Capítulo 20

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—¿Qué quieres decir con que la curandera no está aquí? —preguntó Madara con incredulidad.

Obito no estaba para nada contento de tener que decirle a su Lord que la curandera no podía asistir. El temor podía leerse en su cara.

—Encuentra a nuestra curandera y tráela aquí—ordenó con los dientes apretados.

—No puedo, mi Lord—le contestó Obito con un profundo suspiro—. Los Hatake perdieron a su curandero y Kagen fue a ayudar en el alumbramiento del hijo de su Lord. Usted mismo le dio permiso.

Madara resopló con frustración. Por supuesto que lo hizo. Kagen era una partera experta y Hatake había enviado un llamamiento desesperado a Madara pidiendo ayuda cuando su mujer en labor de parto no pudo dar a luz a su bebé en el tiempo previsto. En ese momento, había considerado que si alguno de los Uchiha requería los servicios de un curandero, él mismo atendería la necesidad.

Sólo que ahora su fierecilla necesitaba puntos y, por Kami, que él no sentía ningún agrado por esa tarea.

—Tráeme sake, tan fuerte como puedas encontrar—masculló a Obito—. Es posible que necesites preguntarle a Uruchi donde guarda las reservas de ungüentos que conservamos a mano en caso de lesiones de este tipo. Necesitaré agua, aguja e hilo y, algo con lo que pueda unir la herida. Date prisa con eso.

Cuando Obito se marchó, Madara se volvió hacia Minato, que yacía en la cama con los ojos cerrados. Estaba extrañamente pálido y eso le daba un aspecto aún más delicado a sus facciones.

Negó con la cabeza por la dirección de sus pensamientos. La herida no era grave. Ciertamente nada por la que podría morirse. Siempre y cuando pudiera impedir que cogiera una fiebre.

Shisui y Tobi estaban de pie cerca de la cama, rondando ansiosamente. Mientras Madara esperaba a que Obito trajera los suministros, se volvió a sus hombres y les habló en voz baja.

—Quiero que cada persona en la fortaleza sea interrogada. Alguien tiene que haber visto algo. Me niego a creer que esto fue un accidente. Mis hombres son demasiado cuidadosos. Averigüen quién estaba practicando con arcos y flechas.

—¿Cree que alguien trató de hacerle daño a propósito? —preguntó Shisui con incredulidad.

—Eso es lo que me gustaría saber—respondió serio Madara.

—Estoy seguro de que nadie tenía la intención de matarme—les dijo Minato con voz apagada—. Fue un accidente, eso es todo. Puedes decirles a tus hombres que los perdono por ello.

—¿Qué quieres que haga, Madara?

Inquirió Sasuke, frunciendo los labios en una apretada línea.

—Quédate conmigo. Voy a necesitar ayuda para sostenerle.

Obito entró corriendo, con los brazos llenos y sus dedos alrededor de una botella de sake, sujetándola fuertemente. Madara tomó los artículos de las manos de Obito y los agrupó al lado de la cama.

No quería que nadie más tocara a Minato, pero también reconocía la imposibilidad de que fuera capaz de hacerlo todo él sólo.

Si tenía que darle las puntadas, ya que la curandera no podía, nadie más lo iba a hacer sino él. Para ello necesitaba ayuda para mantenerle sujeto y asegurarse de no hacerle más daño que bien.

Miró a Obito.

—Ve a comprobar que los niños estén bien. Asegúrate de que Izuna sea atendido, seguro que va a estar preocupado por Minato cuando oiga lo que sucedió. Haz que Sarada lo mantenga lejos de las escaleras hasta que todo esté hecho.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora