Capítulo 16

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Minato puso sus manos sobre el pecho de Madara para mantener el equilibrio, de lo contrario se habría caído bajo el implacable asalto a sus sentidos.
Suspiró y se apoyó más en el beso sin siquiera protestar cuando Madara deslizó su lengua sensualmente sobre su labio inferiorpara persuadirle de separar los labios.

Madara podría no ser experto en el amor, pero podría ahogarse en sus besos.

Tal vez Madara estaría dispuesto a seguir besando y renunciar al resto.

—Bésame tú también—murmuró—. Abre tu boca. Déjame saborearte.

Sus palabras se deslizaron como terciopelo sobre su piel.

Minato se estremeció cuando Madara deslizó su mano sobre el kimono hasta sus pezones y estos se irguieron bajo su tacto.

Un dolor se inició en las profundidades de su cuerpo, en lugares que no podían mencionarse.

¿Cómo era capaz ese hombre de incitar tal respuesta en su cuerpo cuando lo único que estaba haciendo era besarle?

Sus manos se deslizaron hasta su cintura y luego más arriba, sobre sus hombros y cuello, hasta enmarcar su rostro.

El calor de su toque le quemó.

Se sentía como si fuera a tener marcas permanentes de sus dedos en las mejillas y, sin embargo, era exquisitamente suave, las puntas de estos pasaban sobre su piel con la ligereza de una pluma al viento.

Incapaz de escaparse al sondeo de su lengua, el doncel relajó la boca y le permitió deslizarse dentro. Cálida y áspera. Tan pecaminosa. Una sensación que estaba seguro que debería negarse a sí mismo, pero no podía.

La tentación de probarlo también era fuerte. Tan fuerte que, tímidamente, se atrevió a deslizar su lengua por los labios de Madara.

El Uchiha gimió y Minato inmediatamente se retiró, temiendo haber hecho algo mal.

Madara le arrastró de vuelta y capturó su boca una vez más, de una manera tan voraz que dejó sin aliento al doncel.

—Hazlo otra vez—susurró Madara —. Saboréame.

Por el sonido de su voz, Minato comprendió que no le había desagradado que lo tocara con su lengua. Tentativamente le lamió el labio otra vez. Madara relajó su boca contra la suya, abriéndola para que así tuviera mejor acceso.

Sintiéndose más valiente, Minato empujó su lengua hacia adentro, caliente y húmeda. Se estremeció por la pura carnalidad de algo tan simple como un beso. Se sentía desnudo y vulnerable, como si estuviera extendido y debajo de su marido mientras saciaba su lujuria una y otra vez. Sólo que esta vez ardía por él. Quería a Madara sobre él, cubriendo su cuerpo. Se sentía nervioso y ansioso, como si su piel estuviera muy tirante.

—Esta vez te desnudaré como debería haberlo hecho—le susurró Madara al oído mientras le llevaba hacia la cama.

Su mente estaba nublada y era lenta sorteando a través de sus pensamientos confusos. Frunció el ceño, consciente de que Madara no tenía el derecho de hacerlo de nuevo. ¿Tendría que instruirlo siempre?

—Yo debería desnudarle. Es mi deber—protestó Minato.

Madara sonrió abiertamente.

—Es sólo tu deber cuando yo diga que lo es. Esta noche tengo la intención de desnudarte y disfrutar de cada momento. Te mereces un lento cortejo, fierecilla. Esta será tu noche de bodas de nuevo. Si pudiera volver atrás y hacer todo de otra manera, lo haría. Pero te daré algo mejor. Te daré esta noche.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora