Narra Astrid:
Esperaba que aquello fuera una pesadilla. Lo deseaba con todas mis fuerzas. Quería despertar en casa, con Miles a mi lado diciéndome "tranquila, estoy contigo". Necesitaba oírlo, pero algo en mi interior me decía que había sido real, demasiado real.
Cuando me desperté, vi una lámpara sobre mi cabeza que hizo que tuviera que apartar la mirada. Cuando me recuperé, eché un vistazo al lugar donde estaba: una habitación con poco más que la cama en la que estaba. A mi derecha había una ventana, con barrotes por fuera, cosa que me pareció extraño. Necesitaba frotarme los ojos para encajar todo lo que estaba pasando, pero algo me lo impedía. Intenté levantar las manos hasta que las miré y vi que las tenía atadas por unas correas a la cama.
–¿Qué...?– Dije e intenté soltarme una vez más.– ¡Eh! ¿Hay alguien ahí?
Pocos segundos después, la puerta que había en frente de mi se abrió, tras escuchar la cerradura varias veces.
La puerta se abrió y entró una mujer con una bata blanca, rubia, con el pelo recogido en una coleta y unas gafas que escondían unos ojos verdes.
–Hola.– Dijo sonriendo y acercándose con un porta papeles.– Soy la doctora Adela Monroe. ¿Cómo te llamas?
–Astrid.
–¿Astrid que más?– Apuntó mi nombre.
–Nada más. Solo Astrid.
–Muy bien...
–Ya. Oye, ¿dónde estoy?
–En el hospital.
–Ya, y por eso hay barrotes en la ventana, ¿no?– No dijo nada.– Ahora en serio: ¿dónde demonios estoy?
–En el psiquiátrico.
–¿Qué? ¿Y qué hago aquí? No estoy loca.
–Eso queremos saber.
–No era una pregunta. Era una afirmación.
–No es muy normal ir diciendo por ahí que tienes que tienes que volver a tu dimensión vestida con armadura.
–Pero es que es verdad.
–Pues cuéntame en lo que quieres ayuda y a lo mejor puedo hacer algo.
–Es Discordia. Quiere destruir el Núcleo de Alora y vosotros ni os enteráis. Por eso tengo que volver, ¡estamos en guerra!
–En guerra...
–Tienes que creerme.
–Bueno, la verdad es que ahora tengo que irme. Así que voy a llevarte a tu cuarto y mañana seguiremos con esto, ¿vale?
–¿Mi... mi cuarto?
–Si.– Dijo soltando me las correas.– Te advierto que como intentes algo, los guardas vendrán, y te aseguro que no será agradable.
Cuando me soltó las correas, vi que me apretaban más de lo que creía, y acabé frotándome las muñecas. Adela se acercó a la puerta y cuando vio que no la seguía, se giró.
–Vamos, muévete.
Me levanté de la cama y lo primero que noté es que iba descalza. El suelo estaba frío y eso me hizo mirara hacia abajo y vi que llevaba una especie de pijama.
–¿Dónde está mi ropa?
–¿De verdad te creías que íbamos a dejarte ir por ahí vestida de esa manera?
–¿Y esto es mejor opción?
–Vamonos.
Seguí a Adela por los largos pasillos por los que de vez en cuando se escuchaba alguna risa enloquecida o un grito inhumano.
–¿Qué es eso?
–Nada de lo que preocuparte. No te harán daño si no les haces nada.
Seguimos caminando hasta que al final del pasillo, Adela abrió una puerta y me dejó pasar a una habitación gris con una cama y pocas cosas más. Aunque había un detalle que no me gustaba:
–¿Por que no hay ventanas?
–No podéis tener ventanas. Os podríais escapar. No podemos arriesgarnos.
–¿Qué? Yo necesito ventanas, prometo que no me escaparé. ¡Necesito ver las estrellas y la luna!
–De momento te quedas aquí.
–Adela.– Dije ya a la desesperada.–Lo necesito. Por favor...
No respondió al principio.
–Veré lo que puedo hacer. Pero de momento te quedas aquí.
–Gracias.
Adela se marchó y cerró la puerta con llave. Aquello parecía una celda y la falta de ventanas lo empeoraba, aunque lo que ocupaba mi mente principalmente en ese momento era que estaba atrapada en el mundo Humi.
Narra Miles:
Cuando Discordia me dejó inconsciente, pensé que ya no tenía nada que hacer pero para mi sorpresa, no había muerto.
Cuando me desperté dolorido, creí que estaría en medio de una de las calles de Londres o en casa, pero no. Estaba en una de las salas del palacio, con Moon sentada a mi lado.
–¿Moon?– Dije incorporándome un poco.– ¿Que ha pasado?
–Te encontraron en el callejón medio inconsciente.
–Aaahh... La culpa la tiene...
–Discordia. Lo sé.
–Vale. ¿Dónde está Astrid?
–Ven conmigo. La reina quiere hablar contigo.
Seguí a Moon hasta la sala del trono, lugar donde no solía ir a menudo. Lo teníamos prohibido, y cuando vi por primera vez el Núcleo me bloqueé, después Moon cerró la puerta dejándome solo con la reina y volví a la realidad.
–Miles. Ven aquí.– Me acerqué en silencio hasta la reina.– Me han dicho que has visto a Discordia.
–Mas bien me ha pegado una paliza.
–¿Y como es en la batalla?
–Dura de pelar. Casi ni la toqué. ¿Dónde está Astrid?
–Sera mejor que os pongáis a entrenar si queremos alcanzarla.
–¿Va a contestarme alguien de una vez?– Dijo un poco más alto de lo normal.– Perdón.
–¿Qué quieres saber, Miles?– Suspiré.
–¿Dónde está Astrid?
La reina sacó una pequeña esfera de cristal y me la dio.
–Funciona igual que vuestras pantallas. Piensa en ella y te la enseñará.
Desconfiaba un poco por qué nadie me decía dónde estaba Astrid. Miré la esfera y en ella apareció una imagen de Astrid en pijama, encerrada en no se donde y flipé.
–Discordia es capaz de crear portales rasgando las dos dimensiones. Empujó a Astrid por uno de ellos y... creo que está en un psiquiátrico.
–¡Pues vamos a buscarla y la traemos de vuelta! Tenemos un portal, no es tan difícil.– Dije un poco agobiado.
–Discordia a inutilizado todos nuestros portales. No podemos cruzar.
–¿¡Qué!? ¿Y-y que hacemos? No podemos dejar a Astrid allí.
–Y no lo haremos. Estamos intentando arreglarlo, pero si no... esperemos que Astrid pueda volver por su propio pie.
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La ultima guerrera de la luna
FantasiSi creíste que el amor, el equilibrio, la justicia, la bondad, los sueños y la inteligencia eran cosa que nadie decidía, estabas equivocad@. Los guardianes nos ocupamos de inculcaros esos valores hasta los diez años, a partir de ahí es cosa vuestra...