Capítulo 11

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Casarse con Madara.

Minato se paseaba por el interior de la recámara hasta que pensó que podría volverse loco. Se detuvo junto a la ventana y miró hacia fuera, inhalando el suave aire primaveral. Era una cálida tarde con apenas una suave brisa fría.

Tomando una decisión, recogió una pequeña manta de la cama, se la puso sobre los hombros y salió deprisa de la habitación. Tan pronto como salió del torreón uno de los guerreros Uchiha se puso a caminar a su lado.

Echó una ojeada cautelosa hacia él y recordó que era uno de los hombres que habían estado con Itachi el día en que le habían encontrado a él y a Izuna. Escudriñó en su memoria por su nombre, pero todo el incidente había sido una gran bruma.

Sonrió pensando que sólo quería ofrecerle su saludo, pero el guerrero continuó caminando a su lado cuando dobló la esquina de la fortaleza y siguió en dirección de la brecha de la colina.

Antes de que pudiera levantar el dobladillo de su kimono y pasar por encima de la superficie de la roca desmoronada, el soldado galantemente le tomó la mano y le ayudó a subir.

Minato se detuvo y el soldado casi chocó con él de tan cerca que le seguía. Minato se dio la vuelta y echó al cuello hacia atrás para poder mirarlo a los ojos.

—¿Por qué me estás siguiendo?

—Órdenes del Lord, mi señor. Es peligroso para usted caminar alrededor del torreón sin escolta. Yo soy el encargado de su protección cuando el propio Lord no esté con usted.

Minato resopló y puso una mano en su cadera.

—Lord Madara teme que me escape otra vez y te ha dado la tarea de que te asegures de que eso no pase.

El soldado no hizo más que parpadear.

—No tengo ninguna intención de abandonar la fortaleza. Mi Lord me ha informado de las consecuencias de tal acción. Voy simplemente a dar un paseo y tomar un poco de aire fresco, por lo que no hay razón para que tengas que abandonar tus otros deberes para acompañarme.

—Mi único deber es su seguridad, mi señor—dijo solemnemente.

Minato dio un suspiro de resignación. Estaba seguro de que los hombres de Madara eran tan cabezotas y obstinados como él. Probablemente era un requisito para ser un Uchiha.

—Muy bien. ¿Cómo te llamas?

—Shisui, mi señor.

—Dime, Shisui, ¿eres mi guardia permanente?

—Comparto el deber con Obito y Tobi. Junto a sus hermanos, somos los hombres del Lord con más alto rango.

Minato se abrió paso entre las rocas que sobresalían desde el suelo mientras hizo su camino por la ladera hacia donde pastaban las ovejas.

—No puedo imaginar que este sea un deber al que alguno de ustedes daría la bienvenida—dijo el doncel con ironía.

—Es un honor—afirmó Shisui gravemente—. La confianza del Lord es grande. Él no confiaría la seguridad del doncel del torreón a cualquiera de sus soldados.

Minato se detuvo y se dio la vuelta manteniendo sus labios apretados para impedir que un grito de ira se le escapara.

—¡No soy el doncel de este castillo!

—Lo será dentro de dos días, tan pronto llegue el sacerdote.

Minato cerró los ojos y negó con la cabeza. Nunca había sido partidario de beber licores, pero en estos momentos una bañera entera de buen sake sería bienvenida.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora