Capítulo 17

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Cuando Minato despertó estaba momentáneamente desorientado.

Parpadeó para alejar la nubosidad.

Su cabeza todavía se sentía pesada, pero su cuerpo, a pesar de que estaba un poco tieso y dolorido, estaba sorprendentemente cálido y saciado. Flácido, como si hubiera disfrutado de una prolongada inmersión en una humeante tina de agua.

Se percibía luz a través de la ventana, la cual ya no tenía ninguna cortina cubriéndola y la altura del sol le decía que había dormido hasta mucho más tarde de lo que había sido su intención.

Uruchi no estaría contenta y Minato tendría que esperar hasta la comida del mediodía. Para el caso, puede ser que fuera mediodía ya.

La noche volvió a su memoria de repente. El calor se centró en su bajo abdomen y le abrasó, subiendo hasta que sus mejillas estuvieron en llamas.

Se sentó, entonces se dio cuenta de que estaba completamente desnudo. Cogió la ropa de la cama y la elevo hasta la barbilla, luego las dejó caer con disgusto.

Estaba solo en la habitación. Nadie le vería. Sin embargo, se levantó del lecho y rápidamente se vistió.

Tenía el cabello revuelto y un toque en sus mejillas le dijo que el rubor todavía estaba allí. Probablemente se vería como una brasa caliente.

En realidad le había dicho al Lord que no era experto en el amor.
Sí, Madara le había demostrado algo muy diferente. Había hecho cosas que nunca había imaginado que dos personas pudieran hacer. Su boca... y su lengua.

Se sonrojó de nuevo y cerró los ojos por la mortificación.

¿Cómo podría alguna vez enfrentarse a él de nuevo?

Minato adoraba a la Suma Sacerdotisa Shion. Confiaba en ella por encima de todas las demás personas. La Suma Sacerdotisa había sido muy buena. Y paciente. Sí, había tenido más paciencia que nadie, cuando se trataba de instruirle y responder a todas las preguntas con las que la había asediado.

Pero se estaba volviendo cada vez más claro que tal vez la Suma Sacerdotisa había dejado fuera un montón de cosas acerca del acto de amor. Y los besos.

Minato frunció el ceño mientras reflexionaba hasta qué punto las enseñanzas de la mujer mayor habían sido diferentes a la sorprendente realidad de la noche pasada. Si la Suma Sacerdotisa se había equivocado acerca de los besos... y el acto amoroso... ¿en qué otra cosa podía estar equivocada?

Se sintió de pronto ignorante y, lamentablemente, poco informado.

Nadie como uno mismo para consumirse en su propia ignorancia, decidió que sólo tendría que buscar instrucción sobre el asunto.

Rin... bien, era demasiado joven. Y no estaba casada.
Uruchi asustaba a Minato con sus réplicas punzantes. Además, probablemente acabaría por reírse de él y ahuyentarle de la cocina.
Lo que le dejaba a Sarada. Era mayor y, sin duda, más mundana. Además, tenía un marido, por lo que seguramente podría ofrecerle información sobre lo amoroso y quién estaba equivocado acerca de ello.

Sintiéndose mejor acerca de su plan, se cepilló los enredos de su cabello y lo revolvió con la mano, así no parecería como si acabara de pasar la noche entregándose a la pasión. Entonces, salió de su habitación y bajó las escaleras.

Para su disgusto, Obito le estaba esperando en el pasillo. Tan pronto como entró, Obito se levantó y se quedó a un paso a su lado. Minato le lanzó una mirada de contrariedad, pero él se limitó a sonreír y a brindarle su saludo.

Decidido a no ofrecerle ningún estímulo, fingió en cambio que no estaba allí y fue hacia la cocina para enfrentarse a la ira de Uruchi. Cuando llegó a la puerta, el alboroto dentro le hizo detenerse.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora