Capítulo 34

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—Traigo malas noticias, mi Lord—dijo Shisui con voz sombría.

Madara alzó la vista con el entrecejo fruncido, molesto por su tono de voz, mientras Shisui se dirigía a grandes zancadas hacia él.

—¿Has traído al padre Bunpuku? —exigió Madara.

El tiempo era esencial. Había enviado a Shisui a buscar al sacerdote para que pudiera dar testimonio de su matrimonio con Minato. Sólo esperaba su llegada antes de partir hacia la corte.

—Está muerto—susurró Shisui.

—¿Muerto?

—Asesinado.

Madara maldijo entre dientes.

—¿Cuándo?

—Hace dos días. Viajaba entre la tierra de los Hatake y los Uzumaki hacia el sur, cuando fue atacado por ladrones. Dejaron el cuerpo en medio del camino y fue descubierto por soldados Lord Kurama al día siguiente.

Madara cerró los ojos.

—¿Ladrones? No lo creo.

Los sacerdotes no tenían nada que robar. Un ladrón no se habría molestado. Era más probable que Danzo hubiera planeado el asesinato del padre Bunpuku para evitar que diera su testimonio ante el rey.

La carta que sostenía Madara era la prueba de que Minato era el sobrino de Tobirama y, seguramente, él escucharía su recuento de los hechos.

Los donceles eran tan poco escuchados en tales asuntos como las mujeres, pero Madara no podía imaginar al rey haciendo caso omiso de la palabra de su propia sangre.

—Alisten a los caballos y a los hombres—Madara ordenó a sus hermanos—. Iré a decirle a Minato que nos marchamos ya.

Dos horas más tarde, con la llegada de los guerreros Uzumaki y Hatake para fortalecer el castillo Uchiha, Madara y sus hombres se pusieron en marcha.

Minato montó delante de su marido. Llevaban una litera en caso de que se cansara del caballo, pero hasta que el momento llegara, Madara le quería lo más cerca posible de él.

Los miembros del clan se reunieron para despedirlos con la preocupación profundamente marcada en sus rostros. La despedida fue sombría y tensa, rezando por el regreso seguro de su Lord y su señor.

No viajaron tan rápidamente como Madara podría haber hecho en otras circunstancias. Se detuvieron para pasar la noche antes del ocaso, establecieron tiendas de campaña y encendieron varias hogueras rodeando todo el perímetro.

Madara colocó guardias por turnos alrededor todo el campamento, así como fuera de la tienda que compartía con Minato.

El doncel no dormía y tampoco comía bien. Su nerviosismo aumentaba según se acercaban al castillo, así como se hacían más profundas las sombras que tenía debajo de sus ojos.

Los hombres de Madara estaban tan tensos y silenciosos que parecía que estuvieran preparándose mentalmente para la guerra.

Madara no podía negar que, efectivamente, podrían ir a la guerra. No sólo contra Danzo, sino contra la corona. Tal acción los marcaría como traidores el resto de sus días. La vida no había sido fácil para los Uchiha estos últimos ocho años, pero sólo empeoraría una vez que pusieran precio a sus cabezas.

En el quinto día de su viaje, Madara envió a Tobi por delante para anunciar su inminente llegada, también para averiguar si Danzo ya había comparecido y cuál era el estado de ánimo que se respiraba en la corte.

Hicieron una pausa en su trayecto y Madara persuadió a Minato para que comiera mientras esperaban el retorno de Tobi.

—No quiero que te preocupes—le murmuró.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora