Narra Astrid:
Ambas enfermeras me agarraban de los brazos y las muñecas para que no pudiera escaparme de ninguna manera. Aunque intenté resistirme todo lo que pude y acabaron arrastrándome hasta que llegaron otros dos enfermeros y me agarraron de las piernas llevándome en brazos entre los cuatro.
Al llegar a la sala común me soltaron en el suelo y después se marcharon. Me quedé tumbada en el suelo mirando hacia arriba, total, aquí esto era lo más normal del mundo. Pensaba en que odiaba un poquito todo esto a pesar de lo bien que había comenzado el día.
Me crucé de brazos y giré la cabeza justo para ver a Matt sentado en su sillón leyendo un cómic y me levanté para hablar con él.
–Hola...– Dije al acercarme y arrodillándome junto de él.
Matt levantó la mirada de su cómic y me miró con unos ojos cansados, el pelo completamente revueltos y la piel pálida.
–Ah, hola.– Dijo como si nada y volvió al cómic.
–¿Ya no estás enfadado?
–Hum, no.
–¿No?
–No. Está todo bien, tranquila.
–¡Pero si ayer te fuiste echo un basilisco! Ni siquiera fuiste a cenar.
–No me dejaron.
–¿Pero que te hicieron? ¿Estás bien?
–Si, si. Estoy perfectamente ¿no me ves?
–¿Perfectamente?– Le quité el cómic y lo dejé en la mesa.
–¿Qué haces?
–¡Matt mírate! Parece que estás drogado o de resaca o ambas cosas.
–Es el medicamento.
–¿Qué medicamento?
–Me lo dan cuando estoy muy nervioso... pero ahora estoy bien.– Dijo y comenzó a sangrarle la nariz.
–¿Bien? Matt, estás sangrando.
–¿Qué?– Dijotodavia tranquilo tapándose la nariz.
–¿Qué demonios te han dado?– Dije levantándome de golpe.
–No lo sé. Nunca me dicen lo que es exactamente.– Dijo levantándose.
En cuanto levantó la cabeza, empezó a toser y cayó de rodillas, todavía sangrando por la nariz e incluso sangraba un poco cuando tosía.
–Mierda.– Me alejé un poco de él.– Tranquilo. ¡Voy a buscar ayuda!
–¡No! ¡No vayas!
En cuanto volví a mirarle, vi que había dejado de toser, me miraba cogiendo aire más rápido de lo normal y con la barbilla y la camiseta del pijama manchadas de sangre.
–¿Pero como que no vaya? ¡Pareces un zombie!
–Que no. Que me vuelven a dar alguna medicación rara. Ven, ayúdame.
Me acerqué de nuevo a Matt muy despacio y le ayude a levantarse de nuevo para que se sentara en el sillón.
–¿Los médicos no sabes que te pasa esto?
–Que va. Dicen que es cosa de la medicación pero yo creo que no tienen ni idea.– Dijo intentando limpiarse un poco.– Tienes que prometerme una cosa.
–¿El que?
–Que pase lo que pase, tienes que controlar mi mal genio. Solo me dan eso cuando me enfado mucho. No permitas que vuelvan a darme esa mierda. Ni quiero volver a ser... esto.
–Tranquilo. Te ayudaré. Pero lo de la pelea fue culpa tuya...
–Ya vale Astrid. Mira, vamos a hacer un trato: tú me ayudas a controlar mi genio y yo te ayudo a salir de aquí.
–¿Qué? ¿Me ayudarías enserio?
–Solo si tú también me ayudas.
–¡Si! Te lo prometo. ¡Gracias, gracias, gracias!– Dije y le abracé.
–Si, ya. De nada.– Dijo riéndose un poco y separándose de mi.– Pero no te acerques mucho. Creo que voy a vomitar.
–¿Seguro que no quieres que pida ayuda? Sigues estando muy pálido.
–Que no. Solo necesito estar tranquilo.– Dijo cogiendo de nuevo el cómic que leía cuando llegué.
–No sabía que te gustará leer.
–Me relaja. Tengo algún libro más en mi cuarto. Si quieres puedo dejarte alguno.
–¿Un... libro Humi?
–¿Tan horrible sería aprender un poco sobre nosotros?
–Ya sabemos cosas sobre vosotros. Te recuerdo que somos vuestros guardianes durante 24h diarias, los siete días a la semana, 365 días al año.
–Exacto. Pero no tenéis ni idea de algunas cosas. Mañana te traigo algo.
–Yo... gracias.
Matt sonrió todavía con la cara algo manchada y siguió su lectura.
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La ultima guerrera de la luna
FantasiSi creíste que el amor, el equilibrio, la justicia, la bondad, los sueños y la inteligencia eran cosa que nadie decidía, estabas equivocad@. Los guardianes nos ocupamos de inculcaros esos valores hasta los diez años, a partir de ahí es cosa vuestra...