Narra Astrid:
Salí de allí sin ni siquiera mirar a Jeff, el cual soltó una pequeña risa burlona cuando pase delante de él, pero intenté calmarme y le ignoré.
Cuando llegué al comedor, cogí una bandeja, me puse en la fila para que me dieran la comida y cuando lo tuve todo fui a buscar una mesa libre. Había una al fondo del comedor, apartada, justo lo que quería, pero justo antes de empezar a comer, Matt se sentó en frente de mi.
–¿Qué haces aquí? No quiero ni verte.
–Me han dicho que tengo que socializar y contigo será más fácil que con el resto.
–Hum, ¿y eso por qué?
–Por que todavía puedo empezar de cero contigo. ¿Nos damos otra oportunidad?– Arqueó las cejas.
–Sin agresiones.
–Ni insultos.
–Ni peleas.
–Lo prometo.– Dijo alargando la mano hacia mi.
–Hecho.– Dije y estrechamos las manos.
–Guay. Hola, soy Matt.
–Hola Matt, soy Astrid.
–¿Sabes? Es una pasada poder hablar con uno de vosotros. Cuando cumplí los diez años, todos empezasteis a ignorarme.
–¿Cuantos años tienes ahora?
–Diecinueve.
–¿Y llevas aquí dentro desde los dieciocho?– Asintió.
–Al final acabas creyéndote que estás loco...
–¿Por eso tomas las pastillas?– No dijo nada.– ¿Para quedarte en la realidad?
–Me mantienen aquí.– Suspiró.
–Estas hecho un raro.– Arqueó las cejas como si se hubiera ofendido.
–Eh... no.
–Créeme que si, Matt. Los Humis sois raros.
–Lo que tú digas...– Dijo y bebió.
Seguimos comiendo sin decir ni una palabra y cuando terminamos, Matt se recostó en el respaldo de la silla.
Entonces vi que llevaba una cadena de oro.–No me había fijado en tu cadena.– Dije señalándome el cuello.
–Ah, bueno. Era de mi madre.
–¿No me dijiste que no conociste a tu madre?
–Y no la conozco.– Suspiró.– Me dejo en la puerta de un orfanato cuando era un recién nacido. Ni siquiera me dejó una nota para cuando creciera, solo la cadena.– Dijo tocándosela.
–Es muy triste, lo siento.– Se encogió en hombros.
–Siempre fui el "niño raro" del orfanato. Nunca conseguí gustarle a ningún padre y cuando cumplí los dieciocho me dieron la patada, que me buscara la vida. El resto ya lo sabes, desde entonces estoy aquí.
–Pero tu no tienes ningún problema. ¿Por que sigues fingiendo?
–¿Dónde voy a estar mejor que aquí? Tengo una habitación para mi solo, comida, ropa limpia... ¿Para que voy a irme?
–¡Por que no te mereces estar aquí!
–¿Y qué más da?– Suspiré.– ¿Te preocupas por mí?– Dijo sorprendido.
–Bueno, eres un Humi, y mi misión es que tengáis la mejor vida que podáis.
–No tenía una amiga desde los diez años.– Sonrió un poco.
–¿Y... Adela?
–¿Qué Adela?
–La enfermera. Adela Monroe.
–Ah, si. Ella me trata como si fuera mi hermana mayor desde que llegué.
–¿Seguro que solo como una hermana?
–¡Astrid!– Me reí.
–Era broma. Ella es mayor que tu.
–El amor no tiene edad. Pero no me gusta.
Por primera desde que llegué conseguí reírme un poco, aunque la historia de Matt me daba pena. Justo después una enfermera se acercó y nos dejó un par de pastillas en la mesa. Matt la cogió sin duda alguna, pero a mí me costó un poco más.
–Vamos, no es para tanto.– Dijo él.
–¿Seguro que no me hará nada malo?
–Tu solo mírame a mi. Llevo tomando esto y un millón de mierdas más desde hace un año, y estoy bien.
–Vale.
–Por la locura.– Dijo levantando el baso de agua para tomarse la medicación.– Que es la única que me ha dado una amiga.
–Por la locura.– Levanté el baso también con una pequeña sonrisa. Después los chocamos y tomamos las pastillas.
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La ultima guerrera de la luna
FantasíaSi creíste que el amor, el equilibrio, la justicia, la bondad, los sueños y la inteligencia eran cosa que nadie decidía, estabas equivocad@. Los guardianes nos ocupamos de inculcaros esos valores hasta los diez años, a partir de ahí es cosa vuestra...