Capítulo 37: La reina me da una mala noticia

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Narra Astrid:

El viaje apenas duraba unos segundos. El portal brillaba con mucha intensidad, por eso cerré los ojos cuando entré y los abrí cuando pisé tierra firme. Al abrir los ojos, vi El Salto, El Puente y el camino hacia nuestra ciudad. Sonreí al ver que había funcionado.

Antes de dar ni siquiera dos pasos, unos seis guardianes aparecieron por todas partes apuntándome con toda clase de armas y gritando que levantará las manos. Entre ellos estaban Davina y Charity, que cuando me reconocieron ordenaron bajar las armas a todo el mundo. Estaban completamente cambiadas, como si la guerra las hubiera hecho mayores. Sus expresiones eran firmes y a pesar de que estuvieran llenas de heridas, me alegraba volver a mis amigas.

–¿Astrid?– Dijo Charity acercándose unos pasos.– ¿Eres tú de verdad?

–Si.– Dije aliviada y sonriendo.

Ellas también sonrieron y corrieron a abrazarme.

–Dios, no puedo creerme que estés aquí de verdad.– Dijo Davina.

–Te hemos echado tanto de menos...

–Yo también a vosotras chicas.

–¿Estas bien? ¿Te han hecho algo en El Otro lado?

–No, no. Tranquila. Estoy bien, muy bien.

–Estas muy guapa.– Me dijo Davina.–  La ropa Humi te sienta muy bien.

–Gracias. ¿Y vosotras? ¿Cómo estáis?

–Hemos tenido tiempos mejores.– Dijo Charity bajando la mirada.

–Chicas tengo tanto que contaros y preguntaros...

–Y lo harás, pero ahora tenemos que llevarte con la reina.– Dijo Davina y ambas me agarraron de las muñecas para llevarme.

Por el camino, mucha gente me vio, celebró mi vuelta y se unían a nosotras como si fuera un desfile. Antes de llegar a palacio, escuchamos a un grupo de guardianes acercarse por una calle paralela con alguien dando algunas órdenes.

–Quiero que todos los guardianes que puedan volar se mantengan arriba cuidando las torres más altas y los más veloces al frente de...

No conocí la voz de aquel guardián hasta que dobló la esquina con todo su grupo. Entonces me di cuenta de que el que hablaba, dirigía y ordenaba era Miles. Cuando dobló la esquina y me vio se paró en seco y dejó de respirar por un momento.

Todo el mundo presente en aquel momento tuvo la misma reacción que Miles, menos yo, que sonreí al verle. Él también estaba cambiado: estaba más fuerte y tenía el pelo más corto. A pesar de ser imposible para un guardián como él, parecía un adulto.

–¿A-astrid?– Dijo con un hilo de voz.

–Hola Miles.

Miles volvió a respirar con normalidad y como si hubiéramos estado ensayando, ambos corrimos hacia el otro y nos abrazamos como si no hubiera un mañana.

–Estas aquí. Estas aquí. No me lo puedo creer.– Decía él todo el rato.

–Te he echado tanto de menos.

–He soñado tantas veces con esto que...– Dijo y se separó poniendo sus manos en los mejillas como si hubiera tenido una revelación.– Esto es real, ¿no?

–Pues claro que sí.

Miles se rió y después me besó. Me besó como nunca antes me había besado nadie en mi vida, y solamente paramos cuando necesitamos coger aire.

–¡Que romántico!– Dijo Davina.

–No sabes cuánto te he echado de menos.– Le dije apoyada en su frente.

–Mejor no te cuento cómo lo he pasado yo sin ti.

–Sé que esto es realmente romántico y tal, pero deberíamos llevar a Astrid ante la reina, ¿no creéis?

–Oh, si claro. Que idiota he sido.– Dijo Miles.– Perdonad por alegrarme de recuperar a mi novia.

–Miles céntrate un poquito, ¿quieres?– Dijo Davina chasqueando los dedos delante de sus ojos.

–Davina, sé perfectamente lo que tengo que hacer ¿vale? Yo la acompañaré.

Miles me pasó el brazo por encima del hombro y me obligó, en cierto modo, a caminar deprisa junto a él hacia palacio.

–¿Miles que pasa? No entiendo nada.

–Tranquila, la reina dijo que cuando volvieras quería hablar contigo nada más llegar.

–Todo el mundo está muy nervioso. Y tú también.

–Lo sé y siento que esto esté pasando tan rápido, pero no tengo más remedio. Te prometo, mi estrella, que cuando hayamos terminado tendremos tiempo para estar solos.

En pocos minutos llegamos a palacio, donde fuimos a la sala del trono. En ella estaba la reina sentada en su trono y cuando nos vio llegar, se levantó y se acercó.

–¿Astrid? ¿Has vuelto de verdad?

–Si, señora.

–Gracias al cielo. Miles, déjanos solas, por favor.

–¿No podría...?

–Ahora no. En cuanto termine, la llevaré con Moon. Ya sabes lo que tienes que hacer.

–Si señora.– Dijo muy serio y luego me dio un beso en la mejilla.– Nos vemos luego.– Me susurró.

Miles salió trotando de allí y cerró la puerta dejándonos solas.

–¿Cómo te encuentras?– Me preguntó.

–Bien, bien...

–No pareces estarlo.

–He vuelto a la guerra, no me parece momento de montar una fiesta.

–Sin embargo has vuelto a casa. No lo olvides.– Asentí.– ¿Cómo está el mundo?

–No creen en que esto esté pasando. Piensan que es cosa de la naturaleza y que con paciencia todo se arreglará.

–Es lo mejor que pueden pensar.

–¿Y qué pasa con nosotros? ¿Cómo vamos?

–Discordia ha encontrado la forma de llegar a Alora.

–¿¡Que!? ¡Pero eso es una catástrofe!

–Todavía no está todo perdido. Debemos proteger el Núcleo hasta el final.– Dijo mirándolo.

–Lo sé majestad, pero la situación es peor de lo que pensaba.

–Todavía no has visto lo mucho que hemos mejorado, Astrid. Lo harás esta noche.

–¡Pero...!

–Nada de peros. Tienes algo más importante que hacer ahora.

–¿El que?

–Moon, lleva esperándote desde que te fuiste.– Dijo triste.

–¿Le ha pasado algo?

–Mejor que lo veas tú misma...– Dijo y ambas salimos de la sala del trono.

La ultima guerrera de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora