Capítulo 20: Recuerdo una maravilla de sueño

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Narra Astrid:

Despertarse en la Tierra era diferente a despertarse en Alora. Allí despretarse con el sol era algo genial, pero aquí... molestaba lo suyo.

Quise esconderme bajo las sábanas y seguir durmiendo hasta poder despertar de esta pesadilla, hasta que el enfermero del otro día entró. Aquel rubito y delgado dejó el desayuno en el escritorio y después tiró de mis sábanas para levantarme.

–Vamos nueva. Arriba.

–Ya voy, ya voy.

Me levanté de la cama y me acerqué al desayuno mientras el enfermero se quedó junto a mi.

–¿Vas a traerme tú el desayuno todos los días?– Le pregunté.

–Me pagan por eso.

–¿Y no crees que estaría bien que me dijeras tu nombre? Yo me llamo Astrid.

–Ryan.– Dijo y me acercó la pastilla.–Ya sabes cómo funciona esto.

–Ya, ya, ya. El tratamiento de las pastillitas.– Dije y me la tomé.

–Perfecto. En un rato vendrán a buscarte para llevarte a la sala común.– Dijo comenzando a marcharse.

–¿Hoy no tengo la charla esa con Adela?

–Una vez cada dos días.

–Ah, vale.

–Termina de desayunar.– Dijo y se marchó.

Me senté en la mesa a desayunar y antes de beber, recordé lo que había soñado: había soñado con el día que que Miles y yo bailamos. Una sonrisa se me dibujo cuando lo recordé. Por un momento pude sentir a Miles a mi lado llamándome su estrella, y gracias a eso, tardé el doble en desayunar.

Al cabo de un rato, una enfermera vino para llevarme a la sala esa donde estuve ayer. Al llegar me abrió la puerta y entré sin dar ningún problema. No sé por qué busqué a Matt con la mirada. Puede que fuera por que era el único al que conocía allí, aparte de Adela y aunque nos llevaramos mal. Pero no estaba. Miré donde estuvo sentado ayer cuando llegué, pero tampoco.

–No te conviene sentarte ahí.– Escuché. Me di la vuelta y vi a una mujer con los ojos muy abiertos y un aspecto muy descuidado.

–¿Por que?

–Ahí se sienta Matt. Y ni a él ni a sus guardianes les gusta que le ocupemos el sitio.

–¿Sus... guardianes?

–Solo los ve él.

–Ya. Gracias por la información.– Asintió pero no sé movió de mi lado.– ¿Puedo hacer algo por ti?

–Quiero volver a ver las estrellas.– Dijo agarrándome del brazo.– Me encanta ver caer las estrellas. Tan blancas y frías...

–¿Te refieres a la nieve?

–¡Son estrellas!

–Vale, vale. Son estrellas, son estrellas.

Entonces, la puerta se abrió y Matt entró con Adela, la cual le agarró del hombro y le dijo algo antes de marcharse.

–Ya ha vuelto.– Dijo y se marchó.

Matt se fue al sillón que según aquella mujer era de su propiedad y yo fui hacia él.

–Te he visto hablando con Rosse.– Me dijo.– ¿Ya has hecho amigos?

–¿Estás utilizando a los guardianes en tu beneficio?

–A veces.

–La gente te tiene miedo. ¿Qué les has contado?

–Nada. Simplemente que mis guardianes pueden hacerles cosas horribles. Enviarles pesadillas... las odian.

–¿Pero tú eres idiota? Normal que te tomen por loco.

–No estoy loco. Lo sabes perfectamente.

–Además, los guardianes no enviamos pesadillas.

–Ya, pero ellos no lo saben.

–Eres odioso.

Matt repitió lo que le dije haciéndome burla, después se echó a reír, pero su risa se interrumpió por Jeff, que abrió la puerta de nuevo pegando voces.

–¿No tienes hambre?– Dijo y se levantó para ir a comer.

La ultima guerrera de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora