Capítulo 10

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Me llevó al habitación del fondo, la última del pasillo, la que estaba en medio de la oscuridad. Él me dejó entrar primero a la habitación y finalmente cuando entró cerró la puerta tras él.

De manera lenta caminé hasta la cama y me senté, sentía miedo, y no por él hecho de estar con él a solas, si no por el hecho de pensar en sus ojos ¿y si planeaba algo en contra mío?

-¿Cuánto falta para el amanecer? -intenté hacerle la platica mientras me recostaba en la gran cama king size.

-Un par de horas, suficientes para -me tomó de los tobillos y me arrastró hasta el otro extremo la cama, dejando mis piernas a sus costados -enseñarte algo -se inclinó hacia mí y rozó mis labios con la yema de sus dedos -muy placentero que hacen los mortales.

Lo tomé de los hombros y me apresure a sentarme. Sabía a que se refería, supongo que era lo que hacía mi protegido con su novia cuando me encerraba en el baño.

-Esta noche vas a aprender que se siente estar con un verdadero hombre, alguien que si está dispuesto a romper las reglas -eso me hizo pensar en Miguel. Y digo, eso como de estar con un hombre pues ni tanto, a penas si había dado unos cuantos besos por ahí.

Ignore esos pensamientos de mi cabeza y me concentré en el aquí y ahora, me levanté y me apresure a besar sus labios nuevamente, los cuales evadieron los míos y se dirigieron a mi cuello.

-A mi también me gusta romper las reglas -lo aparte de mi cuello y tomé su rostro entre mis manos para besarlo

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-A mi también me gusta romper las reglas -lo aparte de mi cuello y tomé su rostro entre mis manos para besarlo.

Sus brazos se aferraron sobre mi cintura y no permitían que nuestros cuerpos se separaran, hasta que él se aparto de mi y comenzó a deshacerse de su camisa perfectamente blanca; conforme separaba los botones dejaba ver un poco más de su abdomen, un tanto bronceado y perfectamente marcado, realmente los demonios eran tan perfectos como los ángeles, inclusive más. Lo ayudé a quitarse la prenda y me percate de las cicatrices que tenía en la espalda, sabía claramente que eran de alas, pero no dije nada al respecto, por el hecho de que yo también tenía las mismas cicatrices.

Él terminó por sacarse la camiseta y pronto los jeans que portaba; al instante él ya se había deshecho de mi vestido blanco y al parecer también se dio cuenta de mis cicatrices, pero tampoco dijo nada, cosa que me quito un gran peso de encima.

Aunque los dos no éramos tan indiferentes del todo con respecto a las cicatrices, ya que me tomó entre sus brazos, se sentó a la orilla de la cama y yo sobre él, con mis piernas a sus costados, flexionadas para buscar un apoyo en el cama; lo abracé mientras recargaba mi cabeza en su hombro y con mis dedos acaricie el borde de su cicatriz, él hizo lo mismo, deslizó sus dedos por toda mi columna vertebral hasta tocar mis cicatrices, pero con bastante delicadeza, parecía no querer lastimarme, ya que mis heridas estaban un poco más frescas y eran un poco más recientes que las suyas; si, jamás pensé que uno de los alados pudiera ser tan frágil; lo abracé por el cuello y volví a besarlo, me detuve cuando sentí que nuestros cuerpos se unían.

-Duele un poco -me quejé mientras hacía una mueca.

-Lo sé pequeña -me dio un beso en la mejilla -pero recuerda que dolía mucho más cuando comenzaron a crecer las alas.

Y si, cuando nuestras alas comenzaban a salir dolían mucho, bastante diría yo, sentía como mi espalda quemaba y en ese momento maldecía el hecho de tener una vida eterna. Aunque debo aceptar que este dolor que él me provocaba hasta cierto punto se sentía bonito.

Justo antes del amanecer los dos ya estábamos recostados sobre la cama, que seguía tendida, nuestra ropa estaba tirada sobre el suelo y él tenía su cabeza puesta sobre mi pecho, y con una de sus manos hacía figuritas sobre la piel de mi abdomen.

-Todos los demonios necesitamos a un ángel que nos haga buenos, aunque sea por unos instantes -me dio un beso en el cuello.

-Pues tú me enseñaste un pedacito de tu infierno -él me interrumpió.

-Y tú me diste un poco de tu paraíso -esta vez me besó el abdomen bajo. Reí un poco mientras que con mis manos acaricié su cabello.

-Desde ¿cuándo te crecieron las alas?

-Hace diecisiete inviernos ¿y a ti?

-Hace treinta -suspiré mientras lo vi separarse de mí y sentarse a la orilla de la cama -eres muy joven para mí

-Somos eternos ¿realmente te vas a poner cursi por la edad como los mortales?

-Te llevo trece años -me dijo mientras lo abrazaba por la espalda.

-Recuerda que no sé qué es el tiempo, es relativo en nuestros mundos -besé el lóbulo de su oreja izquierda mientras solté una sonrisa traviesa.

-Yoseline -se quejó.

-¡Vamos! no es cómo que te ame, solo tuvimos una noche y sí, no niego que eres guapo, pero tú y yo deberíamos ser enemigos -reí un poco y también con nervios, ya que casi le digo que yo estaba enamorada de un ángel, de Miguel.

-Bien, deberíamos tomar un baño, antes de que mi familia se despierte

-¿Un baño? -lo miré confundida.

-Ven, acompáñame -me tomó de la muñeca y entramos a una de las puertas.

Él me ayudó y me enseñó a "ducharme" como le hacen los mortales, no me era muy agradable sentir el agua en forma de lluvia artificial sobre mi piel.

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