Capítulo 11.4

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Cada uno regresó a sus respectivas tiendas, sin embargo, Aoshi aprovechó el camino para dejar un mensaje a Alexia mientras pasaba de largo por su tienda.

—Será esta noche.

La aludida levantó la cabeza, pero solo vio la espalda de Aoshi alejándose de allí, como si no hubiera dicho nada. Aún le estaba dando vueltas a lo que esperaba que hiciese. Finalmente entró en la tienda, donde vio a Misao tumbada y mirando al techo. Al verla así, se decidió y comenzó a idear el plan que debería poner en marcha aquella noche.

Rato después llegó Kano, rompiendo el silencio de meditación que se había creado y recibiendo la atención de Alexia y Misao al verle su cara (Tsubasa estaba con Kazuma en la tienda de los chicos comiendo).

—¡Lo conseguí!

—¿El qué?

—Asaba y yo... ¡por fin! —Estaba tan emocionada que no podía quedarse quieta.

—Lo que insinúas es que... ¿estáis saliendo? —preguntó incrédula Misao.

—¡Síí!

A ambas chicas se les abrió la boca inconscientemente, notablemente sorprendidas. Después reaccionaron un poco y la felicitaron.

—Esto demuestra que el deporte une —comentó Alexia.

—No. Ha sido mi perseverancia y el no rendirme lo que lo ha hecho posible.

Disimuladamente, Alexia miró a Misao de reojo para ver el tipo de reacción que tenía, pero no mostró ninguna.

—Voy a ver qué hace Tsubasa —dijo Alexia al cabo de un tiempo. Misao reaccionó ante el comentario.

—¿Vas a ir a esa tienda?

—Sí, ¿por qué no?

Dicho esto, salió dejando un sentimiento de duda en su amiga. En el fondo deseaba no tener que cruzarse con Kai. Hasta el momento lo había conseguido, pero sabía que en algún momento llegaría a pasar. Avanzó hacia la tienda y se detuvo ante ella, cogiendo aire. Justo cuando decidió avisar de su presencia, alguien la llamó por detrás, sorprendiéndola. Se giró para ver quién se trataba y sintió un alivio al ver que era Aoshi.

—¿De qué te sorprendes? ¿No venías a buscarme?

—Pues no. Venía a por Tsubasa —le respondió ignorando su tono—. Pero ya que estás aquí, te comentaré lo que tendrás que hacer. Apartémonos un poco.

Mientras lo hacían, unos ojos rojizos les espiaban desde el interior de la tienda sin poder oír la conversación.

—Buena chica —dijo satisfecho Aoshi al oír el plan. Le dio unos golpecitos en el hombro, de forma cariñosa—. Sabía que lo conseguirías.

—La verdad es que no sé ni por qué te hago caso. No me conviene, ¿sabes?

—Sabes que es lo correcto. Aun a pesar de lo protectora que eres, sabes que no soy mal tipo.

—¿Y tú qué sabrás? Además, ¿por qué yo?

—Pues... Me recuerdas mucho a un ser cercano que me inspira confianza. Además, aparte de Sayo, tú eres la que está más unida a Misao, ¿cierto?

—¿Un ser cercano?

Aoshi sonrió y evadió la pregunta, mientras levantaba la tela para entrar.

—¡Espera! Ya que entras... Dile a Tsubasa que salga.

Aoshi se la quedó mirando con curiosidad y asintió con la cabeza. Antes de desaparecer, añadió:

—Te compensaré por esto.

Alexia no supo interpretar sus palabras y se quedó pensando en ellas mientras esperaba la salida de la chica.

Cuando esta se marchó, en el interior quedaron solo los chicos. Asaba estaba escuchando música con cara de felicidad, Kazuma leyendo y Kai pensando para sus adentros. Desvió la mirada hacia su hermano, sin poder aguantarlo más.

—¿Qué es lo que pretendes?

—¿A qué te refieres?

—¿Por qué llevas todo el día tan raro y con tantas conversaciones secretas... con ella?

—Oh, te has dado cuenta... ¿Y qué? ¿Estás celoso?

Kai dio un paso atrás, sin responder, mirando a Aoshi fija y seriamente.

—Hermanito, no me mires así. Además, ¿tú no estabas enfadado con ella?

Siguió sin decir una palabra y decidió dar por finalizada la conversación. Aoshi observó su comportamiento mientras se le formaba una idea.

La tarde empezaba a cerrarse y los grupos de cocina para la cena se organizaron con eficacia.

—Debemos darnos prisa —dijo Sano—. Si oscurece por completo y nos pilla en mitad del bosque, nos perderemos.

—Nosotras iremos a por leña —anunció Alexia incluyendo a Misao—. Ya cocinamos por la mañana.

—Pe...pero...

—Pero nada. Camino a la pista de baloncesto encontré un sitio en el que había una gran cantidad de ramas. No tardaremos.

Misao seguía con cara de no querer ir. Alexia frunció el ceño y tiró de ella, obligándola a avanzar. No iba a permitir que su plan fracasase sin haberlo comenzado siquiera. Dirigió una breve mirada de aviso a Aoshi y partieron hacia el bosque, perdiéndose entre los árboles.

—La guía esta vez seré yo. No nos perderemos —animó Alexia a su compañera.

—¡Ey! ¡No nos perdimos! Al final llegamos, ¿no?

—Sí —respondió sarcástica—. ¡Una hora después!

Y con esta discusión, Alexia consiguió que Misao se olvidara de que no quería ir y se internaron sin darse cuenta. Sonrió satisfecha. Ahora solo faltaba un último detalle, que era el que menos le convencía. Miró a su alrededor y aminoró el paso con cautela, pasando desapercibido. Habían llegado al lugar clave.

—¡Mira! Allí hay leña —exclamó Misao, corriendo a recogerla.

Cuando se dio la vuelta para indicar a su amiga que se acercara a ayudarla, sintió un vació en el estómago. Alexia había desaparecido. A su alrededor solo había silencio y oscuridad. La leña que había recogido se le cayó al suelo y se quedó paralizada en el sitio.

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