Capítulo 13

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Cuando llegamos a la casa era más de medio día; los padres de Raúl no estaban e incluso él mismo se había desaparecido. Solo estábamos José Luis y yo.

–¿Por qué no vas a cambiarte ese uniforme?

–¿No te gusta? –pregunté desconcertada.

–Si, pero, no eres mi empleada y es algo incomodo verte con ese uniforme, así que ¿por qué no vas mejor por ese vestido blanco que me encanta que uses?

–Está bien –caminé por el pasillo y entre a la recámara en dónde había dejado mi ropa. Me cambié y salí de nueva cuenta a la sala, en dónde me senté en el sofá un buen rato mientras entretenida veía las manecillas del reloj avanzar.

–Por fin en casa –se quejó Raúl dejando las llaves en la barra de la cocina; se había desaparecido durante toda la tarde.

–¿Y Brenda? –preguntó José Luis desde la cocina.

–La lleve a casa de su madre

–¡Vaya! –dije molesta –no sabía que aparte de ser su novio también eres su chófer –le recrimine.

–Ya, ya, no se vayan a pelear –intervino José Luis saliendo de la cocina con tres botellas medianas de cristal en las manos.

–Toma –Le ofreció a su hermano.

–Ten –me dijo a mi; tome la botella, estaba fría.

–¿Qué es esto? –lo miré.

–Una cerveza –me dijo mientras se sentaba a un lado mio.

–¿Y sabe bien?

–Algo, digo, no me quejo, pero tampoco es la gran cosa –respondió Raúl mientras tomaba un sorbo.

–No te lo acabes todo de una ¿okey?

–Okey –respondí arrogante mientras le di un sorbo a la botella.

Sentí como el líquido frío recorrió toda mi garganta y a su paso sentía que me quemaba por dentro; su sabor no era muy agradable, más bien era un tanto amargo, aunque su aroma me recordaba a un panqué

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Sentí como el líquido frío recorrió toda mi garganta y a su paso sentía que me quemaba por dentro; su sabor no era muy agradable, más bien era un tanto amargo, aunque su aroma me recordaba a un panqué.

–¿Y bien? –me preguntaron al unísono los hermanos mientras me miraban con atención.

–No está tan mal –sonreí con inocencia –hagamos un brindis

–¿Brindar? ¿Por qué o qué?

–Porque por fin, desde que te conozco –voltee a mirar a Raúl –no te veo al lado de la señorita Brenda, por fin está lejos de ti –levanté la botella –salud

–Salud –dijeron los dos y chocamos las botellas.

Después de un buen rato Raúl nos informó a su hermano y a mi que iría a su habitación a dormir, por lo cual yo también decidí cortar la fiesta y seguí a mi prometido a su recámara.

–Ya sabes que no me gusta que me sigas a todas partes –se sentó en la cama y se quito la playera.

–Hoy ni está tu novia, así que hoy me voy a quedar aquí, te guste o no –me senté en el piso.

–Como quieras, estoy cansado y voy a dormir

Él se quito el cinturón, lo arrojó al suelo y después se tumbó sobre el colchón; no tardo en quedarse dormido, pero yo no me moví de donde estaba, era un poco aburrido ser ángel durante las noches, cuando sólo veías a tu protegido dormir. Aunque no me quejo, por lo menos él podía verme y esto no era tan "plano" como el trabajo de los demás ángeles, a quienes sus protegidos no pueden verlos.

–Ah –se quejó mientras frotaba sus ojos, al parecer le molestaba la luz del Sol –sigues aquí.

–Te dije que no me iba a ir –me levanté del suelo.

–La cruda me mata –tomó su cabeza entre sus manos –¿a ti no?

–No, recuerda que soy ángel y no nos pasa lo mismo que a ustedes

–Dichosa tú

–¿Vas a ver a tu novia hoy?

–No lo sé, no me ha llamado y si sigue con su berrinche de ayer prefiero mejor salir a buscar mi traje o yo que sé

–¿Vas a ir a trabajar?

–Pedí esta semana para descansar

–¿Y cómo vas a pagar la boda? No me estabas reclamando que necesitabas dinero para el evento y no sé qué tanto

–Era solo un berrinche mío –suspire.

–Tal para cual–dije en un susurro.

–¿Qué?

–Que mejor te metas a bañar, mientras yo voy a ver si tu hermano ya hizo el desayuno o va a ser necesario pedir algo a domicilio, porque yo no sé cocinar ¿okey?

–Okey –se levantó y lo vi desaparecer tras la puerta.

Salí de la habitación y caminé hasta la recámara que me había asignado Raúl, para portar de nueva cuenta el uniforme, un día más con esa prenda rosada.

Al abrir la puerta me topé con José Luis, quién me sorprendió bastante y me dio un gran susto.

–¿Café? –me ofreció una taza blanca con un líquido oscuro dentro.

–¿Sabe bien?

–Esta endulzado con canela, pero ten cuidado, está un poco caliente

–Gracias –me hice a un lado –pasa –él entró a la habitación y cerré la puerta a mis espaldas.

Coloqué la taza sobre un pequeño mueble de madera, barnizado de color blanco. Con mía dedos fui peinando mi cabello y me hice una coleta alta, la cual sujete con una liga que Brenda había dejado olvidada en el baño de su novio.

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