Capítulo 40: Discordia destruye nuestros recuerdos

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Narra Astrid:

Parecía mentira que Discordia y sus hadas se hubieran marchado tan rápido, ni siquiera me dio tiempo a parpadear. Se marcharon dejando un campo de batalla lleno de sangre donde la mayoría de ella era de guardianes caídos.

Yo seguía en el suelo, mientras el resto de los guardianes caían rendidos de cansancio, junto a otros que ya no se volverían a levantar. Todos descansaban, menos Miles, que vi que venía corriendo hacia mi.

–¡Astrid!– Me gritó arrodillándose junto a mi.– Dios, ¿que te ha hecho?– Dijo cogiéndome delicadamente de las manos para mirar mis muñecas abrasadas.

–No lo sé. Simplemente las agarró. ¿Tú estás bien?– Le pregunté e intenté levantarme, pero no podía apoyar las manos en el suelo, así que él me ayudó.

–Bueno, no estoy bien, pero podría estar peor. ¿Y tú?– Dijo acariciándome las mejillas.

Antes de contestar, me di la vuelta mirando hacia arriba, pues al sol no le daba mucho para salir y entonces vi, que estábamos a menos de cinco metros de las puertas del palacio.

–No... No, Miles, no estoy bien. ¡Mira dónde estamos!– Le miré preocupada.– Discordia podía haber entrado. ¡Todo podría haber acabado!

–¡Pero no lo ha hecho! La-la detuviste.

–No, no fui yo.

–Pues yo creo que si.– Me miró con sus intensos ojos verdes y en ese momento me hizo dudar de absolutamente todo.– Vamos anda.– Dijo ayudando a levantarme y me abrazó.– Veamos si podemos ayudar a alguien.

Nos metimos en medio del camino para ayudar a la gente, pero entonces, vimos a nuestros amigos acercarse corriendo y nosotros también corrimos hacia ellos hasta abrazarnos todos.

–¿Estáis todos bien?– Preguntó Jude al separarnos.

–No del todo.– Dijo Connor. Todos le miramos y él extendió sus alas, donde vimos que le habían herido de tal modo, que le habían abierto un pequeño agujero en el ala izquierda.

–Dios mio...– Dijo Charity tapándose la boca con ambas manos.

–Connor...– Dijo Davina acercándose a él.

–Davina, no me importa. Al menos estoy vivo, y tú también.

Davina rompió a llorar y se abrazó a Connor mientras ambos se iban hacia las enfermerías improvisadas en las salas de los guardianes para curarle el ala. Miré al resto de los chicos, heridos y casi apenas sin poder aguantarse en pie, pero como había dicho Connor, estábamos vivos y acabaríamos recuperandonos.

Vi alguien que necesitaba ayuda para levantarse, pero cuando fui a agarrarle, las muñecas volvieron a arderme y tuve que dejarle en el suelo. Miles vio aquello, y rápidamente se acercó a mí, se soltó las vendas que llevaba en las manos y me vendo las muñecas.

–En este estado, no podrás coger nada de peso. Sera mejor que te lleve a la enfermería.

–Pero tengo que ayudar en algo. ¡Lo que sea! Mira este sitio.

–Pues ayúdame a mi, y ven a la enfermería.– Dijo muy sereno. Parecía tener la cabeza en otra parte, se le veía muy cansado y yo no podía ponerme a discutir en ese momento, así que asentí y ambos entramos en palacio para ir a la enfermería.

Los pasillos estaban llenos de gente por los suelos intentando curarse o descansando. Miles me llevaba con un brazo por encima de mis hombros el otro agarrado a uno de ellos. No dejaban que me parará para nada hasta que llegamos a nuestra sala. 
La puerta estaba abierta y la gente salía y entraba como si estuviera en su casa.

Yo me senté en una de las camillas y tras ir a buscar un par de cosas, Miles me vendó como es debido las muñecas con una especie de crema que me calmaría la quemazón.

–¿Mejor?– Me preguntó cuando terminó.

–Si. Ahora te toca a ti.

–¿Cómo que me toca a mí?

Arqueé las cejas, después le toque el pecho y él hizo un gesto de dolor extremo.

–Vale, si. Una de esas flechas me rozó el pecho.

–Ya lo sabía yo. Quítate la camiseta, voy a vendarte la herida.

Miles se quitó la camiseta y vi que el pecho le sangraba bastante. Cuando le limpié la herida, vi que no era para tanto y le vendé el pecho. Mientras hacía todo aquello, todas las chicas de la sala y las que pasaban por delante de quedaban mirando.

–Será mejor que vuelvas a ponerte la camiseta o inundarán el palacio de tanto babear.– Dije dándole su camiseta. Miles rió.

–¿Celosa?

–Para nada. Yo sé que me quieres.– Le besé.

Cuando ambos nos encontramos mejor volvimos a casa, pero al llegar, vimos que la zona donde vivíamos estaba completamente destruida.

–No...– Dije en un suspiro acercándome a lo que era nuestro hogar.

Ahora sólo quedaban escombros de lo que había sido un hogar feliz para mí. Todos los recuerdos, las risas, los bailes que había visto aquellas cuatro paredes se habían perdido... Caí de rodillas y vi una foto muestra de hace un par de años completamente calcinada y comencé a llorar.

–Discordia pagará por esto.– Dijo Miles observando todo.

–Ha destruido todos nuestros hogares.

–No lo decía por eso.– Le miré.– Pagará por hacerte llorar. Vamos, veamos si podemos salvar algo y volvamos a palacio.

La ultima guerrera de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora