Capítulo 30

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Madara le había dado una quincena completa durante la cual le intimidó para que descansara, le inundó con su afecto, en privado, por supuesto y le hizo el amor... Ah, Minato se había recuperado rápidamente y Madara había pasado cada noche volviendo al doncel y a sí mismo locos de placer.

Sin embargo, Minato nunca había hablado de amarlo. Le expresaba libremente sus elogios, los cuales tenía que reconocer que eran muchos. Le decía en el más dulce de los tonos que era guapo, valiente, arrogante... Aunque no estaba seguro de que dijera eso último como un cumplido.

Ciertamente, el doncel estaba impresionado con sus habilidades en el amor y él mismo había perfeccionado unas cuantas por sí mismo, de las cuales Madara todavía no se había recuperado totalmente

Tenía que amarlo. Madara no podría soportar que sólo sintiera un breve afecto por él. Sin duda alguna, Minato no era obediente, ni era particularmente respetuoso. Pero veía la forma en que lo contemplaba cuando pensaba que él no estaba mirando. Veía además, cómo caía en sus brazos, noche tras noche en la oscuridad de su habitación.

Sí, Minato lo amaba. No había otra explicación. Madara sólo tenía que lograr que se diera cuenta.

El envenenamiento le había hecho más cauteloso y, por mucho que a Madara le gustara que se tomara en serio sus peticiones, le hacía anhelar sus intercambios fogosos...por lo general cuando hacía caso omiso de una orden.

No le gustaba que ese espontáneo encanto de Minato se hubiera reducido por haber estado cerca de la muerte.

Sólo Madara, sus hermanos, junto con Shisui, Obito y Tobi sabían la verdad. Que Minato no había sido la víctima planeada. Existían muchas razones para que él mantuviera la información en secreto.

Una de ellas, era que su clan se había vuelto ferozmente protector con su esposo desde el incidente. Todos ellos cuidaban de Minato con buen ojo y el doncel nunca estaba sólo.

Eso se adecuaba perfectamente a sus propósitos, porque a parte de si alguien estaba tratando de matarle o no, Minato todavía se enfrentaba a la amenaza que representaba Danzo Shimura.

La segunda razón era que no tenía ningún deseo de que Minato se preocupara y, si se enteraba de que él era la víctima prevista, no una sino dos veces, era imposible saber lo que su fierecilla podría llegar a hacer. Madara había descubierto en un corto período de tiempo que Minato era feroz en cuanto a la protección de las personas que consideraba suyas se trataba.

Y Minato consideraba a Madara suyo, para la inmensa satisfacción de sí mismo y su orgullo. Podría no haberle ofrecido las palabras que quería oír, pero no podía negar su posesividad cuando se trataba de él. Recordaba bien la mirada que le había dado cuando Naruto Uzumaki le había sido presentado.

Esperaba con ansias el día en que estuvieran libres de amenazas. La sombra que pesaba sobre la fortaleza había afectado, no sólo a su esposo, sino a todo el mundo.

Minato... bien, Madara no había tenido un solo informe de que causara ninguna pelea desde que se había levantado de su lecho de enfermo.

Debería haber sabido que eso no se quedaría como una anécdota del pasado...

—¡Mi Lord, tiene que venir rápido! —señaló Izumi mientras se precipitaba hacia Madara.

El joven jadeaba mientras se detenía. Parecía como si hubiera venido corriendo.

Madara se apartó del encargado que le estaba dando una contabilidad detallada de las reservas de los Uchiha y frunció el ceño.

—¿Que pasa, Izumi?

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora