Tras haber acabado el curso y tener que separarse tras el verano, seis amigas decidieron irse todas juntas de vacaciones. Como aún eran menores y no tenían mucho dinero ahorrado, pidieron algo de ayuda a sus padres y, al final, decidieron como destino un lugar con playa donde poder disfrutar del verano y refrescarse en el mar. Los padres de Sayo, una de estas chicas, tenían una amplia casa de veraneo a pocos metros de la mejor playa de la ciudad, así que con su permiso, solas y sin padres, decidieron vivir sus mejores vacaciones todas unidas.
El primer día, tras aterrizar el avión, cogieron su equipaje y se pusieron en marcha hacia la casa. Riku y Kano tenían mala cara por el viaje con su único deseo de llegar a tierra y descansar. Por el camino, Misao anunció que tenía hambre y Miyu compartió su apetito, así que todas se dirigieron en busca de alguna cafetería. Alexia divisó un restaurante chino y sugirió ir allí. Miyu y Riku no estaban muy convencidas, pero al final aceptaron para probar. Misao, con experiencia, pidió sin pensarlo mucho un amplio y variado menú y el resto se dejó aconsejar.
La comida surgió sin ningún inconveniente, Miyu poco a poco se abría paso a nuevos platos, Kano y Riku se aficionaron al pan; Misao y Sayo disfrutaban con su comida y Alexia probó al fin el ramen.
Cuando acabaron con sus platos y pidieron el postre, en el restaurante apareció un nuevo grupo de clientes compuesto únicamente por cuatro chicos. Miyu y Sayo se les quedaron mirando sin ocultar su interés. El resto de las chicas hacía como si no las conocieran, un tanto abochornadas, pero sin poder realmente decir que no tenían nada que ver con ellas porque estaban todas sentadas en la misma mesa.
—Y que siempre lo mismo... —murmuró Alexia en un tono desesperado.
—Ya las conoces, es inevitable —sentenció Kano.
— ¡Pues yo también tengo interés!
—¡Misao!
— Yo también —dijo con curiosidad Riku.
Al final, acabaron las seis mirando, unas más discretas que otras, a los nuevos clientes y para satisfacción de todas, resultaba que los cuatro eran más o menos de su misma edad y eran bastante atractivos. Misao se prendió inevitablemente de uno de ellos; un chico alto, de pelo negro y ojos azules. Sabía que sólo tendría una oportunidad y que debía actuar ante el flechazo que cupido acababa de lanzar, así que casi rogando pidió a alguna que la acompañase hasta la mesa donde se encontraban.
Antes de que ninguna pudiera contestar siquiera, Misao cogió a la primera que tenía a su lado y en mitad del desconcierto, la arrastró hacia la mesa vecina. Para cuando Alexia quiso darse cuenta, se encontraba ya frente a los cuatro chicos y Misao.
—Esto... perdonad —comenzó Misao para llamar su atención. Al conseguirlo y fijarse en los penetrantes ojos glaciales con los que su objetivo la miraba, se quedó sin palabras. Alexia permanecía en silencio, con los brazos cruzados, contemplando el espectáculo, resignada, y viendo los apuros de su amiga.
—¿Nos podríais dejar un momento la sal? —intervino Alexia en su socorro.
—Tomad —se la tendió un chico de ojos caoba y pelo grisáceo alborotado con una expresión seria. Alexia recogió el salero y cuando lo tuvo entre sus manos se encontró con la mirada fija de aquel chico. Sintió en su interior un estremecimiento y su boca se secó de repente sin poder pronunciar palabra alguna. Dificultosamente dijo:
—Gracias —y apartó la mirada llevándose a una conmocionada Misao de allí.
Cuando llegaron junto al resto de sus amigas, se sentaron y dejaron la sal encima de la mesa.
—Se supone que tendríais que volver con algún número de teléfono, nombres y tal, pero no con un frasco de sal —comentó Sayo divertida.
Ninguna de las dos respondió a la provocación, cosa que extrañó a las demás.
—Pero ¿qué os pasa? ¿Os han comido la lengua o qué? —dijo Kano.
Tras ese comentario todas la miraron con caras sorprendidas, en especial Miyu, que era la que siempre veía dobles sentidos en todo.
—Bastante ha sido que consiguiéramos traernos y conseguir algo suyo —comentó Alexia— y porque se me ha ocurrido eso, aunque debería haber pedido un montón de servilletas para que a Misi no se le cayera tanto la baba...
—¡Ey! —protestó la aludida sonrojada, recibiendo a cambio una mirada cargada de sarcasmo por parte de su atacante.
—¿Nos podéis explicar qué ha pasado? —preguntó Riku.
Misao y Alexia se dirigieron una mirada y con un suspiro resignado esta última comenzó a contarles lo sucedido, omitiendo su propio encontronazo con aquellos ojos caoba.
—¡Te ha dado fuerte! ¿Eh, Misao? —comentó Sayo al acabar de oír la historia.
—Es que... sus ojos... me he enamorado —sentenció poniendo una cara soñadora.
—¡Pues yo también quiero! —dijo Miyu.
—Tan desesperada como siempre, ¿no? – dijo sarcásticamente Alexia.
—Pues Miyu, ve a devolverles la sal si quieres conocerles, a ver qué tal lo haces tú —dijo Misao.
—¿Qué? No, no... id vosotras si eso.
Todas, conociendo demasiado bien a Miyu, se la quedaron mirando de forma irónica esperando ya esa respuesta.
—Pues yo sí que voy —dijo Kano de pronto— eso sí, acompañándote a ti Alex.
—¿A mí? ¿Por qué tengo que ir yo?
—Porque has sido tú la que se lo ha pedido y, visto que Misi no está en condiciones de ir... sólo quedas tú, ¿qué te cuesta?
Alexia estaba acorralada, tendría que enfrentarse de nuevo a esos ojos... No. Simplemente les devolvería lo que es suyo y se iría, evitaría cualquier enfrentamiento.
—De acuerdo, vamos.
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Vacaciones de verano
Novela JuvenilEl último curso se acaba y es hora de despedirse a lo grande de todo aquello que conoces: instituto, profesores... amigas. Por ello, seis chicas deciden hacer el viaje de sus vidas y pasar el verano juntas para crear recuerdos que poder atesorar en...