Capítulo 11.5

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Alexia esperó escondida tras un árbol, asegurándose de que Misao estuviera bien. Si en cinco minutos no aparecía, saldría con una excusa y acabaría con aquel ridículo plan. Sin embargo, no tuvo que esperar tanto, pues unos pasos apresurados se iban acercando hacia el lugar. Sus miradas se cruzaron, dando una advertencia silenciosa. Aoshi la interpretó como una única oportunidad sin réplica y sin errores. Este ladeó la cabeza, con un gesto de agradecimiento.

Alexia suspiró y con un último vistazo, decidió confiar en él y dejarle a Misao en sus manos.

Cuando los pasos se acercaron, Misao que estaba encogida bajo un árbol, se levantó rápidamente, asustada, y levantó la vista. Un aluvión de diferentes sentimientos pasó por su interior, provocando que las lágrimas acudieran a sus ojos por el gran alivio que sentía al verle. Aoshi se acercó a ella y la abrazó para consolarla. Estuvieron así hasta que ella se hubo calmado.

—Tengo que hablar contigo —dijo Aoshi separándose un poco.

—Sí, yo también —susurró.

—¡Lo siento! —dijeron ambos al unísono. Se miraron entre sí, sorprendidos, y el ambiente se relajó con una sonrisa.

—Por favor, déjame empezar a mí —pidió Aoshi—. Lamento haberte gritado de ese modo, pero es que no es un tema del que me guste hablar.

—No te preocupes. Fui muy atrevida al preguntarte algo tan personal. No soy quién para haberlo hecho; ahora lo entiendo.

—¡No! No tiene nada que ver contigo.

El ambiente volvió a tensarse.

—Ya lo sé. Te acercaste a mí porque estoy muy unida a ella, ¿no? ¡En quien estás interesado es en Alexia!

Aoshi puso una cara de desconcierto. Acababa de perderse en la conversación.

—Por eso has estado tanto con ella a solas, ¿verdad? —Empezaba a temblarle la voz.

—Espera un momento —dijo Aoshi, cortándola, mientras intentaba entenderlo—. ¿De qué estás hablando?

Lo había sospechado durante todo el día, pero admitirlo en voz alta le resultaba más difícil de lo que parecía. Por el esfuerzo, más lágrimas aparecieron.

—¡De que a ti te gusta Alex!

Ella sola había cavilado sobre esa posibilidad y empezaba a creer en su veracidad. Sin embargo, dos palabras de Aoshi frenaron sus lágrimas.

—¿Estás loca?

—¿Qué? —preguntó, secándose la cara—. ¿Me lo niegas?

—Por supuesto que sí. Ella es como una hermana para mí. Se parece demasiado a Kai como para que me pueda gustar.

—¿Her... hermana?

—Sí, tonta. La única que me gusta eres tú.

Ahora, la que estaba un poco perdida, era Misao.

—¿Has olvidado ya a tu ex? Esa canción... probablemente era para ella.

—¿Ex? ¿Canción? —Aoshi parecía desconcertado de nuevo—. ¿Pero qué clase de película te has montado?

—¿Eh? ¿Estoy equivocada?

Aoshi suspiró y se agarró la cabeza.

—Te lo contaré todo, pero, por favor, no uses tanto esa mente tan retorcida que tienes.

El cambio de humor de Misao fue radical. De estar deprimida, pasando por confusa, hasta llegar a estar completamente feliz.

—Esa composición la hice hace muchos años, pero guarda un importante e imborrable recuerdo. Fue hace exactamente cuatro años, cuando mis padres aún vivían... Por aquel entonces, Kai y yo estudiábamos música, y yo tenía más nivel debido a mi edad. Como mi madre era música quería que estuviera orgullosa de mí, así que aquello era un aliciente para esforzarme aún más. Un día, como se acercaba su cumpleaños, quise hacerle un regalo muy especial y empecé a trabajar en una melodía. Cuando la terminé, me sentí tan realizado por haberla completado que no pude aguantar las ganas y corrí a casa a enseñársela. Sin embargo, cuando llegué, todos tenían una expresión de aflicción y algunas empleadas incluso estaban llorando. No sabía qué estaba pasando. Seguí caminando y llegué hasta la cabaña de Kai, donde estaba mi hermano. Estaba ensimismado, mirando a ninguna parte, envuelto en su soledad y a punto de caerse en un abismo metafórico. En cuanto me vio, sus defensas se desmoronaron, y se vino hacia mí, echándose a llorar. Aquella fue la única vez que le he visto hacerlo, y entonces comprendí la gravedad de la situación. Las partituras que llevaba con tanto entusiasmo se desplomaron junto a mí.

Aoshi dirigió una mirada a su compañera para que supusiera el resto.

—A partir de aquel día, mi vida cambió de repente. Tuve que convertirme en alguien mucho más fuerte, capaz de afrontar todo lo que se me venía encima como progenitor. Sentía que poco a poco iba olvidando mi pasado y todos los buenos momentos. Lo único que me los devolvió fue aquella canción que recuperó Kai y me entregó. La titulé "Ice Blue Eyes" porque mi madre tenía unos preciosos ojos azules y lo helado de ello fue perderlos. Pero la letra que pusiste tú me gustó, ¿sabes?

—Esos ojos no se han perdido —dijo suavemente Misao mientras le señalaba—. Los tienes tú. El título de la canción te va perfecta, pues cuando clavas tus ojos en mí, me congelo.

Los ojos azules se encontraron una vez más y se fueron acercando hasta que se cerraron...

En el campamento, empezaron a hacer la cena tras el regreso de Alexia con la leña. Al notar la ausencia de Misao, preguntaron por ella, preocupados, pero Alexia les dijo que había querido pasar un rato sola.

—Pero puede perderse —repuso Sanosuke al oírlo.

—Ehh... no lo creo. Tiene buen sentido de la orientación, jeje.

—Pero ¿qué dices? Tú sabes que no es así —intervino Riku.

A Alexia no le quedaban más excusas que poder poner.

—Seguramente está con Aoshi —soltó desinteresadamente Kai—. Él tampoco está.

Alexia le miró alterada, pero se dio cuenta de que era ridículo ocultarlo, pues en cuanto llegasen todo el mundo lo sabría.

—Tal vez...

Al poco rato apareció la pareja tomada de la mano y todos, sin saber cómo ni por qué se había producido ese cambio, interpretaron el gesto y les felicitaron. Consecutivamente se pusieron a cenar y despidieron la noche hasta el siguiente día.

Vacaciones de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora