Capítulo 5.2

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Abajo, los chicos instalaban una vez más sus instrumentos.

—Vamos a tener que dejar de abusar de vuestra generosidad de este modo —dijo Aoshi.

—Ya te dije que no te preocuparas por eso —le reprochó Sayo.

—Pero es que de todas formas venir todos los días me parece excesivo.

Misao se sintió un poco desilusionada.

—Dejémoslo pues en tres días a la semana —cedió Sayo.

—Sí, pero... —intervino Misao dubitativa—. ¡Tenéis que invitarnos algún finde para salir por ahí!

Tras decidirse a soltar la petición, se sonrojó por el atrevimiento.

—Eso no hay ni que pedirlo —respondió Aoshi con un guiño.

—Sí, pero también tendréis que venir a ayudarnos tal y como acordamos —recordó Kano.

—¡Cierto! A mí también me da apuro venir de esta forma sin hacer nada por vosotras —admitió Kazuma.

—¿Qué os parece esto? Lunes y viernes ensayáis. Los miércoles venís a ayudarnos —sugirió Riku.

—De acuerdo.

Aoshi dirigió una mirada a su hermano que no había pronunciada palabra desde que salieron de su casa. Desde su punto de vista, se encontraba incluso más distante que de costumbre. Le miró pensativo y después instintivamente buscó a alguien, a quien echó en falta en ese instante.

—¡Hey, Misao! ¿y nuestra voz?

Todos parecieron reaccionar y se miraron entre sí, buscándola.

—No tengo ni idea —admitió ella—. ¿Vosotras la habéis visto?

El resto negó con la cabeza.

—Seguramente esté arriba jugando o leyendo... —comentó Miyu sin darle importancia—. ¿Me acompañas a buscarla, Kai?

Éste la miró brusca y fríamente, pero se le cruzó una idea por la cabeza y sin responderla se aproximó hacia las escaleras. Miyu esbozó una sonrisa que cruzaba todo su rostro. Con ligereza le siguió.

—¡Aaaalex! —llamó Miyu. Su voz atravesó todo el pasillo.

No obtuvo respuesta, sin embargo, así que empezó a registrar cada habitación en su busca mientras Kai esperaba en el pasillo, apoyado en la pared. Mantenía su semblante inexpresivo, sumido en sus propios sentimientos, observando cómo Miyu recorría cada habitación sin ningún resultado. Mientras ella inspeccionaba otra habitación, Kai suspiró y un ápice de duda apareció en sus ojos. Levantó la cabeza y la inclinó hacia atrás, aún cavilando. Al elevar su mirada descubrió el escondite perfecto. De pronto tuvo un presentimiento y supo que Alexia se encontraba allí y que nadie la encontraría si él no decía nada. Por un instante no supo qué hacer y se debatía sobre ello cuando Miyu se le acercó diciendo que no la había encontrado. Por otra parte, también pensó que desde ahí arriba podría escucharse toda conversación que se tuviera en el pasillo, sobre todo si se encontraban justo debajo. Así que una nueva idea se formaba en su mente a la vez que reflexionaba sobre si llevarla a cabo.

—¿Dónde se ha ido esta chica? —se preguntó Miyu en voz alta.

—¿Cómo estaba por la mañana?

—Pues no sé —reconoció Miyu—. Estaba más callada y taciturna que de costumbre, o al menos eso nos ha comentado Misao.

Kai le dirigió una mirada de reproche, pero ella no la notó. Sin embargo, él insistió.

—¿Y no sabes por qué?

—No —se desentendió del tema con un encogimiento de hombros. Más interesada añadió—: ¿Por qué? ¿estás preocupado por ella?

—Es nuestra cantante, si no está bien, no podrá cantar —respondió fríamente.

Su respuesta iluminó el rostro de Miyu y sus ojos se tornaron de complicidad dejando paso a un halo de esperanza al notar que, por primera vez, estaban los dos totalmente solos.

Kai a su vez dirigió una breve mirada hacia el techo, esperando alguna reacción, algún sonido.

—Oye, Kai —comenzó a decir Miyu—. ¿Te gustaría salir conmigo?

Realmente la pregunta no le pilló por sorpresa, pero sobre ellos alguien se esforzaba por taparse la boca para que ningún sonido saliera por ella. A su vez, sus ojos se agrandaron, esperando escuchar una respuesta.

Kai seguía debatiéndose en si llevar a cabo su plan y meditaba también en qué palabras escoger para ello.

—¿Cómo sabes que no tengo novia? ¿O es que ni siquiera se te había ocurrido?

Miyu retrocedió avergonzada, recodando lo que Alexia le había dicho sobre la composición de su canción. Se sintió ridiculizada.

—¿En... entonces ya tienes novia? —logró preguntar.

—No —dijo secamente—. Corté con ella.

Un alivio recorrió su cuerpo.

—¿Entonces? ¿Qué me respondes al estar libre?

—Te pareces demasiado a ella —confeso Kai y dirigiendo una mirada maliciosa, añadió—: pero tal vez logres arreglar los errores que ella cometió.

Miyu interpretó aquello como un "sí" y dio un salto de alegría, bajando por las escaleras. Kai no tardó en seguirla, no sin antes agudizar el oído para ver si escuchaba algún sonido. No distinguió nada.

Arriba, Alexia seguía en su misma posición. Cuando sintió que ya no había nadie en el pasillo, se apartó la mano de la boca y reflexionando lo que acababa de ocurrir, esbozó una triste sonrisa.

—Gracias —dijo para sí misma—, ya no tendré que esconderme más.

Vacaciones de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora