Capítulo 38

40 4 7
                                    

José Luis y yo estábamos en medio de la oscuridad de la noche, acostados sobre la cama, teníamos el televisor encendido a un volumen moderado y mi compañero parecía estar bastante entretenido mirando los infomerciales, cosa contraria a mi, me estaban aburriendo; una de sus manos estaba sobre una de mis piernas, como si de esta manera supiera de mi existencia y se asegurara que seguía a su lado y no me movería sin que se diera cuenta.

Aparté su mano de mi cuerpo y me levanté de la cama, caminé hasta la ventana y miré por ésta el cielo estrellado; bajé la vista y miré el patio vacío, al menos eso me aseguraba que Raúl había decidió irse a dormir y dejar de pensar cosas que solo lo trastornaban y preocupaban a lo imbécil.

–Usaré tu baño – caminé por la habitación de extremo a extremo —no tardo —él no respondió, pero pareció haberme escuchado y me miró por un segundo para después devolver la vista al televisor.

Entré a la puerta que me llevaba el baño, cerré ésta cuando entré y me miré al espejo fijamente, el reflejo de mis alas era muy tenue y eso me aliviababa bastante ya que no me tenía que preocuparme tanto porque alguien me descubriera ahora que ya mis alas ni siquiera se podían distinguir, solo parecía que había algo detrás de mí, pero algo deforme.

Mientras más miraba el espejo más me daba cuenta que tenía un problema sentimental muy grave, tres hombres, Raúl, Miguel y José Luis, Miguel besaba bastante bien, Raúl también y aquella noche que estuvimos juntos vaya que me hizo sudar, aunque José Luis, también había tenido encuentros con él y siempre eran diferentes y muy exitantes. Miguel me había rechazado y después volvió arrepentido, Raúl es mi protegido y sé que con él tendría fuertes problemas y José Luis ¿que podía decir de él?. Me centré tanto en mis pensamientos que no me di cuenta en que momento José Luis había abierto la puerta del baño, lo vi por el espejo observándome desde el marco de la puerta.

-Te estabas tardando mucho y vine a ver qué hacías pequeña traviesa -me sonrió.

-Pensando un poco

-¿En quién? ¿En mí?

-Sí, un poco -bajé la mirada.

-¿En lo guapo que soy? -se acercó a mí y me abrazo por la espalda.

-No precisamente -reí un poco. Él levantó mi vestido y jugó con el borde de mi ropa interior.

-¿Te puedo ayudar a que si pienses en mí? -me tomó con firmeza por la cintura con uno de sus brazos.

-Es que ya pienso en ti siempre -evadí su mirada por el espejo -solo -hice una pausa -no hay que perder la costumbre -creo que estaba diciendo las cosas que pensaba.

-¿Costumbre? -acarició mi abdomen.

-Perdón, no quise decir eso -debía callarme de una vez antes de que él se diera cuenta que siempre que sentía culpa y remordimiento iba con él a ser suya para así no sentirme tan mal o terminar de sentirme peor.

Él me soltó de la cintura y sentí sus brazos sobre mis hombros, cerca de mi cuello, empezó a deslizar sus manos por mis brazos, conforme los segundos pasaban comenzaba a bajar cada vez más hasta que me tomó por la cintura.

-Tienes unas piernas hermosas -me dijo mirándolas por el espejo con esos ojos negros brillantes.

-Claro que no -respondí con voz baja.

-Me gustas mucho -besó mi mentón y continuo su camino de besos por mi cuello.

Mordí mi labio inferior y en ese momento me dí cuenta que efectivamente íbamos a terminar juntos como siempre que besaba a su hermano, él era mi escape a todo, mi subconsciente siempre volvía a él lo quisiera o no.

-José Luis -dije su nombre seguido de un suspiro.

-Amo cuando te ves así -me confesó.

-¿Así cómo? -pregunté sin entender.

-Tan vulnerable y débil ante mis encantos -me tomó entre sus brazos y me sacó del cuarto de baño.

-Tú me haces así y aunque no quiera aceptarlo me da miedo -acepté con inocencia.

-¿Por qué?

-Siento que en cualquier momento me puedes destruir

-Nunca lo haría

Me recostó sobre la cama y se posicionó sobre mí. Comencé a besarlo con desesperación y cuando intenté quitarle la camisa él me detuvo.

-Hoy será diferente -me tomó de las muñecas y llevó mis brazos a los costados de mi cabeza.

Sus besos invadieron mi piel, de mis labios se escabullía a mi mentón, pasaba por mi cuello y terminaba muy cerca de mi clavícula.

Mi compañero se separó de mí y subió mi vestido dejando parte de mi abdomen descubierto. Se abrió el pantalón y lo bajo junto con sus bóxers.

Coloqué mis brazos al rededor de su cuello y comencé a acariciar su nunca mientras lo besaba; separé mis piernas para que él pudiera acomodarse entre éstas, cuando lo hizo flexione mis rodillas a sus costados.

Debo confesar que me estaba enamorando.

Fantasmas Del Pasado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora