Minato Namikaze se arrodilló en el suelo de piedra al lado de su camastro e inclinó la cabeza para su oración vespertina. Su mano se deslizó al pequeño colgante de madera del Sabio de los Seis Caminos colgada de un trozo de cuero alrededor de su cuello y su pulgar frotó una trayectoria familiar en la ahora lisa superficie.
Por varios minutos susurró las palabras que había recitado desde que era un niño para luego terminar como lo hacía siempre.
Por Kami. No dejes que me encuentre.
Se incorporó del suelo, sus rodillas raspando las piedras irregulares. El sencillo yukata marrón que llevaba señalaba su lugar junto al de las sacerdotisas. Aunque había estado aquí mucho más tiempo que las demás nunca había tomado los votos que completarían su viaje espiritual. Nunca fue su intención. Además, él no era mujer como las demás en el templo, sólo se hacía pasar por una para ocultarse.
Se acercó a la palangana de la esquina y vertió el agua de la jarra. Sonrió humedeciendo un paño mientras las palabras de la Suma Sacerdotisa Shion llegaban flotando a su mente.
La limpieza te aproxima a los dioses.
Se limpió la cara y empezó a quitarse el yukata para extender su aseo, cuando oyó un estrépito terrible. Asustado, dejó caer el paño y se giró para mirar la puerta cerrada. Entonces se impulsó a la acción, corrió y la abrió, empujándose al pasillo.
A su alrededor, las otras sacerdotisas también llenaban el hall, sus murmullos consternados en aumento. Un fuerte eco resonó en el corredor de la entrada principal del templo. Un grito de dolor seguido de un bramido y el corazón se le congeló.
¡La Suma Sacerdotisa Shion!
Minato y el resto de las sacerdotisas corrieron hacia el ruido, mientras que algunas quedaban rezagadas, otras marcharon decididamente hacia adelante. Cuando llegaron a la capilla se dominó, paralizado por la visión ante él.
Los guerreros estaban por todas partes. Había al menos veinte, todos vestidos con indumentaria de batalla, sus caras sucias, el sudor empapando sus cabellos y su ropa. Pero no había sangre. Desde luego, no venían pidiendo asilo o ayuda. El líder sostenía a la Suma Sacerdotisa por el brazo, e incluso a la distancia, podía ver el rostro de Shion desfigurado por el dolor.
—¿Dónde está el doncel? —preguntó uno de ellos con voz fría.
Minato dio un paso atrás. El hombre tenía una mirada fiera. Malvada. Sus ojos irradiaban furia como una serpiente esperando para atacar. Sacudió a la Suma Sacerdotisa cuando esta no respondió, agitada entre sus garras como una muñeca de trapo.
Minato cerró los ojos y murmuró una rápida oración. Las sacerdotisas se reunieron a su alrededor y también ofrecieron sus plegarias.
—No está aquí—jadeó Shion—. Ya le he dicho que el doncel que buscan no está aquí.
—¡Miente! —rugió.
Miró hacia el grupo de sacerdotisas, su mirada parpadeaba fríamente sobre ellas.
—Minato Namikaze. Dime dónde está.
Minato estaba helado, el miedo creciente bullendo en su estómago.
¿Cómo le habían encontrado? Después de todo este tiempo. Su pesadilla no había terminado.
De hecho, apenas acababa de empezar.
Sus manos temblaban tanto que tuvo que esconderlas en los pliegues de su yukata. El sudor anegaba su frente y, sus entrañas se contraían.
Tragó saliva, deseando no vomitar. Ante la falta de una respuesta el hombre sonrió, esto hizo que sintiera un escalofrío a través de su columna. Sin dejar de mirarlas, levantó el brazo de la Suma Sacerdotisa de modo que estuviera a la vista de todas. De modo insensible inclinó su dedo índice hasta que se oyó el chasquido del hueso al romperse.
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Enamorado de un Uchiha
RandomMadara Uchiha, el mayor de los hermanos Uchiha, es un guerrero decidido a vencer a su enemigo. Ahora, sus hombres están listos y preparados para recuperar lo que es suyo, hasta que un seductor doncel rubio y de ojos azules es arrojado sobr...