Capítulo 4

7.6K 774 227
                                    

Tan pronto como cruzaron la frontera de las tierras Uchiha un grito hizo eco a través de las colinas y, en la distancia, Minato oyó el grito ser recogido y retransmitido.

Pronto, Lord Madara sabría que su hijo había regresado.

Retorcía nerviosamente las riendas alrededor de sus dedos mientras Izuna casi saltaba de la silla por el entusiasmo.

—Si sigues retorciendo las riendas, muchacho, tú y el caballo terminarán de nuevo por donde vinisteis.

Miró con aire de culpabilidad hacia Itachi, quien cabalgaba a su derecha. Su amonestación había salido como una tomadura de pelo, pero por Kami, ese hombre daba miedo. Parecía salvaje con su pelo largo, oscuro, recogido en una cola de caballo con mechones sueltos enmarcando su cara y esas profundas ojeras bajo sus ojos negros.

Cuando se había despertado en sus brazos casi los había lanzado a los dos fuera de la silla de montar en su prisa por escapar. Itachi se había visto obligado a hacer palanca tanto al doncel como a Izuna desde su agarre y los había puesto en el suelo hasta que todo el asunto quedó resuelto.

Él no había estado satisfecho con su terquedad, pero Minato tenía a Izuna firmemente de su lado y, habiendo conseguido la promesa del muchacho de no decir a nadie su nombre, ambos se habían quedado en silencio cuando Itachi exigió respuestas.

Oh, Itachi gritó y agitó los brazos. Incluso amenazó con ahogarlos a los dos y, al final, había murmurado maldiciones contra los donceles y los niños antes de reanudar el viaje para traer a casa a Izuna.

Itachi había insistido en que viajara con él por lo menos un día más, porque dijo sin ningún lugar a dudas, que la capacidad de Minato de sentarse en un caballo por sí mismo en su estado era nula y sería un pecado abusar de un buen caballo con un jinete inepto.

El viaje que normalmente habría durado dos días se alargó a tres gracias a la deferencia de Itachi por su condición y de las frecuentes interrupciones para descansar. Minato sabía que estaba siendo considerado porque Itachi se encargó de recordárselo numerosas veces.

Después del primer día, Minato estaba decidido a andar sin ayuda de Itachi, no por otra razón que para borrar la petulancia de su expresión. Obviamente, aquel hombre no tenía paciencia con un doncel y sospechaba que, a excepción de su sobrino a quien obviamente amaba, tenía aún menos paciencia con los niños.

Sin embargo, dado el hecho de que no sabía nada sobre el doncel a parte de que Izuna le defendía, Itachi le había tratado bien y sus hombres eran respetuosos y educados con su persona.

Ahora que se acercaban a la fortaleza del Lord Madara, el miedo revoloteaba en su garganta. Ya no sería capaz de mantenerse en silencio. El Lord exigiría respuestas y él estaría obligado a dárselas.

Se inclinó para susurrar cerca de la oreja de Izuna.

—¿Recuerdas la promesa que me hiciste, Izuna?

—Sí—susurró él—. No debo decirle a nadie tu nombre.

Asintió con la cabeza sintiéndose culpable por pedirle tal cosa al chico, pero si pudiera fingir que no era nadie importante, sólo alguien que se encontró con el muchacho y lo trajo de forma segura de regreso con su padre, tal vez Madara estaría lo suficientemente agradecido como para proporcionarle un caballo y quizás algo de comida, así podría ponerse en camino.

—Ni siquiera a tu padre—presionó.

Izuna asintió solemnemente.

—Sólo contaré que tú me salvaste.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora