Capítulo 40

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—¡Mi Lord! ¡Mi Lord! ¡El rey se acerca!

Madara soltó la mano de Minato y se apresuró hacia la sala desde donde Izumi le llamaba a gritos.

Izumi había corrido mientras buscaba frenéticamente y sin aliento a su Lord por toda la fortaleza.

Cuando vio a Madara aceleró, repitiendo su anuncio una y otra vez.

—¡Para! —ordenó Madara apretando los dientes—. Cuéntame todo. ¿A qué distancia está el rey? ¿Acaso cabalga con su ejército?

Antes de que Izumi pudiera responder, otro de los soldados de Madara corrió dentro de la sala.

—¡Mi Lord! ¡Lord Uzumaki cabalga a través de nuestras puertas!

Madara avanzó hacia el patio con Minato pisándole los talones.

Llegó a los escalones a la vez que Lord Uzumaki desmontaba de su caballo. Detrás de él, más allá de las puertas de la fortaleza, lo que parecía ser todo el ejército de los Uzumaki se extendía a lo largo de la ladera.

—Madara —llamó Kurama—. Mis hombres trajeron noticias de que la guardia del rey se aproxima.

Apenas un momento después de este pronunciamiento, el ejército Uzumaki se separó para permitir que Lord Hatake pasara sobre el puente, hacia el patio. A lo lejos, el regimiento Hatake se congregó al lado de los hombres de Kurama.

—Madara—Sakumo saludó mientras se acercaba a los dos Lores—. He venido tan pronto como lo he oído.

Madara miró a los dos hombres con sorpresa.

La visión de tantos soldados a caballo era una vista impresionante, extendiéndose hasta perderse de vista.

—¿Se dan cuenta que, por sus acciones, están rebelándose contra la corona? ¡Serán señalados como proscritos!—exclamó Madara.

Lord Sakumo frunció el ceño.

—Lo que hizo está mal, Madara. Si toma a la pareja de un hombre, ¿qué sigue? ¿Sus tierras? Yo estoy de tu lado, al igual que mis hombres.

Lord Kurama asintió con la cabeza.

Madara agarró el antebrazo de Sakumo y luego se volvió para hacer lo mismo con Kurama. Entonces lanzó su puño al aire y dio un grito de guerra que fue recogido por sus hombres y se extendió a los Uzumaki y los Hatake. Pronto las colinas circundantes a la fortaleza hicieron eco con el sonido de la inminente batalla.

Se volvió hacia Minato y tomó sus manos entre las suyas.

–Quiero que tomes a Izuna y permanezcáis detrás de los muros de la fortaleza. No salgáis hasta que os mande a llamar. ¡Prométemelo!

Minato asintió sutilmente con los ojos muy abiertos por el miedo.

Madara se inclinó y le besó.

—No tengas miedo, Minato. Pase lo que pase, superaremos lo que venga. Ahora ve a ocuparte de ese corte de tu brazo.

Minato tocó su cara.

—Sé que lo haremos.

Se volvió y llamó a Izuna. Luego emitió una orden tajante para que todas las mujeres y los donceles de la fortaleza se retiraran al interior de la fortaleza.

—Saludaremos a nuestro rey en la frontera de mis tierras—declaró Madara.

Ordenó a sus hombres que montaran sus caballos y cabalgaron hacia allí, los Uzumaki y los Hatake marcharon detrás de ellos.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora