Capítulo 35: Adela se toma unas vacaciones

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Narra Astrid:

Llevé a Lizzy a su cuarto mientras Adela llevaba a Matt a la habitación de invitados.

La habitación de Lizzy estaba al fondo del pasillo, era exactamente como la recordaba: de color rosa palo, llena de juguetes... Ayudé a Lizzy a ponerse el pijama y después se metió en la cama y yo la arropé.

–¿Estas cómoda?– Ella asintió.

–¿Vas a volver a casa ya?

–Mañana. Y te prometo que todo va a salir bien ¿vale? Todo volverá a la normalidad.– Acaricié su pelo.

–¿Y pararás la guerra?

–Si. Te lo prometo. Pero ahora necesitas descansar.– Le di un beso en la frente.– Buenas noches.

–Hasta mañana.

–Hasta mañana, Lizzy.

Salí del cuarto de Lizzy y cerré su puerta a la vez que Adela hizo lo mismo con la habitación de invitados.

–¿Has acostado a Lizzy?– Me preguntó cansada.

–Si, no te preocupes, está medio dormida.

–Gracias. Matt también está bastante cansado. Si hubiera llegado a saber que la medicación le afectaba así, yo...

–No es culpa tuya. Te has jugado el pellejo por nosotros, por algo en lo que ni siquiera ves, y te lo agradezco con toda mi alma.

–No hay de que.– Dijo y me abrazó. Me sentó bien aquel abrazo.– Yo también creo que me voy a dormir.

–Si y yo. Mañana me espera un día duro.

Adela se acercó a su cuarto y yo al de invitados, pero antes de que entráramos, le pregunté una cosa:

–¿Qué sientes al tenerle en casa?– Adela me miró.

–Es raro pero... esta bien.

–Sabes que podría haber sido mejor.

–Astrid, por favor. No digas nada.– Le sonreí.

Entré en la habitación y vi a Matt tumbado en la cama con la mirada  perdida en el techo. Cuándo me acerque a él, vi que tenía las manos sobre el pecho, vi que tenía marcas de ligaduras y me asusté. Él pareció darse cuenta de aquello e intentó sonreír, pero no le duró nada.

–No te preocupes. Solo lo hacían cuando estaba demasiado nervioso.

–¿Te han atado más de una vez?

–Por desgracia... si, pero ya a pasado todo.

–¿Estás mejor?

–No, pero en fin...

–Duérmete. Te mereces descansar un poco. Esto ha debido de ser una locura para ti.

–Sinceramente, ha sido el mejor día de mi vida.– Dijo antes de quedarse dormido.

Me alegraba haber sacado a Matt de aquel psiquiátrico. El mundo exterior era su sitio, no merecía estar encerrado.

Yo también me tumbé en mi cama y a los pocos segundos me quedé completamente dormida.

Para mí, la noche fue como un abrir y cerrar de ojos. El sol me despertó de golpe, y al mirar al rededor, no vi a Matt, lo que me llevó a pensar que ya se había levantado. Bajé a la cocina y vi a Matt y a Adela desayunando.

–Buenos días.– Dije y ambos me contestaron.– ¿Dónde está Lizzy?

–En el colegio. Hoy es miércoles.

–Claro, tiene sentido... ¿y tú no vas a trabajar?

–¿Después de lo que pasó ayer? Creo que voy a cogerme unas vacaciones.

–Haces bien.– Dijo Matt bebiendo café.

–¿Y tú cómo estás?– Me acerqué a él.

–No te peeocupes poe mi. Sobreviviré.

–¿Quieres desayunar algo?– Me ofreció Adela.

–No tengo hambre.

–Vamos hombre. Si no desayunas vas a llegar a Alora desfallecida.

Al final consiguieron convencerme para que desayunara algo rápido ya que quería ponerme en camino cuanto antes.

Cuando terminamos, subimos con Adela a las habitaciones para darnos algo de ropa, al parecer no podíamos ir por ahí con el pijama del psiquiátrico.

–Tienes más ropa de hombre de la que me esperaba.– Dijo Matt cuando le dio su ropa.

–Era de mi marido.– Dijo sonriendo un poco.– Tuvo un accidente hace unos años.– Me miró y yo me encogí en hombros.

–Ay Dios. Perdona, yo no... no lo sabía.

–No, tranquilo. No pasa nada. Nadie... nadie va a ponérsela ya. Puedes quedartela.

–Gracias, supongo...– Dijo y se metió en le baño para vestirse.

Adela esperó a que la puerta del baño se cerrara y después se marchó para que me vistiera tranquila. Me dejó unos vaqueros, una camisa blanca de encaje con una chaqueta vaquera y unos botines negros.

Cuando estuve lista, salí y fui al salón donde me esperaban Adela y Matt. Matt llevaba una camiseta con una chaqueta marrón, unos vaqueros y unas botas.

–¿Estás lista?– Me preguntó cuando entré.

–Yo si. ¿Y tú?

–Preparadisimo.

–¿Entonces, nos vamos?– Dijo Adela.

–Si.– Dijo Matt por mi.– Vamos a llevarte a casa de una vez.

La ultima guerrera de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora