Narra Astrid:
El plan de Matt no estaba saliendo exactamente como lo habíamos planeado, pero lo importante es que estaba saliendo.
Cuando me llevaron a mi cuarto y abrieron la puerta me las arreglé para poder poner el plástico en la cerradura de la puerta. Les pegué a cada uno una patada en la espinilla con lo cual obtuve un par de segundos donde pude poder poner el plástico. Luego por supuesto recibí lo mío, claro, pero valió la pena.
Esperé en mi cuarto hasta que la noche entrara por completo para que todo el mundo desapareciera del pasillo y para recuperarme de la paliza que me dieron. Todo se quedó en completo silencio y fue entonces cuando supe que tenía que actuar.
Me acerqué a la puerta y apoyé la oreja para asegurarme de que lo había nada. Y efectivamente, así era.
–Por favor, que funcione.– Dije antes de intentar abrir la puerta.
Apoyé ambas manos en ella y empujé. Me sorprendió lo fácil que conseguí abrirla. Salí al pasillo con cuidado de no hacer mucho ruido y después cerré la puerta. Comprobé que tenía la tarjeta y comencé a buscar la habitación de Matt.
Si no recordaba mal, estaba lejos de la mía, y cuando creí que había encontrado la puerta di un par de golpes, pero no muy fuerte.
–¿Matt?– Dije no muy alto.– ¿Estás ahí?
Nada, no contestaba.
No podía arriesgarme a perder más tiempo, así que pasé la tarjeta por la barra metálica de la puerta y se abrió. Empujé la puerta y entré como un rayo, pero me quedé helada ante lo que vi: Matt estaba tirado en su cama con un par de tubos dentro de su nariz, pálido, despeinado y con los ojos amoratados.
–¿Matt? ¿Qué te ha pasado?
–Astrid.–Dijo intentando levantarse pero le dio una arcada.
–Eh, tranquilo, ¿vale? No te levantes.
–¿Qué no me levanté? Tenemos que irnos.
–Pero si estás fatal. ¿Ha sido Jeff?
–En parte.– Dijo y se quitó los tubos forzosamente.– ¡Ah! Es la mierda de la medicación está, la que me deja como un zombie. Anda, vámonos.
–¿Seguro que puedes?– Le pregunté y se levantó
–Claro que si... Necesito salir de aquí.
–Muy bien. Pues andando.
Matt y yo salimos de su cuarto y comenzamos a buscar la salida, hasta de repente, vi una cámara en la esquina de un pasillo.
–¡Para, para, para, para!– Dije deteniéndole.– ¡Hay cámaras!
–Si, en todos los pasillos.
–¿¡Y me lo dices ahora!?
–Tranquila, el que se ocupa de las cámaras, Jou, es como un oso.
–¿De grande?
–No. Iverna durante todo el invierno. ¡Vamos!– Dijo todavía un poco ido, me cogió del brazo y salimos corriendo.
Encontramos la puerta principal y la abrimos con la tarjeta sin problemas, pero cuando tiramos de ella, vimos a Adela y los tres nos quedamos en el sitio.
–¿Qué haces aquí?– Le preguntó Matt.
–¿Y vosotros? ¿Os habéis escapado?
–Yo te lo avisé.
–Si os ven fuera de vuestros cuartos ¡os matan! Venga, vámonos.– Dijo cogiendo a Matt de la muñeca para tirar de él.
–¿Qué? ¿A dónde?
–Tenéis que salir de aquí.– Me miró.– Astrid, Lizzy me ha abierto los ojos. ¡Tenías razón! ¡En todo!
–¡Aleluya!– Dijo Matt mareado.
–No podéis seguir por aquí. ¡Vamos!– Dijo y echó a correr con nosotros detrás de ella.
No tenía ni idea de a dónde nos llevaba Adela, pero prefería eso a encontrarnos con Jeff. Mientras corríamos, Matt no dejaba de mirar a todas partes. Se notaba que hacía mucho que no salía al exterior.
–¿Cómo sienta volver a la calle?
–De maravilla.– Sonrió ampliamente.
–Te sangra un poquito la nariz.– Dije y él se limpió.
Seguimos corriendo. La luna estaba en lo más alto y cuando miré al cielo vi tres estrellas nuevas y me asusté.
Al rato, llegamos a una zona residencial y Adela entró en una de las casas, pero Matt la detuvo antes de abrir la puerta principal.
–¡Eh! ¿Se puede saber a dónde vamos? Esto es allanamiento de morada.
–Que va. Es mi casa.
Matt y yo nos miramos mientras Adela abría la puerta y después nos hizo un gesto para que entraremos.
–¡Lizzy, ya he vuelto!
En cuanto cerramos la puerta, Lizzy apareció por el pasillo y cuando me vio abrió la boca y los ojos.
–¿Astrid?– Dijo con su dulce voz.– ¿Estas aquí de verdad?
–Si, cielo.
–¡Bien!– Gritó y corrió a abrazarme.
–Eh...– Dijo Matt muy, muy sorprendido.– ¿Y esta niña?
–Es mi hija, Lizzy.
–¿Tienes una hija?
–Si.
–¿Y tú quien eres?– Preguntó Lizzy cuando me levanté con ella en brazos.
–Él es Matt.– Dijo Adela.– Es un amigo de mama.
–Eres muy guapo.
–Eh, gracias. Tú también eres muy mona.
–¿Estás malito?
–Un poco.
–¿Podríamos ir al grano?– Dije.– ¿Por que nos ayudas?
–Astrid, lo siento. Entiende que cuesta de creer... pero, Lizzy comenzó a hablarme de Miles y de los guardianes y... no sé, todo cobró sentido de repente.
–¿Hiciste eso?– Le pregunté a la niña y asintió.
–Si no os importa...– Dijo Matt, apoyado en la barandilla de la escalera.– No me encuentro bien.
–¿Pero no tenemos que llevarte a casa?
–Ahora mismo deben de estar peleando. Será... será mejor que vuelva por la mañana...– Dije con rabia.– Y que descansemos ahora.
–Si, por que yo no puedo mantenerme mucho más de pie...– Dijo Matt y Adela le cogió antes de que se cayera.
–Venid conmigo, arriba hay habitaciones de sobra.
Adela cogió a Matt y le ayudó a subir las escaleras mientras yo subía a Lizzy.
–¿Seguro que es solo un amigo de mama?– Me dijo un poco insegura.
–Ay cielo. No, en realidad no. Pero yo no debería decirte esto.
–¿Por qué?
–Dale tiempo a tu madre y todo saldrá a la luz. Y ahora vámonos todos a dormir. Ha sido un día largo.

ESTÁS LEYENDO
La ultima guerrera de la luna
FantasySi creíste que el amor, el equilibrio, la justicia, la bondad, los sueños y la inteligencia eran cosa que nadie decidía, estabas equivocad@. Los guardianes nos ocupamos de inculcaros esos valores hasta los diez años, a partir de ahí es cosa vuestra...