Capítulo 31: Juego psicologícamente con Adela

32 5 0
                                    

Narra Astrid:

Matt tenía razón en cuanto a las pastillas. Me dejaron dormir toda la noche, tranquila y sin ninguna preocupación.

A la mañana siguiente abrí los ojos y seguía muy tranquila. El sol ni siquiera entraba por la ventana, todo estaba gris y el cristal seguía mojado por la tormenta de anoche.

–Buenos días.– Dijo Ryan entrando con el desayuno.

–¿Que tienen de buenos?

–Vaya ánimos, mujer.

–¿Podrías dejarme sola, por favor?

Ryan me miró aunque ni siquiera me había levantado de la cama, pero terminó marchándose. Aquella mañana disfrutaba realmente del silencio, me tranquilizaba.

Cuando pasó un buen rato, decidí que ya iba siendo hora de levantarme y desayunar. La comida se había enfriado un poco pero me daba igual. Dudé que hacer con la pastilla aquella vez, pero entonces me acordé de mis amigos. Ellos habían luchado durante mucho tiempo y yo no hiba a rendirme ahora así que renegué de ella y la tiré al fondo de mi cuarto.

Después de vestirme, unos enfermeros vinieron y me llevaron a la sala donde hablaba con Adela, pero ella no estaba por ninguna parte, es más, llegó diez minutos tarde.

–¿Dónde te habías metido?– Le pregunté en cuanto se sentó.

–El tiempo, cielo, que está horrible.

–No es el tiempo. Son mis amigos.– Adela suspiró e intentó hacer como si fuera lo más normal del mundo.

–¿A qué te refieres?

–Es la guerra. Los guardianes luchan por protegeros a vosotros y al Núcleo, pero vosotros no veis lo mismo que nosotros.

–¿Eh, que guerra?

–La que luchamos contra Discordia. ¿O acaso te crees que el mundo está así de mal por casualidad?

Adela apuntó un par de cosas como si fuera todo normal.

–No entiendo por qué apuntas tantas cosas si no me crees.

–Ayer hablé de tí con Matt, ¿sabes?– Dijo para cambiar de tema.

–¿A sí?– Le seguí el juego.

–Si, y me gustaría darte las gracias.

–¿Por qué?

–Por ser su amiga.– Sonrió.– No tiene a nadie más y sé que tú le estás ayudando mucho.– Sonrió.

–Ah, pues no hay de que. ¿Ya no crees que me gusta?

–No. Conozco a Matt desde hace mucho tiempo y no habla de ti cómo si estuviera enamorado.

–Aja...

–¿Qué?

–No, nada.– Me crucé de brazos.–¿Desde cuando le conoces?

–Pues... supongo que algo más que un año. Lo que lleva aquí.

–Hum... ¿seguro que no le conocías de antes?

–No. ¿Insinúas algo?

–No, nada.– Sonreí.

–Estas algo rara, ¿sabes?

–¿Yo, rara?– Me reí irónica.– Si solamente estoy loca, ¿no?

–Soy psicóloga. Se cuando intentas jugar con mi mente.– Dijo apoyándose en la mesa y después miró hacia el cristal.–Sacadla de aquí.

A los pocos segundos, la puerta se abrió y unos hombres me esperaron fuera. Yo me levanté dedicándole una última sonrisa a Adela y salí de allí.

A cada paso que daba hacia la sala común me sentía con más fuerza, más confiada. Era hoy, tenía que ser hoy.

Abrieron la puerta de la sala común y fui rápidamente hasta Matt.

–Hey, ¿estás mejor?– Dijo levantándose para recibirme.

–Genial. Pero, Matt, creo que ha llegado el momento.

–¿El momento para que?

–Tengo que escaparme de aquí.

Matt me miró muy serio y después se acercó un poco para hablarme más bajo.

–¿Sabes lo que nos puede pasar si nos pillan?

–No lo harán. Confía en mí.

–Y confío pero...

–No voy a pedirte que me acompañes si no quieres, pero yo tengo que hacer esto.– Dije mirando mi anillo.

–Estoy contigo, Astrid.– Dijo y le miré.– Hasta el final.

–Gracias Matt.– Sonreí.

–De nada. ¿Alguna idea?

–Eh... la verdad es que no.

–Bien. Por que yo si.– Sonrió – Tengo un plan.

La ultima guerrera de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora