Capítulo 9

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—¡Mi Lord! ¡Mi Lord!

Madara frunció el ceño y levantó la vista de la mesa para ver a Sarada Uchiha precipitándose dentro de la habitación con el rostro enrojecido por el esfuerzo.

—¿Qué pasa, Sarada? Estoy en reunión con mis hombres.

Sarada hizo caso omiso de la amonestación y se detuvo sólo a unos pies de distancia. Estaba muy agitada y se retorcía las manos.

—Con su permiso, mi Lord, hay algo que debo decirle—. Miró subrepticiamente alrededor y luego le confió en un susurro—. En privado. ¡Es muy importante!

Un dolor comenzó en las sienes de Madara. Hasta ahora, la mañana había estado llena de dramatismo. La noche anterior también, al recordar su encuentro con Minato. Esa fierecilla no se había presentado hasta el momento y estaba seguro de que estaba siendo deliberadamente difícil.

Tan pronto como terminara con Itachi y Sasuke, tenía previsto enfrentarse al doncel y decirle que su tiempo había terminado.

Madara levantó la mano y le indicó a sus hombres que salieran. Miró fijamente a sus dos hermanos y asintió con la cabeza para que se quedaran. Cualquier cosa que Sarada tuviera que decir podría ser dicha delante de ellos.

Tan pronto como el resto de sus soldados desfilaron fuera del salón, volvió su atención a Sarada.

—Ahora, ¿qué es tan importante para que interrumpieras una reunión con mi gente?

—¡Es el doncel! —empezó a decir y Madara gimió.

—¿Y ahora qué? ¿Se ha negado a comer? ¿Amenazó con lanzarse por la ventana? ¿O tal vez ha desaparecido?

Sarada le envió una mirada perpleja.

—Por supuesto que no, mi Lord. Está arriba en su recámara. Le llevé su comida de la mañana yo misma.

—Entonces, ¿qué pasa con él? —gruñó.

Sarada dejó salir el aliento, como si hubiera corrido por todo el camino.

—¿Puedo sentarme, mi Lord? Porque en verdad, no es una historia breve la que le relataré.

Sasuke rodó los ojos mientras Itachi parecía aburrido. Madara hizo un gesto para que se sentara.

Sarada se instaló y cerró las manos en puños, justo antes de colocarlos sobre la mesa.

—Ese doncel es Minato Namikaze.

Dejó caer el anuncio como si esperara que Madara reaccionara de algún modo.

—Sé que el nombre del doncel es Minato. No conocía su apellido, pero es uno bastante común en las tierras altas. La cuestión es ¿cómo obtuviste esta información? Él se negó a decirle a nadie quién es. Si a Izuna no se le hubiera escapado yo mismo no lo habría sabido.

—No, él no me lo dijo. Yo lo sabía, ¿usted ve?

—No, no veo. Quizá sea mejor si me lo cuentas—dijo Madara pacientemente.

—Cuando fui a llevarle su comida, entré mientras se vestía. Me sentí bastante incómoda y me disculpé, por supuesto, pero antes de que pudiera cubrirse, vi la marca.

La voz de Sarada se alzó de nuevo y se inclinó hacia delante con los ojos brillantes de emoción.

Madara miró expectante a Sarada a la espera de que continuara. Por Kali, esa mujer amaba una buena historia. Sus hermanos se echaron hacia atrás, resignados al colorido relato de Sarada.

—Ese doncel es Minato Namikaze—dijo de nuevo—. Lleva el escudo real de Hashirama. Vi la marca en su pierna. Él es el heredero de Kumogakure.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora