punto de apoyo para tirar el del bebé hacia a abajo. Iremos con cuidado y no le haremos ningún daño. 

Yo estaba aterrada y rezaba dios para que nunca me tocara de nuevo un parto de nalgas. 

Y por fin, después de un montón de maniobras y tanta angustia y dolor, la cabeza de Tomás salió para ver el mundo exterior. Escuché su débil voz y suspiré tranquila. Miré a Peter:

- Ya somos cuatro - dije débil.

- Lo sé, ya somos cuatro en la familia.

- El bebé está fuera de peligro - anunció para mayor tranquilidad el doctor -. Es un varoncito muy sano.

- Mi Tomás - dije.

- Nuestro Tomás.

EL NIÑERO - LaliterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora