Capítulo 9.6

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Kai y Alexia llegaron nuevamente al salón, el inicio de todo el recorrido y este le ofreció beber algo. Ella aceptó y esperó sentada en el sofá. Observó con más detenimiento la sala y se fijó en lo elegantemente decorada y amueblada que estaba. Pasaba la vista de un lado a otro de la habitación, pero se detuvo en un punto que le llamó la atención. Se levantó y se acercó a un lado de la pared, donde había un jarrón por delante. Impulsada por la curiosidad, lo apartó y tocó la pared. Sonaba hueco por el otro lado. Entonces se percató de un detalle: aquello no era una pared, sino una puerta corredera que se camuflaba y ocultaba algo que había al otro lado. Aquello despertó su interés por saber y, con cuidado, intentó abrir la puerta. Lo consiguió. Allí aparecía lo que se suponía que era la continuación del salón. En su interior, había únicamente un gran piano de cola blanco.

—¿Por qué si tienen este gran ejemplar tocan en casa de Sayo?

Cautelosamente, se acercó hacia el instrumento y se sentó frente a él. Le miró de forma especial y lo rozó suavemente, apreciando su tacto. Maravillada y hechizada por él.

—No lo entiendo...

Sumida en un trance, Alexia comenzó a tocarlo, dejándose llenar por recuerdos pasados.

En ese momento, llegó Kai que, aturdido y alterado por que el piano hubiera sido descubierto, escuchaba las notas sonar. No sabía qué hacer, ni cómo reaccionar. Dejó los vasos que llevaba encima de la mesa, y se aproximó a la rendija que dejaba la puerta entreabierta. Observó a Alexia tocar, y sus propios recuerdos e imágenes le invadieron la mente. Cuando creyó que ella había acabado, hizo el amago de entrar, pero se detuvo al ver que se equivocaba. En ese instante, ella comenzó a cantar.

»¿Cuán alto tendré que volar

para perderte en la lejanía?

Si aparto la mirada,

quizás rompa a llorar.

Quiero contemplarte allá donde esté,

ya que me será imposible olvidarte.

Con la vista perdida,

sigo mirando hacia el cielo.

Es como si fuera un pequeño pájaro

encerrado en su jaula,

buscando la ventana,

flotando a la deriva.

Ansío verte en este instante,

porque te quiero. Aunque quiero huir,

porque tengo miedo

de que me hagan daño.

Escaparé de mi jaula invisible,

aunque tenga que cortarme las alas.

Eres muy importante para mí,

sin ti no soy nada.» (NOTA: Es la traducción literal de la canción «Caged Bird», de DNAngel).

La canción dejó a Kai muy impresionado, pero, en cuanto dejó de tocar, se enfrentó a Alexia.

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó casi colérico.

—¿Por qué dijisteis que no teníais forma alguna de ensayar?

—¿Quién te ha dado permiso para entrar aquí? —Ahora el sentimiento de enfado, se mezcló con ansiedad y dolor.

—Lo siento... pero no le veo nada malo —se defendió.

—No tenías ningún derecho a hacer eso, ¿por qué te crees que estaba sellado y escondido?

—¡No lo sé!

—¡Ese era el piano de mi madre! Nadie lo ha tocado desde entonces, guardando su memoria en él. Y tú... ¡lo has ensuciado!

—¡Te equivocas! De esa forma no estáis honrando a vuestra madre, ¡la estáis olvidando! Para guardar su memoria no podéis esconderlo bajo llave, impidiendo que nadie lo vea ni aprecie. Si tan importante era ese piano para vuestra madre, una parte de ella aún sigue ahí, esperando a que alguien toque en su nombre, haciéndose sentir orgullosa de ello.

—Vete.

Fue lo único que salió de su boca.

Alexia no se movió durante un segundo, mientras le observaba críticamente, pero luego se rindió y, pesarosa, le hizo caso, marchándose en silencio.

Aoshi entraba en ese preciso instante en la habitación, y se sentó en el sofá.

—Menudos anfitriones estamos hechos.

—¿A ti también te ha ido mal con Misao?

—Sí... Tocó un tema sensible y me alteré, como te acaba de pasar a ti.

—Lo has oído...

—Todo —admitió—. Bajé en cuanto oí el piano y llegué cuando ya estábais hablando.

—No debió hacer eso.

—Tal vez —reconoció Aoshi—. Pero tiene razón.

—¿Qué?

—Tener el piano escondido no cambiará nada. Mientras no lo veamos, nos olvidaremos de que está, pero, si lo usamos, nos acordaremos en cada momentos, en cada tecla, con cada sonido... Eso es lo que creo que Alexia pretendía decir.

Kai guardó silencio y se sentó junto a su hermano.

—Supongo que intentábamos protegerlo... de la manera equivocada.

—Ha sido una tarde reveladora, ¿verdad?

—Demasiados recuerdos nos rodean y no somos capaces de verlos.

—Por cierto, ¿recuerdas que tenemos una partida pendiente de ajedrez?

***

Alexia llegó a la casa un cuarto de hora después que Misao, y lo hizo muy contrariada.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué habéis venido separadas? —preguntó Riku que la encontró en la puerta.

—Ahora no, ¿vale?

De mal humor, subió las escaleras hacia su habitación y en esta se encontró a Misao sobre la cama. Con tan solo observarse entre ellas, comprendieron que sus situaciones no habían resultado ser tan diferentes.

Vacaciones de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora