Capítulo 29: Leo durante casi todo un día

31 4 0
                                    

Narra Astrid:

La tarde fue tranquila. Nadie nos molestó y no molestamos a nadie. Después de la conversación que tuvimos durante la comida tampoco me apetecía demasiado seguir hablando de mi vida, así que le enseñé a Matt alguna técnica para relajarse.

–¿Seguro que esto funciona?– Dijo mientras ambos hacíamos yoga.

–Claro que si. Solo tienes que relajarte y respirar.

–Eso intento.– Matt respiró hondo un par de veces más, se dio un par de palmadas en las rodillas y después se levantó.– No, es imposible.

–Si renuncias claro que es imposible.– Me levanté con él.

–¿Quien te enseño a hacer estas cosas?

–Los chicos del equilibrio.

–¿Y a ellos les funciona?

–Ellos viven tranquilos de por si.

Matt se acercó a la ventana. Empezaba a hacerse de noche y el Big Ben dio las campanadas señalando las nueve.

–Me gusta escuchar las campanadas, ¿sabes?– Sonrió ligeramente.– Mi propósito es escucharlas de cerca algún día.

–Parece un buen plan.

La puerta se abrió y anunciaron que era el momento de ir a cenar pero Matt y yo esperamos a que las campanadas terminarán para salir.

Cenamos tranquilos y después nos llevaron a nuestros cuartos. Cuando cerraron mi puerta, me puse el pijama. Al terminar, me acerque a la ventana, había un viento muy fuerte y de repente se creo una tormenta que parecía haber salido de la nada. Y cada vez iba a más. Al principio me asusté y retrocedí hasta caer en mi cama, pero enseguida recobré el sentido y corrí las cortinas. No podía evitar pensar en que aquella tormenta podía estar provocada por los guardianes peleando.

No conseguí dormirme hasta que la tormenta terminó. Se fue igual que vino, de repente y sin rastro. Todo se calmó y entonces me di cuenta del sueño que tenía, así que me tumbé en la cama y no tardé mucho en dormirme.

A la mañana siguiente, tuvieron que despertarme cuando me trajeron el desayuno.

–Ya puedes haber dormido agusto.– Me dijo Ryan riéndose y dejando mi desayuno.

–Anoche me costó dormirme.– Dije frotándose los ojos.

–¿Fue la tormenta?

–Si. Creo que si.

–Bueno, ya es de día, ha salido el sol...– Dijo acercándose a la puerta.– Ah, por cierto, me han dado esto para ti.– Me dijo dándome un libro.

–¿De quién es?

–Creo que de parte de Matt. Lo han revisado, es solo un libro.

–¿Qué esperabas que fuera?

–Te sorprendería el trapicheo que hay por aquí a veces.– Dijo antes de irse.

–"Los pilares de la tierra".– Leí.– No tiene mala pinta.

Después de desayunar, fui a la sala común con el libro. Matt no estaba por ninguna parte así que me senté a leer. Matt no pareció hasta la hora de comer, lo que me dejó vía libre para leer tranquila.

–¿Has empezado con el libro?– Me preguntó cuando nos sentamos a comer.

–Me he pasado la mañana leyendo.

–Mola. Ken Follet es uno de mis escritores favoritos. Estoy seguro de que "Los pilares de la tierra" te encantará.

–Si, me gusta bastante de momento.– Reímos.

Pasaron varios días en los que leí, ayude a Matt e hice "terapia" con Adela. Seguía sin creerme, a veces era realmente frustrante.

Respecto a las tormentas, cada noche había una, cada vez más fuertes y más intensas. Y cada vez comenzaban antes. Antes comenzaban cuando entraba la noche de lleno, ahora no, ahora cuando la luna alcanzaba su punto más alto comenzaban.

Aquella tarde no había salido el sol. El cielo estaba nublado y no quedaba mucho tiempo antes de que el día terminara. Matt y yo estábamos sentados y aburridos, hasta que Matt abrió la boca:

–¿Las tormentas las provocan tus amigos?

–No. Ellos nos ayudan.

–Eso dices tu...

–Basta.– Nuestra palabra clave para dejar de pelear o para no empezar a pelear. Miré a Matt muy seria en señal de que no quería que siguiera año ahí, pero él me miró y de repente frunció el ceño un poco.– ¿Que pasa?

–Astrid, ¿cómo es tu novio?

–¿A qué te refieres?

–Físicamente. ¿Cómo es Mike?

–Para empezar se llama Miles.– Dije y asintió, como si estuviera alucinando.– Es un poco más alto que yo, con el pelo rubio, ojos verdes, sonrisa preciosa...

–Vale, tiene que ser él.

–¿De qué hablas? ¿Y por que parece que has visto un fantasma?

–Astrid, Miles está aquí. A tu lado.

–¿¡Qué!?– Dije nerviosa, comencé a mirar a todas partes y mi anillo comenzó a quemarme.

–No, no. A tu izquierda.– Dijo señalando.– Y tu cálmate un poco.– Hizo una pausa.– Es complicado...– Supongo que se lo dijo a Miles.

Me giré hacia mi izquierda como me dijo, no vi nada. Mis ojos se estaban llenando de lágrimas y el pelo se me estaba poniendo de punta.

–Espera un segundo...–Matt agudizó la vista.– ¡Yo te...!

–¿Miles?– Dije interrumpiendo a Matt.

–No puedo decir todo eso a esa velocidad. Habla más despacio.– Le dijo a la nada.– Pregunta si estás bien.

–Si, estoy bien. ¿Cómo está él?– Miré hacia donde se suponía que estaba Miles.

–Dice que de momento está bien, pero que la guerra ya está aquí. Espera, ¿Qué? ¿Tú entiendes a que se refiere?– Me dijo confuso.

–Si... creo que si.

–También dice... qué te echa de menos.

–Y yo...– Volví a mirar a la izquierda.– Voy a volver a casa, no te preocupes. Te lo prometo.

–Dice que cree en ti. Qué te esperara y que te quiere.

–Yo también te quiero, mi vida.

Estaba apunto de llorar pero entonces sentí a Miles. Sentí como acariciaba mi mejilla y su intento de besarme. Después se escuchó un trueno. La luna estaba saliendo.

–Dice que tiene que irse.

–Ten cuidado, por favor.

–Dice que no te preocupes por él, que estará bien.

Seguí mirando hacia la izquierda. A pesar de que no pudiera verle, no quería que aquel momento terminara. Nunca.

–Ya... ya se ha ido.

Matt me dijo algo más pero no le escuché. Seguí mirando a la izquierda. Caí de rodillas mientras lloraba, todavía mirando a la izquierda, sin ver nada.

La ultima guerrera de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora