Capítulo 11.2

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Al darse la vuelta se encontró con un chico de su misma edad que estaba, al igual que él, montando su tienda.

—¡TÚ! —exclamaron ambos a la vez—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Asaba levantó la mirada y vio a Kai y Sanosuke fulminándose.

—Quizá debería haberle advertido —pensó.

—Me parece mucha coincidencia que esté pasando todo esto... —dijo Aoshi con el ceño fruncido, dirigiendo sus sospechas al segundo mayor del grupo.

Asaba rio nerviosamente y evitó el tema ocupándose de montar la tienda.

Cuando todos terminaron, se agruparon, unos con más ganas que otros, y entre todos hicieron grupos para cocinar. Unos se encargarían de recoger leña, mientras que otros irían a pescar o a cortar ingredientes.

Los amigos de Sanosuke y él mismo, Kai y Aoshi, se encargarían de la pesca. Kazuma, Asaba, Riku, Kano y Miyu lo harían con la leña. Y el resto aguardarían la espera.

—¡Voy a comer y preparar el pescado que coja Sano! —fantaseaba Sayo.

—¡Y yo lo haré de...! —Misao frenó en seco la frase al darse cuenta lo que iba a decir.

Sus amigos la miraron en silencio. Tsubasa no entendía nada.

—¡Ey, Tsubasa! ¿Qué sabes cocinar? —Alexia abrió un tema de conversación para que Tsubasa no se sintiera desplazada.

—Oye, Misi, no te preocupes. ¿Has visto a los amigos de Sano? ¿No te gusta ninguno?

—El último dejó el listón muy alto. No es fácil.

—La verdad es que no sé cómo fue esa discusión que tuvisteis, pero ¿fue para tanto?

Ellas mantenían una conversación por su cuenta mientras que Alexia lo hacía con Tsubasa para coger confianza.

—¿Cuánto llevas con Kazuma?

—Año y medio.

—¡Vaya! Eso es mucho tiempo.

—Sí... pero a veces el tiempo resulta eterno —hablaba despacio, casi ausente.

—Eso no suena muy bien. Por lo general, si algo es bueno pasa rápido, no al revés.

—Kazuma está enamorado, pero no es de mí.

—¿Por qué dices eso? No lo parece...

—Él quiere a la música más que a mí. Se pasa casi todos los días con ella, solo tiene ojos para ella y yo... no puedo más.

—¿No te gusta la música?

—La odio. Si no fuera por ella, Kazuma...

—No debes pensar así. No tomes a la música como un rival. Para Kazuma no es que sea más importante que tú, simplemente es una parte de él mismo de la que no puede desprenderse y que completa su ser.

—¿Qué quiere decir eso?

—No es por meterme, pero... hasta que no la aceptes, no aceptarás tampoco a Kazuma. Ambos son uno.

—No puedo.

Alexia la miró en silencio y luego desvió la mirada hacia aquellos que regresaban con leña.

Al rato después los de la pesca llegaron entre risas, exceptuando a Sanosuke y Kai que estaban empapados, y con cara de pocos amigos.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Miyu al verlos.

—Lo de siempre... Se han empezado a picar para ver quién cogía más peces y al final acabaron los dos siendo los cazados —explicó Aoshi divertido.

Al percibir la presencia de Misao dejó de sonreír y apartó la mirada.

—Aquí tenéis —tendió uno de los amigos de Sano una cesta con peces.

—Nosotras nos encargamos de los peces —dijo Sayo incluyendo a Misao.

—Os ayudamos.

Aoshi pasó entre ellos acercándose hacia las otras chicas.

—¡Ey, Aoshi! —exclamó Asaba pasando su brazo sobre su cuello—. ¿A que no sabes lo que hemos descubierto mientras recogíamos leña? ¡Díselo, Kano!

—¡Una cancha de baloncesto! No está en muy buen estado, pero se puede usar. ¡Qué ganas tengo de jugar!

—Por suerte siempre llevo un balón en el coche. ¿Qué dices, tío? ¿Te apuntas luego?

—Ya veré si tengo ganas —respondió pasando de largo y dirigiéndose hacia donde estaba Alexia—. ¿Podemos hablar?

Ella le miró con la boca abierta e intentando sobreponerse a la sorpresa inicial, le indicó que se apartaran un poco del resto para poder tener mayor privacidad. Misao notó el movimiento y les siguió con una mirada de reojo.

—¿Qué quieres?

—Supongo que ya sabrás que, ahora mismo, Misao me odia —Alexia no respondió y Aoshi interpretó su silencio—. Me pasé un poco con ella y ahora...

—¿Crees que te lo merecías? —le interrumpió de improviso.

—¿Qué? Bueno... Puede que sí.

—Entonces no tengo nada que decirte.

—¿Cómo?

—Yo no pienso que esté bien lo que pasó. Ella no debió meterse en tus asuntos.

—Tal vez... Pero yo se lo permití y luego la aparté, haciéndola daño.

—¿Y qué quieres que te diga? Misao es muy orgullosa, y apuesto a que tú también. Hasta que ninguno de los dos dé su brazo a torcer, no se arreglará nada. Y ya que tú te sientes tan culpable y ella tan dolida, deberías empezar tú.

—Eso ya lo sé.

—¿Entonces qué quieres?

—Saber que cuento con tu apoyo.

—¿Por qué? ¿Qué has pensado hacer?

—No te lo diré, pero tendrás que ayudarme. Sabrás cómo.

—¡Eh! Pero qué te has creído.

Aoshi le dirigió una mirada penetrante y Alexia no pudo con ella. Todas sus defensas se vinieron abajo de un plumazo. Tenía algo en la mirada que no permitía réplica alguna e infundía un gran respeto.

—Y, por cierto —añadió Aoshi antes de irse—, si antes hablabas de ti, tal y como me lo ha parecido, deberías hacer tú también algo al respecto.

Vacaciones de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora