Capítulo 8.2

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Unos segundos después, salió de allí y se encontró con las miradas de todos puestas en él.

—¿Qué pasa?

—¿Qué habéis estado haciendo los dos solos en ese cuarto a oscuras para que Miyu haya salido corriendo casi llorando? —insinuó Kazuma.

—¿Qué?

Fue lo único que salió de su boca, estupefacto. Alexia incluso le miraba con el ceño fruncido.

—Es...esperad. ¿No estaréis pensando cosas raras?

—Dicho como lo ha explicado Kazuma, no sé qué es lo que quieres que pensemos —dijo Misao.

—¡Así se hace, Kai! —exclamó Asaba pasándole un brazo por el cuello.

—¡Tú, salido mental! Ni te me acerques.

—No me esperaba esto de ti, hermano.

—¡Que no he hecho nada! ¿Por qué no me creéis?

—Kano ha tenido que subir a consolarla —comentó Riku con una mirada asesina.

—¡Alexia! Tú sí me crees, ¿verdad?

Ella permanecía medio tumbada en el sofá, repasando la partitura de la canción que habían tocado con anterioridad, y levantó la mirada con cara crítica. Sin embargo, su enfrentamiento de miradas cesó cuando ella se la apartó con un gesto displicente.

—¿Qué?

Alexia volvió a mirarle de reojo y no pudo evitar soltar una carcajada, aunque se tapó con los papeles en vano, desternillándose sobre el sofá mientras todos la miraban.

—Perdona, pero es que tu cara es apoteósica. ¡Jajajaja!

—¡Alex! —exclamó indignada Sayo.

—Lo siento —dijo mientras intentaba controlar su risa y se limpiaba las lágrimas—, ¡pero es que esa cara que ha puesto no tiene precio!

—¿Qué es lo que ha pasado ahí dentro? —preguntó finalmente Aoshi, olvidando las demás interpretaciones.

—Hemos cortado, nada más —aclaró Kai medio aliviado por que le dejaran explicarse. 

—¿Le pides salir para luego dejarla? ¿En qué estás pensando?

—Todo fue iniciativa suya. Solo me dejé llevar.

—Tú nunca te dejas llevar. 

—Vale. Digamos que esta vez me interesaba... ¡y fin del asunto!

Salió del salón muy incómodo y se dirigió hacia la cocina para saciar la repentina sequedad que tenía en la garganta ocasionada, tal vez, por su inusual nerviosismo.

En silencio, Aoshi le siguió con la mirada y después la desvió hacia donde estaba Alexia que seguía en su posición intentando aún contener la risa. Se acercó a ella y se sentó a su lado, obligándola a recoger sus rodillas.

—Todo un espectáculo. Tú ya lo sabías, ¿verdad?

—¿Hum? —Intentó mantenerle la mirada, pero no pudo—. Sí, en realidad lo sabíamos todas, pero no me pude aguantar... Nunca lo había visto así de nervioso. No me imaginaba que pudiera. ¡Jaja!

—Yo tampoco —respondió con un ápice de seriedad y sorpresa, con el ceño fruncido.

Alexia lo miró con curiosidad. Parecía como si Aoshi quisiera decir o añadir algo más.

—De hecho, me ha sorprendido.

En ese preciso instante, Alexia ya le prestaba total atención.

—Ha sido la primera vez desde hace mucho tiempo que veo a mi hermano comportarse de una forma que no fuera tan fría y distante a como estamos acostumbrados. Y creo que, en gran medida, es debido a ti.

—¿Por qué? Yo no he hecho nada.

Aoshi cerró los ojos esbozando una sonrisa de suficiencia, pero no respondió. Alexia se le quedó mirando desconcertada, sin entender, y en ese momento se fijó en algo que no había notado con anterioridad.

Kai salió de la cocina más tranquilo y se sentó en las escaleras, apartado un poco del resto, observándoles, mientras que a la vez se sumía en sus propios pensamientos.

—No sé de qué te quejas de él cuando tú mismo eres igual —dijo Alexia totalmente convencida.

Aoshi reaccionó sorprendido y la miró fijamente. Ambos mantenían la mirada, pero por alguna razón, Alexia no pudo mantenerla como lo hacía con Kai y, para disimular su confusión, añadió apartando la mirada a un lado:

—Aunque claro, tú al ser más mayor, también eres más maduro. Pero apuesto a que a su edad eras igual.

El aludido no dijo nada y se fue de allí en silencio bajo la mirada interrogante de Alexia. No lograba comprender qué era, pero había algo en él que la hacía sentir incómoda.

—¡Alex! —Misao ocupó el sitio en el que antes estaba Aoshi—. ¿De qué habéis estado hablando, eh?

—De Kai, nada más —respondió algo confusa—. Oye, ¿qué te gusta de él?

—¿Ehh? Pues no sabría decirte... Ese pelo, esos ojos, su aire tan maduro... —Se le volvieron a poner los ojos grandes tan característicos de enamoradiza.

—Vale, vale, ya me hago una idea...

—¿Por qué lo preguntas? ¿No estarás fijándote en él, verdad?

—¿Qué? Ni se me ocurriría. Es solo que hay algo que no llego a comprender de él, nada más.

—No pretendas conocer a una persona en tan solo unos días. Sé que tienes facilidad para ello, pero a veces se necesita tiempo.

Alexia sonrió y asintió. Sabía que tenía razón. Siempre había acertado en sus impresiones. Esta vez simplemente necesitaría más tiempo, nada más.

—¿Sabes? Es el primero con el que me pasa eso. Debe ser una señal de que es el adecuado para ti.

Ambas sabían a qué se referían. Cada pretendiente que Misao había tenido antes, había pasado bajo la supervisión de Alexia. Y, aunque al final Misao hacía lo que quería, Alexia acababa por tener razón. Por eso, Misao agradecía oír que esa vez funcionaría.

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