Minato llevaba mucho tiempo dormido cuando Madara llegó a su habitación esa noche. Se detuvo junto a la cama y le observó mientras dormía, tan acurrucado bajo las mantas que sólo se asomaba su nariz.
Las conversaciones con Kurama habían ido decayendo rápidamente según el sake era consumido. En lugar de hablar del matrimonio y las alianzas, los hombres se habían sentado alrededor de la mesa en el salón a beber y participar en narraciones subidas de tono de ligues de taberna y cicatrices de viejas batallas.
Madara se había excusado, más interesado en deslizarse en una cama caliente con su doncel que en participar en jactancias desvergonzadas.
Debería molestarle que incluso dormido ese doncel ejerciera tal poder sobre él, lo único que tenía que hacer era imaginarle escaleras arriba en su cama y ya estaba impaciente y listo para abandonar a los hombres. Pero se encontró con que no le molestaba en absoluto.
Mientras que los demás se quedaron en el salón recordando con cariño noches pasadas en el regazo de alguna mujer o de algún doncel, él estaría en su cuarto, sosteniendo al suyo entre sus brazos.
Se desnudó y cuidadosamente retiró las mantas.
Minato inmediatamente se movió, frunció el ceño y luego tiró de las mantas para taparse de nuevo.
Madara se rió entre dientes y se metió en la cama a su lado.
La impresión del cuerpo caliente contra el suyo lo trajo al instante y totalmente a la conciencia. Minato se movió otra vez, murmuró algo en su sueño y procedió a refugiarse contra él.
Su yukata se deslizó por un brazo, dejando al descubierto la curva de su cuello y la suave piel de su hombro.
Incapaz de resistirse, Madara presionó sus labios contra la carne descubierta y mordisqueó un camino hacia la base de su cuello.
Amaba su sabor, le encantaba la forma en que su perfume llenaba su nariz cuando su lengua lamía sobre su suave piel. Minato emitió un suspiro que le hizo cosquillas sobre la oreja.
—¿Madara? —preguntó adormilado.
—¿A quién más estabas esperando, fierecilla?
—Oh, no lo sé. Parece que cada vez que despierto hay nuevas visitas en nuestra recámara.
Madara se rió entre dientes y mordisqueó su oreja.
—¿No estás enojado conmigo?
Se echó hacia atrás y miró atento al doncel.
—¿Qué has hecho ahora?
Minato resopló y sus labios se torcieron en una línea de contrariedad.
—No he hecho nada. Me refería al día de hoy. Cuando me hice cargo de Naruto y le llevé conmigo. Sé que no debería haber interferido, pero...
Madara puso un dedo sobre sus labios.
—No, no deberías haberlo hecho. Pero estoy descubriendo rápidamente que haces muchas cosas que no deberías. De hecho, hiciste bien al haber sacado a Naruto cuando lo hiciste. Su padre estaba enojado y tú suavizaste la situación. Mi única queja es que acabaste en una potencialmente explosiva situación, por no hablar de que te metiste a través de un grupo de hombres que estaban atrapados en la emoción de una batalla.
Minato deslizó sus manos por su cintura, más abajo, hasta que encontró su dureza. Sus dedos rodearon el eje y Madara gimió cuando se hinchó dentro de su agarre.
—Pero no estás enojado—dijo en un suave susurro.
Sus ojos se estrecharon mientras empujaba contra su mano.
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Enamorado de un Uchiha
RandomMadara Uchiha, el mayor de los hermanos Uchiha, es un guerrero decidido a vencer a su enemigo. Ahora, sus hombres están listos y preparados para recuperar lo que es suyo, hasta que un seductor doncel rubio y de ojos azules es arrojado sobr...