Si creíste que el amor, el equilibrio, la justicia, la bondad, los sueños y la inteligencia eran cosa que nadie decidía, estabas equivocad@. Los guardianes nos ocupamos de inculcaros esos valores hasta los diez años, a partir de ahí es cosa vuestra...
Al llegar a la Tierra al principio no supimos que hacer, luego decidimos hacer lo que nos habían dicho y nos repartimos por la ciudad.
Miles y yo paseábamos por uno de los barrios menos frecuentados en Londres, arcos en mano preparados para cualquier cosa.
–No creí que pasaríamos nuestro aniversario así.
–La guerra es dura.
–Hablas como Moon.– Me miró.
–No lo hago queriendo, es solo que...
–Es mucho tiempo entrenando como para no creértelo. Ya...
–Solo quiero que todo vuelva a ser como antes.
–Lo será. Te lo prometo. Y tendremos el mejor aniversario del mundo.– Dijo besándome el cuello.
–Miles, que se por donde vas...
–Déjame disfrutarte un poco, mi estrella.
–¡Oh! ¡Qué parejita más entrañable!– Escuchamos de repente, y como no nos sonaba la voz, ambos nos tensamos y nos pusimos espalda contra espalda y preparamos los arcos.
–¿Has oído eso?
–Pues claro que sí.
Entonces, por el callejón que había junto a nosotros, comenzó a salir humo negro hasta que comenzó a formarse y se convirtió en una mujer.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
–Discordia...– Dije en un susurro.
–Ah, si se acuerda de mi la soñadora. Cómo disfrute con tu pesadilla.
–¿Cómo has llegado tan rápido?
–Solo he venido a verte. No podría aguantar mucho más lejos de mis Hadas Oscuras.
–No se te ocurra tocarla.– Le dijo Miles poniéndose delante de mi.
–No creí que fueras tan mono en persona, pero fíjate, tu novia tiene buen gusto y todo.
Miles se estaba enfadando muchísimo, se lo notaba por qué cuando se enfada se pone rojo, y ahora estaba rojisimo. Tanto que disparó una flecha que Discordia paró con su mano a escasos centímetros de su pecho y ella comenzó a reír.
–No te lo tomes a mal, chico. Pero esto ha sido patético. Me esperaba que durante todo este tiempo hubierais mejorado algo más.
–¿Por que estás aquí?– Intervine yo.– ¿Es algún motivo no especial o solo por tocar las narices?
–Me tienta decir la opción de tocar las narices, pero en realidad, he venido a hacer realidad tu deseo, Astrid.
No sabía de lo que hablaba. Me había dejado helada, al igual que Miles, solo que él me miraba y yo miraba a Discordia.
–No sé de qué me hablas.
–Claro que lo sabes: tu deseo de ser Humi.
–¿Astrid...?
–Yo jamás he deseado eso.
–Pues yo creo que si. Antes de que la pobre Alma muriera. Pensaste que te gustaría ser una Humi y poder tener pesadillas sin que pasara nada.
–¿Es eso cierto?– Me dijo Miles mirándome a los ojos y cogiéndome del brazo.
–Yo... ¡solo fue un pensamiento!
–Un pensamiento que puedo hacer realidad.– Dijo y apareció una espada en su mano.
–Por encima de mi cadáver.– Dijo Miles sacando un cuchillo que llevaba atado a la pierna y se abalanzó sobre Discordia.
–Si insistes...
Discordia detuvo los ataques de Miles sin apenas mirarle. Se notaba que ella seguía estando a años luz en cuanto a experiencia en la batalla se refiere. Pero Miles no cesaba. Seguía y seguía sin importarle cuántas veces caía, hasta que Discordia le dio un puñetazo en la cara que le tiró y le alejó varios metros de donde estaba ella dejándole medio inconsciente.
–Te toca, soñadora.– Me dijo haciendo girar su espada.
Yo estaba preparada para cualquier cosa, pero en vez de venir hacia mi, lanzó un tajo al aire por el cual me agaché y detrás de mi se abrió una especie de portal. Lo extraño era que tras el portal seguía viéndose la misma calle, como si no hubiera hecho nada, cuanto más lo miraba, menos lo entendía.
–Feliz aniversario.– Escuché como me susurraba al oído y se me erizaron todos los pelos de la nuca. Después, y antes de que pudiera girarme para ver a Discordia por última vez, me empujó hacia el portal.
Caí de bruces al suelo y cuando me giré, el portal se estaba cerrando. No me dio tiempo a reaccionar. Y cuando se cerró del todo, dejé de ver a Discordia, pero no solo a ella, también dejé de ver a Miles. Fue entonces cuando empecé a asustarme.
Salí corriendo de aquel callejón para intentar ver a alguien conocido y sentirme mejor, pero no conseguía ver a ningún guardián. Aunque lo peor de todo fue cuando un chica se chocó conmigo. ¡¡Me vio!!
–Lo siento, culpa mía.– Dijo y se marchó corriendo.
–¡Eh, espera!– Dije y fui tras ella.– ¿Puedes verme?– Me puse delante de ella.
–Eh... claro.
–¡NO! ¡Se supone que no puedes verme! ¿¡Por que me ves!?
–¿Ocurre algo?– Dijo un policía acercándose.
–¿Usted también me ve?
–Señorita, ¿se encuentra bien?
–¡No! ¡No estoy bien! Usted no lo entiende. Tengo que volver a mí dimensión.– Dije y la gente comenzó a mirarme raro.
–Creo que necesita ayuda.– Dijo intentando acercarse.– Será mejor que venga conmigo...
–¡No pienso ir a ninguna parte!– Dije intentando alejarme, pero aparecieron más policías y me rodearon.– ¡Que nadie me toque!
Comencé a gritar y a intentar apartar a los policías de mi, pero al final consiguieron agarrarme de los brazos y después sentí que me clavaban algo en el brazo. Después todo se volvió negro.