Si creíste que el amor, el equilibrio, la justicia, la bondad, los sueños y la inteligencia eran cosa que nadie decidía, estabas equivocad@. Los guardianes nos ocupamos de inculcaros esos valores hasta los diez años, a partir de ahí es cosa vuestra...
Me encantaba mi trabajo. Bueno, nuestro trabajo en general me encantaba. Uno de los poderes de los Soñadores es poder ver los sueños de la gente, juntamos las manos, nos concentramos en una persona y al volver a separarlas, abríamos una especie de pantalla por la que podíamos ver los sueños de la gente. Era muy bonito.
A mitad de la tarde, nos sentamos en un banco mientras veíamos la gente pasar mientras descansábamos de un duro día.
–Que agotamiento.– Dijo Brais.– Creo que hoy voy a volver antes a Alora.
–¿Cómo puede haber tanta ignorancia?– Se quejó Jude.– Osea, he escuchado a un chaval decir literalmente, que "agridulce" es a lo que sabe un caramelo de limón.
–Pero tenía seis años.
–¡Aún así! Hay Humis muy idiotas.
–¡Pero que exagerado!– Dijo Davina.– Mira, ya verás como los Humis son adorables.
Davina levantó el vuelo con sus grandes alas y se acercó a una pareja de Humis que estaban discutiendo. Sacó su arco de cupida que al tensar la cuerda se creaba una flecha de corazón. La flecha salió disparada hacia la pareja y entonces se disculparon y se besaron como si nunca hubiera pasado nada.
–Punto para mi.– Dijo volviendo con nosotros, o con Connor más bien.
–Te está sacando mucha ventaja, eh macho.– Le dijo Hoper. Davina y Connor tenían una especie de competición para ver cuántas parejas creaban y/o arreglaban.
–No todo el amor tiene que ser ente Humis.– Dijo Connor y miró a un adolescente jugando con su perro.
–Claro cariño, pero como el amor entre Romeo y Julieta ninguno.
–¿Un amor de tres días y siete muertos?
–¡Miles, no digas eso!– Le dije.
–Es cierto que mucho equilibrio hay no hubo.– Dijo mirando a Adel.
–Eh, a mi no me mires. Según este, se hizo justicia.– Dijo señalando a Brais y levantó las manos en señal de que era inocente.
–Todo muy lógico.– Dijo Jude apartando la mirada.
–Chicos, la luna brilla.– Dijo Charity.– Hora de volver.
La luna para los guardianes era importantísima. Es nuestra guía y las estrellas nuestra historia. Sabemos leer las estrellas de una forma diferente. Para nosotros cada estrella era un guardián fallecido o misiones que no salieron bien. Toda la gente malvada, los sueños rotos, los desamores... para nosotros están ahí arriba. Recordándonoslo siempre.
Para volver a Alora, solo teníamos que mirar hacia la luna y ella nos llevaba al Puente. Era como un tele-transporte.
Normalmente al final del día, todos los guardianes nos agolpábamos en el Puente al volver, así que intentabamos salir rápido de allí para volver antes a la ciudad. Pero esta vez, íbamos más lento de lo normal. No éramos la cuadrilla más normal de Alora, pero nos divertíamos.
–Apartad idiotas.– Dijo Aries.
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Aries era uno de los soñadores. Siempre era borde con todo el mundo y por eso no tenía amigos, a todo el mundo le caía mal y todo el mundo le caía mal.
–Hola a ti también Aries.– Le dijo Hope intentando ser amable.
Aries le miró por encima del hombro con una expresión de asco y siguiente su camino.
–Que chico más majo.
–Si, majisimo.– Dije irónica.
–Si queréis quedaros aquí a hablar sobre ese chico, adelante.– Dijo Brais.– Yo, me voy a mi casa.
Brais tenía razón, cosa que siempre le subía el ego. Todos estábamos cansados y llegamos a la conclusión de que irnos a casa sería lo mejor.
Después de cenar, Miles y yo nos sentamos en el sofá, bueno, yo me senté a leer un libro y él se tumbó con la cabeza portada en mi regazo mientras se metía en los sueños de los demás.
–¿Un libro interesante?– Me preguntó sin dejar de mirar la pantalla de los sueños.
–Hum si. ¿Y tú?
–Los sueños son sueños. Algunos son interesantes y otros más simples.
–Si, trabajamos con ellos, ¿que me vas a contar?
–¿Puedo mirar los tuyos?– Cerró la pantalla y se sentó con las piernas cruzadas como si fuera un niño para mirarme.
–Sabes que no me gusta que te metas en mi cabeza.
–Vamos...– Dijo abrazándome.– Solo un poquito.
–Miles, ya sabes que tu eres mi sueño.– Sonrió, otra vez como un niño pequeño.
–Como te quiero.– Dijo y me beso en la frente y después de eso nos fuimos a dormir.