Capítulo 36

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Minato se encontró siendo empujado dentro de la recámara de Danzo por delante de él. Ladrando órdenes a los que le rodeaban cuando el doncel tropezó hacia la cama. En el momento en que se acercó al lecho donde estaba tirado, Minato se apresuró a alejarse, listo para defenderse en cualquier forma que fuera necesaria.

Danzo se sentó en el borde de la cama con expresión serena mientras le contemplaba. Uno de los criados puso una copa en su mano y luego Danzo los despidió con un gesto. Uno por uno, sus hombres salieron de la habitación hasta que se quedó sólo con Minato.

El doncel se subió sobre un codo y retrocedió para poner más espacio entre ellos.

Danzo dio un exagerado suspiro de resignación.

—Lamento lo que ocurrió entre nosotros la primera vez que nos conocimos. Me doy cuenta de que mis acciones fueron reprochables y mis habilidades para el cortejo brillaron por su ausencia.

¿Cortejo? ¿Habilidades? ¿Reprochable? Sus palabras nadaban por su mente confusa. ¿Está loco?

—Sus acciones de ahora son reprobables—le contestó con voz ronca—. Usted mintió. Uno de los propios hombres de Madara engañó y traicionó a nuestro clan. Puedo asumir que bajo su instigación.

—Sería beneficioso para ti que sacaras lo mejor de tu situación—dijo Danzo. En su voz había un toque de sombría advertencia.

—Por favor—dijo con voz entrecortada. Odiaba haber sido reducido a tener que rogarle a ese hombre. Pero por Madara, no había nada que no estuviera dispuesto a hacer por él—. Déjeme volver con Madara. Realmente estoy casado con él.

Danzo se encogió de hombros.

—No importa si estás casado con él o conmigo. Eso es intrascendente, siempre y cuando reciba tu dote y el control de Kumogakure—transfirió el cuenco de sake a la mano más cercana a Minato y lo extendió en su dirección—. Ahora bebe esto, querido. Así se resolverá nuestro problema inmediato. Lamento que vaya a causarte dolor, pero espero que no dure demasiado tiempo.

Se quedó mirando fijamente el cuenco que se cernía cerca de sus labios. Lo olió y retrocedió ante el fuerte olor.

—¿Qué es eso? ¿Por qué me causará dolor?

¿Creía que era tonto?

Danzo le dirigió una dulce sonrisa que envió un escalofrío a lo largo de toda su columna.

—Es necesario librar tu cuerpo de la criatura que llevas. No te preocupes, te daré plazo suficiente para sanar antes de hacerte cualquier demanda. Sin embargo, no quiero esperar demasiado tiempo. Es importante que lleves a mi hijo tan pronto como sea posible.

El terror golpeó su estómago. Las náuseas se elevaron, ondeando por su pecho hasta atragantarle y tuvo que alejarse. Sepultó la cara en la almohada.

—Lo siento—dijo en tono apagado—. No estuvo bien por mi parte, pero me encuentro enfermo en los momentos más inusuales desde que me di cuenta de la criatura que llevo.

—Es como son las cosas—ofreció Danzo generosamente—. Cuando lleves a mi hijo, no levantarás un dedo. Estarás muy bien atendido.

Hasta el parto.

Las palabras no fueron dichas, pero flotaban pesadas en el aire.

Sí, Minato no tenía ninguna duda de que sería tratado como un rey hasta el día en que diera a luz al heredero de Kumogakure.

Danzo tenía la intención de matar a su hijo, el hijo de Madara, y sustituirlo por su propia semilla. El sólo pensamiento le hizo tener arcadas de nuevo e inhaló fuertemente por la nariz para evitar vomitar por toda la cama.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora