Capítulo 32

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Minato lentamente se arrastró fuera de la cama y se dirigió directamente hacia el cubo donde vomitó lo poco que le quedaba en su estómago de la noche anterior.

Era un hecho bastante desagradable y había ocurrido con precisión cada mañana durante la última quincena. Sólo que no terminaba ahí.

Vomitaba inmediatamente después del desayuno, luego otra vez después de la comida y, por lo general, al menos una vez antes de acostarse.

Había escondido su condición a Madara durante el mayor tiempo posible, pero con tantos vómitos y la forma en que miraba la comida, como si estuviera siendo envenenado de nuevo, era inevitable que le descubriera.

Le diría hoy de sus sospechas.

No es que en realidad fueran sospechas, porque parecía obvio que estaba embarazado y los dioses eran testigos de que Madara había puesto suficiente empeño en ello cada noche.

El clan entero abrazaría la noticia con regocijo. Con su dote a punto de ser entregada en cualquier momento, la prosperidad finalmente visitaría la fortaleza. El nacimiento de un niño sellaría el control de los Uchiha sobre Kumogakure.

Minato saltaba de alegría ante la idea de contarle a Madara las buenas noticias.

Después de lavarse la boca y ponerse un kimono, Minato se encaminó a bajar las escaleras, donde se encontró con Shisui.

El doncel arqueó las cejas por la sorpresa de verlo, ya que, desde su envenenamiento, Madara se había asegurado de mantenerle custodiado, ya fuera por sus hermanos o por él mismo, a cada momento del día. Era un hecho al que se había resignado y que había aceptado de buen grado.

—Buenos días, mi señor—saludó Shisui alegremente.

—Buenos días, Shisui. Dime, ¿qué has hecho para provocar la ira de tu Lord?

Shisui parpadeó y le miró con confusión. Luego se echó a reír al darse cuenta de que estaba bromeando con él acerca de su deber.

—Nada mi señor, la verdad es que me ofrecí para la tarea de cuidarle hoy. Mi Lord y sus hermanos han ido a recibir a los Uzumaki.

Sus cejas se alzaron de nuevo. Cualquier mención sobre los Uzumaki había sido desechada después de su envenenamiento. Por consiguiente, él mismo, incluso se había olvidado de la cuestión de la alianza. Su partida no había sido en buenos términos, por lo que la idea de su regreso le provocaba mucha curiosidad.

—¿Dónde están? —preguntó.

—Descargando las provisiones de las carretas—dijo Shisui con una sonrisa.

Minato juntó las manos con deleite.

—¿Así que cumplieron con esa ridícula apuesta?

Shisui rodó los ojos.

—Por supuesto. Es, además, una ofrenda de paz. Los dos clanes deben suavizar cualquier sensación de rencor si vamos a aliarnos entre nosotros.

—Oh, eso es maravilloso. Seguramente esto nos proveerá durante los meses de invierno.

Shisui asintió.

—Y más allá, si la caza sigue teniendo éxito.

Y cuando su dote llegara, el clan tendría ropa de abrigo para el invierno, los niños tendrían zapatos y comerían en lugar de tener que preocuparse de dónde sacarían su siguiente comida.

Esta era una noticia muy bienvenida.

—¿Dónde podría encontrar a Madara?

—Debería escoltarle hasta él tan pronto se levantara.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora