Capítulo 10

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Madara se detuvo fuera de la recámara de Minato y sonrió ante la proximidad de sus propios aposentos.

Probablemente, Minato no estaría complacido si supiera lo cerca que le había colocado de sus aposentos privados.

Llamó por cortesía, pero no esperó su respuesta antes de abrir la puerta y entrar en la habitación.

Minato se giró desde su posición en la ventana con el cabello revuelto en mechones desordenados. Las gruesas cortinas habían sido retiradas a un lado para permitir que el brillo del sol entrara. Los potentes rayos de luz proyectaban un encantador retrato con la luz reflejando el matiz brillante de sus preciosos ojos azules.

Sí, en efecto era un doncel hermoso y Madara no tendría ningún problema en casarse y tener un hijo con él. De hecho, ahora que había decidido su próximo movimiento, esperaba con ilusión la perspectiva de tener a esa fierecilla en su cama.

Minato parecía indignado por su intrusión, pero antes de que pudiera lanzarle la reprimenda que estaba seguro era inminente, Madara levantó una mano.

Minato no tenía ningún respeto por la autoridad su sobre él, pero eso era un asunto que Madara cambiaría rápidamente. Cuando fuera su esposo, se deleitaría en su asesoramiento de su deber para con él y, lo más importante, su obligación de obedecerlo sin cuestionarle.

—¿Me dirás ahora lo que quiero saber? —le preguntó Madara de nuevo.

Para ser justos, y él era un hombre justo, quería darle al doncel la oportunidad de confiarle la identidad de su parentesco antes que le diera a saber que ya estaba al tanto del asunto.

Minato alzó la barbilla mostrando su desafío como Madara ya se lo esperaba y negó con la cabeza.

—No. No lo haré. No puede ordenarme que confíe en usted. Es lo más ridículo que jamás haya oído.

Sintió que el doncel se estaba enfadando para ensartarse en una completa diatriba, así que hizo lo único que sabía hacer, le haría callar.

Rápidamente, Madara cerró la distancia entre ellos, curvó sus manos alrededor de la parte superior de sus brazos y le atrajo hacia él. Sus labios se encontraron con los del doncel en un beso apasionado, el jadeo de indignación quedó ahogado por su boca.

Minato se puso rígido contra él, sus manos empujaban entre ellos en un intento por alejarlo. Madara pasó la lengua sobre los labios del doncel, saboreando su dulzura, exigiendo la entrada a su boca.

Su segundo jadeo salió más como un suspiro.

Sus labios se separaron y Minato se fundió en su pecho como miel caliente. Era suave por todas partes y encajaba en él como su espada encajaba en su mano.

Perfectamente.

Empujó hacia el interior de su boca, deslizando su lengua por la del doncel. Minato se puso rígido de nuevo y sus dedos se apretaron en su pecho como dagas diminutas. Madara cerró los ojos y se imaginó esos mismos dedos cavando en su espalda mientras él empujaba entre los muslos de esa fierecilla.

¡Por Kami, pero que dulce era!

No, acostarse con Minato no sería un sacrificio en absoluto. La imagen de verle hinchado con su niño destelló a través de su mente y,m se encontró muy complacido con la misma.

Cuando por fin se apartó, los azules ojos de Minato estaban vidriosos, sus labios deliciosamente hinchados y se balanceaba como un árbol joven frente al viento.

Minato parpadeó varias veces y luego frunció el ceño enérgicamente.

—¿Por qué hizo eso? — reclamó el doncel.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora