Capítulo 17: Adela se niega a dejarme salir

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Narra Astrid:

Sin ventanas, sin reloj, sin noción del tiempo no era capaz de saber que pasaba fuera de aquellas cuatro paredes.

Había estado dormida hasta hace tan sólo un rato, pero para mi sorpresa enseguida me quedé dormida.

Cuando me desperté a la mañana siguiente, ni siquiera sabía por qué lo hice, pero a los pocos minutos la puerta se abrió y un enfermero entró con una bandeja con un cuenco de cereales y leche, un zumo de naranja y una pastilla.

–El desayuno, nueva.– Dijo dejando la bandeja en el escritorio.

–¿Y esa pastilla?

–Ayudara a que te calmes. Tomatela.

–Pero yo no...

–Que te tomes la pastilla.– Dijo serio.– Será mejor que lo hagas por las buenas.– Dijo y me dio la pastilla.

La miré durante un momento pero como aquel enfermero no dejaba de mirarme, y como me estaba poniendo nerviosa, decidí tomármela.

–Estupendo. Desayuna y luego vendrá la Dra. Monroe a buscarte.– Dijo acercándose a la puerta.

–¿Buscarme para...?– Cerró la puerta.– Gracias.

Era la primera vez que comía algo Humi. En realidad, la comida de los guardianes no es tan diferente, pero tiene muchísimo sabor, por eso ahora esto me resultaba bastante soso.

Pasar la mañana allí metida, fue realmente horrible, aunque Adela no tardó mucho en llegar.

–¿Qué hora es?– Dije en cuanto abrió la puerta.

–Buenos días a ti también.

–¿Qué hora es?

–Las once y media. ¿Por que?

–Si tuviera ventanas no hubiera tenido que preguntarte.

–¿Puedes saber qué hora es mirando el cielo?

–Sé hacer muchas cosas.

–Bueno, eso no importa. Ven conmigo.

Salí de aquella celda y seguí a Adela hasta otra sala. Ella abrió la puerta y me dejó pasar. Dentro había una mesa, dos sillas y un espejo. Me miré en el espejo, parecía una Humi normal y corriente, pero conocía aquella clase de espejos.

–Hay alguien detrás del espejo, ¿verdad?

–Eh... si, pero solo por si te pones violenta.– Resoplé y rodeé los ojos.– Siéntate por favor.

–¿De qué va esto?– Dije sentándome.

–Quiero conocerte un poco más. Dime: ¿de donde eres?

–De Alora.

–¿Y dónde está eso?

–Técnicamente está encima de Londres, o de todo el mundo. Pero se define mejor diciendo que está en otra dimensión.– Dije y Adela se quedó con la boca abierta.

–¿Tus... tus padres son de allí?

–No tengo padres.

–Todo... todo el mundo tiene padres.– Apartó la mirada.

–Nosotros no. A los guardianes nos crea la Reina Paz pero es un proceso largo y complicado. Igual que vosotros hacéis los niños ella...

–Para, para, para. ¿Qué es eso de los guardianes y lo de la Reina Paz?

–Mis amigos y yo somos guardianes. Nos encargamos de enseñar los valores del amor, la bondad, la inteligencia, el equilibrio, la justicia y los sueños a los niños menores de diez años.

–¿No eres muy joven para trabajar?

–Soy mayor de lo que parezco. Por increíble que parezca, a algunas personas les pasa.

Adela no dijo nada y lo apuntó todo en un papel.

–¿Me crees?

–Eh... entiende que no es fácil de creer.

–Da igual, no hace falta que me creas, solo déjame salir y me iré a casa.

–No puedo hacer eso.

–¿Y por que no?

–¿Te estás escuchando? Deliras claramente.

–No deliro, te estoy diciendo la verdad.

–Otra dimensión, guardianes, una reina de la paz... no tiene ningún sentido.

–¡Si que lo tiene!

–Astrid, tú no estas...

–¡Estoy perfectamente!– Grité dando un golpe en la mesa.– ¡Déjame salir!

Lo siguiente que pasó es que la puerta se abrió de golpe y un par de hombres más altos que yo me agarraron de los brazos y me sacaron de allí. Mientras me arrastraban por el pasillo y mientras les gritaba que me saltarán, no podía evitar pensar que me llevaban de nuevo a mi celda, pero no fue allí a donde fuimos. Me llevaron a una especie de sala común donde había mucha más gente. Me empujaron dentro y cerraron la puerta con llave.

Había mucha gente, tanto hombres como mujeres haciendo cosas muy raras. Entonces, vi una ventana (también con barrotes) y corrí hacia ella. Fuera llovía, pero al menos se veía el exterior, lo echaba tanto de menos...

Después me giré, me apoyé en la ventana y observé el panorama que había dentro. Había gente haciendo cosas muy raras y  haciendo ruidos muy extraños. Había un hombre que se comportaba literalmente como un perro, incluso ladraba mientras corría a cuatro patas. Cerca de él una mujer con el pelo hecho un desastre miraba a la pared fijamente y de repente se puso a gritar y salió corriendo hasta encontrarse con otra pared dónde le pasó lo mismo.

–Madre mía... ¿Pero donde me han metido?

Al fondo de la sala había un chico rubio que no había dejado de mirarme desde que entré y cuando le miré directamente, se levantó rápidamente y vino hacia mi. A su paso la gente se apartaba como si le tuvieran miedo, pero yo no.

–¿Qué haces aquí?– Me dijo muy serio.

–¿Qué?– Dije extrañada y él me tocó el hombro.– No me toques.– Me aparté.

–Eres real.

–Pues claro que soy real. ¿A ti que te pasa?

Entonces me agarró de la camiseta y me estampó contra la ventana.

–Yo te vi.

–¿A-a que te refieres?

–Te vi. A ti y a tus amigos. ¡Sabíais que os veía y no hicisteis nada!– Gritó.– ¡Podríais haberme ayudado pero...!

–¡Matt!

Él se giró hacia la puerta, vimos a Adela venir muy seria y el chaval me soltó.

–No puedes agredir a la gente.

–Se lo merecía, un poco.– Dijo y se marchó.

–¿Qué... qué le pasa?

–¿Qué le va a pasar?– Dijo como si fuera obvio.– Está loco. Como todos vosotros.– Dijo y se marchó.

La ultima guerrera de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora