Capítulo 39

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Minato miraba con nostalgia el terreno montañoso y la tierra cubierta de verde. Aspiró el aire cálido del verano.

Se moría de ganas por salir del torreón, aunque sólo fuera para dar un paseo por el patio, pero Madara le había prohibido expresamente dejar la seguridad de la fortaleza y ya tenía suficientes preocupaciones sin que él le añadiera alguna otra.

El clan Uchiha se preparaba para la guerra. No era un grito hacia el exterior, sino más bien un tranquilo alistamiento de los hombres y sus armas. El clan se había resignado a su destino como enemigo de la corona y de Danzo Shimura.

Minato se apartó de la ventana y bajó las escaleras hasta el salón, donde encontró a Shisui y a Obito almorzando con sus soldados. Agitó la mano para que siguieran comiendo.

—Sólo voy a la cocina a ver a Uruchi—dijo mientras caminaba—. No voy a escaparme ni nada parecido.

Shisui asintió con la cabeza, pero mantuvo un ojo en su avance. —Quédate donde pueda verte, por favor.

Sonrió y se acercó a la puerta, pero se quedó donde Shisui pudiera verle desde donde estaba sentado.

Sólo que Uruchi no estaba atendiendo el fuego como de costumbre.

Minato olfateó el aire.

No había pan siendo horneado tampoco, lo cual era inusual dado que Uruchi siempre tenía una hornada de pan ya fuera de día o de noche. Minato se preguntaba a menudo cuando tomaba aquella mujer un descanso.

Tal vez había entrado a la despensa. Sí, eso era probable y, de ser así, volvería en un instante. Uruchi no dejaría el fuego desatendido por más de unos pocos segundos.

Pero cuando Uruchi no regresó, Minato frunció el ceño.

Un ruido que sonaba como un gemido procedente de la alacena le impulsó a actuar. Corrió a través de la cocina y entró en la pequeña habitación buscándola con la mirada.

Allí, acurrucada en el suelo, yacía Uruchi con sangre corriendo por su sien.

Minato se apresuró a arrodillarse junto a la mujer.

Luego se volvió, dispuesto a pedir ayuda a Shisui, cuando una mano le cubrió la boca y un brazo le levantó bruscamente del suelo contra un cuerpo duro.

—Ni un sonido, Minato.

Se las arregló para liberar su boca.

—¿Tobi?

—¡Silencio!—ordenó.

La conmoción desapareció dando paso a la ira.

—¿Te atreves a presentarte en las tierras de los Uchiha? No vivirás para ver otro amanecer. Mi marido te matará.

—Tú eres mi pase a la libertad—gruñó Tobi junto a su oreja.

La sensación inconfundible de una hoja cortando su obi junto con el kimono a la altura de su vientre envió un escalofrío por la columna de Minato. Tobi sostenía el cuchillo tan cerca que apenas podía moverse por miedo a ser herido.

Tobi tensó su agarre sobre el doncel y presionó la punta de la hoja contra su ahora desnudo vientre.

—Escucha bien, Minato. Si haces algo estúpido, rebanaré tu vientre y tu bebé caerá al suelo. Si no te llevo de vuelta con Danzo, moriré. Y si soy atrapado en las tierras de los Uchiha, también moriré. No tengo nada que perder y te aseguro que, si llamas la atención o gritas, os mataré a ti y a tu criatura antes de morir.

Por alguna razón sus palabras le enfurecieron en vez de que el temor golpeara su corazón. Estaba harto del interminable miedo en el que todos ellos vivían. Estaba cansado de ver la preocupación en los ojos de Madara. Madara no dormía bien, no comía bien. Todo porque temía las consecuencias de las decisiones que había tomado como Lord.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora