Capítulo 12.4

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En el campamento hacía ya rato que habían dejado de jugar. Las parejas que había comprendían su situación. Por eso mismo se dispersaron cada uno por su cuenta para pasar aquella última noche con aquellos que querían.

Asaba y Kano se separaron un poco del resto, sin abandonar por completo el campamento. Llegaron a un descampado con hierba en el que se tumbaron para ver las estrellas.

—Tengo que confesarte una cosa —dijo Kano de improviso.

—¿El qué?

—¿Recuerdas aquella canción que Alexia te enseñó? Pues te mintió. Yo no cree eso; era suyo.

Asaba no respondió y Kano pensó que se había enfadado, pero en ese momento sonrió.

—Ya lo sabía.

No había prepotencia en su rostro, así que Kano interpretó que estaba siendo sincero.

—¿Cómo?

—Al principio me lo creí. ¿Por qué no iba a hacerlo? Pero después de conocerte mejor y comparar tu personalidad con la música, averigüé que no teníais nada en común. Un músico y lo que compone siempre comparten alguna similitud, algún lazo que les uniera. Y ese no era tu caso.

Kano bajó la mirada y se avergonzó al pensar que no podía haberlo sabido.

—Pero me alegro del engaño —concluyó entonces él—. De no haber sido así, no te hubiera conocido tanto.

—Fue cosa de Alexia —reconoció—. No sabía qué pretendía con todo eso, pero le seguí el juego.

—Es lista —comentó con una sonrisa—. Apoyo la teoría de que es la versión femenina de Kai. Ambos, a su manera, intentan ayudar a sus amigos de forma única e independiente.

Kano no dijo nada. No tenía por qué. Volvió a levantar la mirada hacia las estrellas y se perdió en ellas junto a la compañía de Asaba.

Misao y Aoshi se habían internado en el bosque rumbo al lugar en el que todo había empezado formalmente entre los dos. Iban cogidos de la mano durante el trayecto y, cuando llegaron, Misao se soltó y le abrazó con fuerza, besándole dulce e intensamente. Cuando se separaron, Aoshi aún entrelazaba sus dedos con el rubio cabello de la chica, acariciándole las mejillas.

—Te esperaré —pronunció Misao a media voz—. ¡Siempre!

Sus ojos azules se empañaron y se abrazó aún más a Aoshi para ocultarlo. Cierto era que era una enamoradiza, pero aquel sentimiento tan puro y desesperado que le llenaba y desgarraba el corazón, sabía que nunca lo había tenido. Si no era hacia aquel chico que estaba a su lado, no sería con nadie.

Aoshi no respondió con palabras, pero un extraño brillo de emoción y cariño apareció por sus ojos fríos, ahora derretidos.

Cuando el sol comenzó a aparecer por el este, todos lo contemplaron con gran pesar. El momento había llegado y nada podía hacer que el tiempo se detuviera para ellos.

—A partir de mañana todo será diferente —murmurando Alexia mirando el horizonte con la cabeza apoyada sobre Kai, aún sentados.

—¿A qué te refieres?

—Este viaje en realidad era para despedirnos. Aunque todas digan que la distancia no importa y que seguiremos en contacto, yo sé que no será así. Así que pusimos esta excusa del viaje para tener nuestros últimos recuerdos juntas.

—¿Por qué os separáis?

—La edad... Cada una seguirá un camino distinto tras acabar los estudios...

—Si no crees en la posibilidad de mantener a tus amigas, ¿qué pasa con nosotros?

—Ellas tienen una fácil capacidad que yo carezco, por eso veo las cosas así. Tú y yo... —hizo una pausa y lo miró a los ojos—. No somos tan diferentes y siento que nada puede separarnos. Ni siquiera la distancia.

Kai asintió.

—Un lazo invisible nos une. Mientras sea así, estaremos siempre juntos.

Alexia se levantó y estiró sus adormiladas articulaciones con una mirada seria en el rostro. Kai la imitó.

Avanzaron unos pasos cuando Kai retuvo a Alexia por la cintura, atrayéndola hacia sí. Ella se sorprendió, pero no se lo impidió.

—Sé lo que estás pensando —murmuró él con los labios cerca de su cuello—. Esto no es simplemente un amor de verano.

Alexia se volvió para mirarle a la cara.

—No estaba pensando en eso. Ni se me hubiera ocurrido siquiera, pero... —Hizo una pausa y bajó la mirada. Kai aún le sujetaba de la cintura y con la mano libre le alzó la cara para que le mirase—. Siento que voy a echarte mucho de menos.

Esas palabras, junto a la mirada con la que las pronunció, provocaron que algo se activase en Kai y, sin previo aviso, besó apasionadamente a su chica. Ella recibió todas sus emociones y se dejó llevar por ellas, disfrutando sus últimos momentos. Bajó sus labios de los de ella hasta su cuello, dejando huella de sus sentimientos en él.

Cuando se separaron se apoyaron sobre sus cabezas aún muy juntas y con aquella mano en la cintura de Alexia.

—Quiero darte algo —dijo entonces Kai. Se separó y la soltó para quitarse de su cuello el pañuelo que siempre llevaba—. Simboliza una parte de mí. Le tengo un cariño especial y por ello quiero que lo tengas tú. Para que cuando lo veas te acuerdes de mí y para que tengas la esperanza de que un día tendrás que devolvérmelo.

Alexia lo recogió y sintió su suave tacto. Se lo llevó a la cara y lo acarició con ella, disfrutando de su contacto. Kai le observaba con una media sonrisa.

—Déjame ponértelo —pidió poniéndose a su espalda y enarbolando la suave tela alrededor de su cuello, dejando que los dos extremos quedaran colgando por detrás.

—Yo no tengo nada que darte.

—Me has dado mucho más de lo que te imaginas.

—Pero... Pídeme algo. Lo que sea.

Kai la miró enigmáticamente con un brillo de color en sus ojos.

—Dame un beso.

Alexia obedeció automáticamente, entregándose al máximo en aquel último y desesperado regalo.

Todas las parejas regresaron al campamento cogidos de la mano y con paso lento. Cuando se encontraron todos se dirigieron una sonrisa cansada y empezaron su despedida con todos.

Hecho esto emprendieron su camino de vuelta a casa.

El verano había acabado.

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2023 ⏰

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