Minato contempló la sala con cansado. Era cerca del amanecer y habían trabajado toda la noche.
A la mayoría junto con niños, Minato los había enviado a casa la noche anterior, pero un pequeño grupo se había quedado con él para revisar los preparativos finales.
El resultado era sorprendente.
No es que quisiera hacer algo así otra vez en menos de un día, pero estaba muy satisfecho con los resultados.
El interior del torreón brillaba. Los suelos y las paredes habían sido fregados. Las velas en los soportes del techo habían sido sustituidas por otras nuevas y la luz bailaba en sombras a lo largo del artesonado.
Una mezcla aromática de flores eliminaba el olor a humedad, sudor y suciedad. Minato había tomado las alfombras de las alcobas para forrar el piso delante de las chimeneas de piedra.
El olor del guiso que hervía a fuego lento había torturado a Minato durante las últimas horas, desde que Uruchi había preparado los conejos que Madara y sus hermanos habían traído de la caza. Estaba babeando ante la idea de un trozo de crujiente y caliente pan, salido directamente del horno.
Madara había intentado convencer a Minato de ir a descansar horas antes, pero el doncel había sido inflexible sobre las tareas por hacer, ya que no sabían exactamente cuándo se presentaría Lord Uzumaki.
—Se ve maravilloso, mi señor—dijo Sarada con orgullo.
Minato miró hacia donde estaban Teyaki y Sarada y sonrió.
—Sí, así es. Nada parece como antes. Incluso con las reparaciones que deben ser hechas y el daño del fuego, nadie puede criticar nuestro trabajo.
Teyaki apartó un mechón pelo rebelde de su frente.
—Lord Madara se sentirá orgulloso de dar la bienvenida a sus huéspedes aquí. Ha hecho un milagro.
—Gracias a ambos por pasar la noche ayudándome—dijo Minato—. Tú dile a los donceles y Sarada a las mujeres que vayan a sus camas sin preocuparse por levantarse antes del mediodía. Los que se fueron antes a sus casas pueden hacerse cargo de sus funciones mientras reposan.
Ambos asintieron con gratitud y se apresuraron a irse, dejando a Minato sólo en el salón.
Revisó su obra una vez más antes de volverse y caminar penosamente hacia las escaleras. No había mantenido exactamente su palabra. Su costado dolía considerablemente y esperaba no haberse desgarrado alguno de los puntos, pero el trabajo necesitaba hacerse y no era justo esperar que las mujeres y los donceles de la fortaleza trabajaran largas horas, si él mismo no estaba dispuesto a hacerlo.
Sentía una gran satisfacción con el papel que había asumido. Mujeres y donceles habían trabajado duramente durante horas. Habían hecho todo lo posible para complacer a Minato y desde luego que lo habían hecho.
Por primera vez, se sentía como en casa. Su casa. Y se consideraba realmente parte del clan Uchiha.
Se metió silenciosamente en su habitación, pero no tenía que haberse preocupado. Madara ya estaba despierto y vestido, estaba terminando de ponerse sus botas.
Madara frunció el ceño cuando le vio e inmediatamente se puso de pie, estiró su mano para estabilizar al doncel cuando se tambaleó.
—Trabajaste demasiadas horas—sentenció—. ¿Te duele? ¿Te has desgarrado algún punto?
Minato apoyó la frente en su pecho, feliz de permanecer allí por un momento, mientras se recomponía. Madara le pasó las manos por sus brazos, hasta los hombros y le abrazó.
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Enamorado de un Uchiha
RandomMadara Uchiha, el mayor de los hermanos Uchiha, es un guerrero decidido a vencer a su enemigo. Ahora, sus hombres están listos y preparados para recuperar lo que es suyo, hasta que un seductor doncel rubio y de ojos azules es arrojado sobr...