Narra Astrid:
Los siguientes días fueron extraños. Todos los guardianes nos quedamos en el palacio mientras nos recuperábamos y los que podían mantenerse en pie sin ayuda de nadie, ayudaron a reconstruir la ciudad.
Yo me quedé en el palacio la mayoría de los días. Todo el mundo seguía mirándome y me felicitaba por haber acabado con Discordia, pero yo me sentía como si fuera un fantasma. La reina quería enseñarme a usar mi nuevo poder antes de que lo usará ante nada, pero me sentía incapaz de hacer cualquier cosa. Cómo si estuviera muerta en vida.
Mis amigos me ayudaron a sobrellevar mi tristeza. Cada vez que cerraba los ojos podía ver a Miles tirado en el suelo y mirándome con unos ojos verdes que perdían brillo poco a poco... mis amigos me ayudaron a volver a la realidad, pero yo no quería volver del todo.
Una semana más tarde o así, la ciudad estaba de nuevo en pie, mucho más luminosa que antes. Aquella tarde, las chicas y yo paseábamos por las calles reconstruidas hasta que llegamos a mi antigua casa.
–Los chicos y nosotras la decoramos para ti.– Dijo Davina.
–¿Te ves preparada para entrar?– Me preguntó Charity.
–No lo sé... Pero quiero hacerlo.
Las chicas no se acercaron más que yo, que me adelante hasta la puerta y la abrí. Era exactamente igual, era como si nada hubiera cambiado. Entré del todo y lo observé una vez más, era tan real que parecía que en cualquier momento Miles saldría del baño y vendría hacia mi.
–Es como si no hubiera pasado nada.– Dije sentándome en la cama.
–No es por presumir, pero hemos hecho un trabajo increíble.– Dijo Davina.
–Un poco si estás presumiendo.
–Chicas yo... no sé qué decir. Gracias, de verdad pero... pero no sé si estoy preparada para volver a una vida así sin Miles.
–Lo entendemos, pero cuando estés lista, podrás volver como si nada.
–Os lo agradezco mucho, pero nunca será lo mismo sin Miles.– Dije saliendo.
Cuando todo volvió más o menos a cómo era antes, la reina nos convocó a todos los guardianes en el auditorio.
–Antes de empezar, quiero daros las gracias a todos vosotros por todo lo que habéis hecho por Alora. Ahora el Núcleo está a salvo, el mundo está a salvo y vosotros estáis a salvo. Las cosas se están arreglando y dentro de poco, todo quedará en un simple recuerdo.– La reina suspiró.– Sé que habéis perdido a mucho amigos en esto, y gente que pensabais que no podría acabar así. El destino es algo que no podemos controlar, pero aquellos guardianes no serán olvidados. Os comunico que cada guardián caído tendrá su propia estatua honorífica en los pasillos del palacio.– La gente aplaudió y algunos de ellos lloraron.– Una vez más gracias por vuestro sacrificio, no ha sido en vano. Sentios orgullosos.
Todos los guardianes se levantaron para marcharse, pero antes de irnos, la reina nos dijo que quería hablar con todos los soñadores en nuestra sala. Al llegar, todos nos sentamos frente a la reina. Ya nos hacíamos una idea de lo que nos iba a decir.
–Supongo que todos sabéis por qué estamos aquí.– Comenzó.– La verdad es que hace muchísimos años que no teníamos que elegir a un nuevo Guardián Mayor, pero ahora vosotros debéis decidir entre vosotros, quien será vuestra próximo líder.
Nadie dijo nada por un momento, hasta que del fondo, escuchamos a alguien pronunciar un nombre:
–Astrid.
En cuanto giré la cabeza para ver quién me había propuesto para ser Guardiana Mayor, vi a Aries de pie mirándome.
–¿Perdona?
–Admitamoslo. Ella es una Guerrera de la Luna, es la más fuerte de nosotros y sinceramente creo que ella se merece más que nadie ser Guardiana Mayor. Creo que nadie va a llevarme la contraria, ¿no?– Dijo cruzándose de brazos.
Estaba flipando. Aries, el chico que me había hecho la vida imposible durante años, que me odiaba, ahora había dicho que me quería como su líder. ¡Y todo el mundo estaba de acuerdo!
–Pues si estás de acuerdo, Astrid...
–No.– Dije levantándome y salí de allí.
No quería ser Guardiana Mayor. No podía. Para empezar por que no me veía como líder y por qué la única que veía como guardiana de los soñadores era Moon. Salí enfadada a uno de los balcones de nuevo, se había hecho de noche y ahora había un montón de nuevas estrellas.
–Supuse que estarías aquí.– Dijo la reina acercándose.
–Es inútil que intente convencerme magestad, no seré una Guardiana Mayor.
–No estás pensando con claridad, Astrid.
–¡Pues claro que sí! Lo que pasa es que todo el mundo quiere que sea quien no soy.
–Pues yo creo que si puedes serlo.– La reina se acercó un poco.– Normalmente, esto rompería las reglas, pero creo que debes quitártelo de encima.
–¿A qué se refiere?
La reina alzó la mano hacia las estrellas como si fuera a cogerlas. Entonces, una de ellas pareció caer hasta nosotras y se transformó en una figura humana, trasparente como un fantasma y hecha de pequeños destellos de luz. La figura fue tomando forma hasta convertirse en Miles.
–¿Qué...?
–Hola Astrid.– Dijo sonriente. Era él, la misma voz, los mismos ojos verdes...
–¿Pero como es posible...?
–Es el alma de Miles.– Me explicó la reina.– No podéis tocaros pero creo que debéis hablar.
–Yo... yo... no sé qué decir.– Dije a punto de llorar.– Te hecho muchísimo de menos.
–Lo sé. Te veo y te escucho todos los días desde que me fui, y sé que no estás bien.
–¿Y sabe también lo de...?
–¿Qué eres una Guerrera de la Luna y que te quieren como Guardiana Mayor? Si, lo sé. Y estoy orgulloso de ti.
–No sé qué hacer. Desde que te fuiste, soy incapaz de tomar decisiones.
–Mi estrella, sé que es duro pero tienes que olvidarte de mí y seguir con tu vida, te mereces ser feliz. Y yo también creo que eres la única que puede ser Guardiana Mayor en estos momentos. Eres lista, te preocupas por los demás, poderosa...
–¡No! ¡Yo no quiero olvidarme de ti!
–Astrid, no me habría puesto en medio si no supiera la capacidad de tu auténtico poder. Mientras estuviste en la Tierra, investigué sobre los Guerreros de la Luna, y sabía que tú lo serías.
–¿Enserio crees que puedo serlo?
–Te dije que eres la única que podías acabar con Discordia, ¡y lo fuiste! Ahora puedes ser Guardiana Mayor.– Sonreí.– Puedes hacerlo, mi estrella.
–Voy a echarte muchísimo de menos.
–No más que yo a ti.– Dijo e hizo el amago de acariciarme la mejilla.– Siento tantísimo haberte dejado... pero no podía dejar que te hicieran esto.
–No te preocupes, Miles...
–Pero tengo que irme ya.
–¿Ya?
–Perdoname.
–No pasa nada... Te quiero mucho, Miles.
–Y yo a ti, mi estrella.
Después de eso, las estrellitas que formaban su forma volvieron al cielo.
–¿Te sientes mejor?– Me preguntó la reina y asentí.
–Esta bien.– Me giré hacia ella.– Acepto ser la Guardiana de los Soñadores.
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La ultima guerrera de la luna
FantasíaSi creíste que el amor, el equilibrio, la justicia, la bondad, los sueños y la inteligencia eran cosa que nadie decidía, estabas equivocad@. Los guardianes nos ocupamos de inculcaros esos valores hasta los diez años, a partir de ahí es cosa vuestra...