Capítulo 22

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Minato dejó escapar un bostezo y estiró sensualmente los brazos sobre su cabeza. Se sentía tan ligero después de su encuentro amoroso con Madara que su costado ni siquiera dolía.

Entonces se dio cuenta de que, a pesar de su determinación de salir y pasear por los alrededores, había pasado la mitad del día en su habitación. Con el ceño fruncido, se levantó, gruñendo en voz baja acerca de los maridos y sus artimañas.

Lo había hecho a propósito, estaba convencido de ello. Le había llevado a su cámara con en el pretexto de cuidar su herida y luego le había distraído haciéndole el amor. Y pensar que alguna vez había considerado que no era experto en tales cuestiones.

Al contrario, Madara era demasiado hábil. Esta vez, cuando salió de su recámara, se encontró con Shisui justo fuera de su puerta. Lo miró con asombro mientras él se levantaba del suelo.

—¿Has estado ahí fuera, frente a mi puerta toda la tarde?

—Sí, mi señor. Es mi deber velar por su seguridad. Usted tiene el hábito de desaparecer, por lo que Obito y yo sacamos pajitas para ver quién salvaguardaría la entrada de su habitación.

Minato frunció el ceño, no le gustaba la idea de que fuera un deber tan desagradable cuidar de él que se veían obligados a ver quién sacaba la pajita corta para realizar la insípida tarea.

Se dirigió hacia las escaleras, determinado a ver a Sarada sin ninguna interferencia de su marido o sus guardias.

Obito estaba en la sala compartiendo un trago de sake con algunos de los ancianos del clan.

—¿Has visto a Izuna por aquí? —preguntó a Obito.

—No, mi señor. Lo último que supe de él, es que estaba jugando con los otros niños. ¿Le gustaría que lo buscara?

—Oh no, déjalo jugar. No tengo prisa por encontrarle en este momento.

Obito se levantó y comenzó a caminar en dirección de Minato y Shisui, pero el doncel levantó la mano.

—Sólo voy a ver a Sarada. Shisui puede acompañarme. ¿No es así, Shisui?

—Sí, mi señor. Si es todo lo que está pensando.

—Por supuesto. Se está haciendo tarde. Muy pronto oscurecerá.

Shisui se relajó. Asintió con la cabeza en dirección de Obito y luego hizo un gesto para que Minato lo precediera por el pasillo.

El doncel estableció un paso enérgico, decidido a que cualquier persona que le viera pensara que estaba totalmente recuperado de su accidente. Por lo que cuando llegó a casa de Sarada, estaba sin resuello y se apoyó contra la puerta para sostenerse mientras tomaba aire.

Después de recuperar el aliento, golpeó cortésmente a la puerta y esperó. Frunció el ceño cuando la respuesta no llegó.

—Sarada no está en su casa, mi señor—un doncel le habló desde una casa algo más abajo—. Está ayudando a Uruchi en la cocina.

—Gracias—le contesto Minato.

—¿Le gustaría ir a la cocina? —preguntó Shisui amablemente.

La idea de encontrarse con Uruchi era suficiente para persuadir a Minato de que podría esperar para hablar con Sarada. No era como si pudiera hacer mucho hoy, de todos modos.

Se dio la vuelta en dirección a la fortaleza y se detuvo, mientras observaba el exaltado alboroto a la mitad del camino que dividía las cabañas.

Dos hombres mayores estaban llevando a cabo una muy airada conversación, agitando los puños y expresando amenazas ferozmente.

—¿Qué demonios están discutiendo, Shisui?

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora