Capítulo 3

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Itachi Uchiha detuvo su caballo y sostuvo el puño hacia arriba para detener a sus hombres. Habían cabalgado toda la mañana buscando caminos interminables, siguiendo huellas de cascos en vano. Todos eran callejones sin salida.

Se deslizó de la silla y dio unos pasos hacia adelante para ver la alteración en la tierra. De rodillas, tocó las huellas tenues y la aplastada hierba a un lado. Parecía como si alguien hubiera caído de un caballo recientemente.

Echó un vistazo a la franja adyacente y vio un rastro en un trozo de suelo desnudo a unos metros de distancia, luego alzó la mirada hacia el área donde la persona se había dirigido. Poco a poco se levantó, desenvainó su espada y le indicó a sus hombres que se extendieran y se diseminaran en círculo alrededor de la zona.

Con cuidado, dio un paso a través de los árboles, mirando con recelo ante cualquier señal de emboscada.

Vio primero al caballo, pastando a una corta distancia, las riendas colgando y la silla torcida.

Frunció el ceño.

Tal indiferencia en el cuidado de una montura era seguramente un pecado.

Un crujido leve a su derecha le hizo girarse. Se encontró contemplando a un pequeño doncel con la espalda apoyada contra un árbol enorme. Su kimono sobresalía como si tuviera una camada de gatitos ocultos debajo y sus grandes ojos azules estaban llenos de miedo y furia.

Su pelo rubio se removía en desorden con el viento, fue entonces cuando se dio cuenta de los colores que vestía y el escudo de armas bordado en el dobladillo.

La rabia lo cegó temporalmente y avanzó con su espada sostenida en un arco por encima de su cabeza.

El doncel pasó un brazo detrás de sí mismo, empujando algo entre su cuerpo y el árbol.

Su kimono se retorció de nuevo y fue entonces que se dio cuenta de que protegía a una persona, un niño.

—Quédate detrás de mí—dijo entre dientes.

—Pero Mina...

Itachi se congeló. Conocía esa voz.

Sus dedos temblaron por primera vez en su vida, su mano insegura en aferró a la empuñadura de la espada.

El infierno se congelaría antes de que él permitiera que un Shimura pusiera una mano sobre su familia.

Con un gruñido de rabia se lanzó al ataque, agarró al doncel por los hombros y le arrojó a un lado. Izuna estaba de pie junto al árbol, con la boca abierta. Entonces vio a Itachi y casi saltó a sus brazos.

La espada cayó al suelo, otro pecado de negligencia, pero en ese momento no le importaba. Un dulce alivio lo sacudió.

—Izuna—dijo con voz ronca mientras abrazaba al niño contra él.

Un grito de rabia asaltó sus oídos mientras era golpeado por un doncel volando sobre su cabeza. Tan sorprendido estaba que llegó a caer hacia atrás, aflojando su dominio sobre el muchacho.

El doncel se colocó entre Itachi e Izuna y le dio un rodillazo en la entrepierna. Se dobló maldiciendo cuando el dolor lo dominó. Cayó sobre una rodilla y agarró su espada mientras silbaba a sus hombres.

¡Ese doncel estaba demente!

A través de la bruma de dolor, vio al doncel agarrar a un reticente Izuna y echar a correr.

Varias cosas ocurrieron al mismo tiempo.

Dos de sus hombres se pusieron delante de él. El doncel se detuvo, moviendo a Izuna hacia su espalda. Cuando se movió en dirección opuesta Shisui levantó el brazo para detenerle.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora