Narra Astrid:
Cuando Matt se levantó ni siquiera me dio tiempo a decir nada. Todos los demás se apartaban y gritaban a su paso. Cuando llegó a la puerta la aporreo varias veces y cuando la abrieron se hizo paso para salir, lo que no le resultó muy difícil.
Antes de que la puerta se cerrará, yo me levanté, corrí hasta ella y puse el pie para que no la cerrarán.
–¿Qué quieres niñata?
De todos los guardias que podía haber, Jeff era el único vigilando nuestra puerta en ese momento.
–Matt se acaba de ir. Necesito hablar con él.
–Mis compañeros le acompañan a su cuarto. No puedes ir.
–¿Le acompañan o le llevan a rastras?
–¿Qué te importa a ti el rubio de bote ese?
–No es rubio de bote.
–Me da igual. Vuelve dentro.– Dijo empujándome.
–No pienso irme hasta hablar con él.
–Que vuelvas dentro, loca.– Dijo aun más serio.
–Obligame.
Jeff sonrió un poco y después me dió un puñetazo en el estómago enviándome dentro de nuevo, más bien, tirándome al suelo.
–Ese es tu sitio loca. Recuérdelo.
La puerta se cerró de golpe. Yo me quedé un rato en el suelo recuperándome del golpe. Cuando lo conseguí me puse de pie e intenté caminar apoyándome en la pared hasta volver al sillón. Junto a el había una ventana con la cortina echada. Me acerque a ella y al abrirla vi que fuera se hacía de noche, pero había un viento que hacía temblar las farolas.
Me acordé de mis amigos. De Charity y Davina. Si hubieran estado aquí... cerré los ojos y por un momento las sentí a mi lado, agarrándome de las manos, susurrándome que tenía que ser fuerte. Pero mis ojos tomaron el control y comenzaron a llorar. No solía llorar en Alora. Los Humis eran demasiado diferentes a nosotros, ahora echaba demasiado de menos mi otra vida, ahora lo veía claro.
Volví a la realidad cuando me agarraron de los hombros y me apartaron de la ventana de golpe. Miré a mi alrededor y vi que todo el mundo estaba saliendo de la sala.
Nos llevaron al comedor para cenar. Yo me senté en mi mesa habitual, pero Matt no apareció por ninguna parte. Cuando terminé de cenar, vi a Adela repartiendo la medicación y cuando se acercó a mí, la agarré del brazo y la obligué a pararse un momento.
–¿Quieres algo?
–Tu tratas a Matt, ¿verdad?
–Esto... si. ¿Porqué?
–¿Sabes si está bien?
–Esta en su cuarto. Esta bien. ¿Porqué?
–¿Acaso él puede hacer lo que le dé la santa gana? ¿Tiene privilegios o algo?
–Matt lleva aquí mucho tiempo... y muchos de nosotros hemos aprendido que no hay que enfadarle demasiado.
–¿Os sobrepasa?
–Para nada. Pero hace unos meses mandó a uno de nuestros enfermeros al hospital y los principiantes le han cogido miedo.
–¿Y le dejasteis que se saliera con la suya?
–No... en realidad Jeff le... le rompió la nariz. Pero ya está mejor.– Arqueé las cejas.– Que conste que yo estoy en contra de pegar a los pacientes.
–Ah, así que ahora somos paciente. Según Jeff somos escoria, basura humana. Locos.
–No se como ese hombre sigue trabajando aquí...
–Lo mismo digo.
–Vamos tomate la medicación.– Dijo poniéndome la pastilla en la mano.
Miré a Adela y después me metí la pastilla en la boca e hice el gesto de tragar.
–Muy bien. Tengo que irme, hasta mañana.
Cuando Adela se dio la espalda escupí la pastilla bajo la mesa y la pisé.
–Que te lo has creído que voy a tomarme eso.
Minutos después nos llevaron a nuestros cuartos. El momento más placentero del día fue cuando me quede sola en mi cuarto. Bendito silencio. Bendita soledad. Me puse el pijama que habían lavado y dejado encima de mi cama, me metí en ella y por un momento me pareció que había vuelto a casa.
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La ultima guerrera de la luna
FantasySi creíste que el amor, el equilibrio, la justicia, la bondad, los sueños y la inteligencia eran cosa que nadie decidía, estabas equivocad@. Los guardianes nos ocupamos de inculcaros esos valores hasta los diez años, a partir de ahí es cosa vuestra...