Capítulo 7

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Minato pasó la tarde estudiando las defensas del torreón en busca de una posible ruta de escape. Lord Madara no le había dado ninguna otra opción en el asunto. Mientras mantenía los ojos bien abiertos a lo que sucedía a su alrededor, también examinaba la cuestión de exactamente a dónde viajaría.

Danzo registraría los otros templos. Era una opción demasiado obvia para tomarla. La gente de su madre provenía de las islas de la zona occidental, pero su madre se había marchado de su clan incluso antes de haberse convertido en la esposa del rey.

Y la verdad, no podía contar con ellos sin dar a conocer su propiedad sobre Kumogakure. Se vería casad o con el primer hombre que tuviera conocimiento de su herencia. Necesitaba tiempo. Tiempo para considerar el mejor camino a seguir. La Suma Sacerdotisa Shion había estado trabajando con él para formar una lista de posibles candidatos para el matrimonio. Minato no había querido un guerrero, pero había reconocido la necesidad de contar con uno como su marido. Desde el momento en que reclamara su herencia, su esposo tendría que pasar el resto de su vida defendiéndola de hombres codiciosos y hambrientos de poder.

¿No era esa la manera de ser del mundo, sin embargo? Sólo los fuertes sobrevivían y los débiles perecían.

Arrugó el ceño. No, eso no era cierto. Los dioses protegían a los débiles. Quizás por eso existían los guerreros, así podrían defender a las mujeres, los donceles y los niños. Lo que significaba que Danzo Shimura sólo podía ser el mal.

Con un suspiro, plantó las manos en la tierra calentada por el sol, con la intención de pulsarse a sí mismo para ponerse de pie y así poder volver a su habitación con el fin de trazar mejor su fuga. Antes de que se levantara totalmente, vio a Izuna corriendo por la colina, agitando la mano hacia él.

Minato se dejó caer de nuevo al suelo y esperó a que Izuna llegara. Con su rostro abierto en una amplia sonrisa, se dejó caer en la tierra a su lado.

—¿Cómo te sientes hoy? —le preguntó cortésmente.

—Me siento mucho mejor. He estado moviéndome para olvidar el dolor.

Izuna se acurrucó a su lado.

—Me alegro. ¿Hablaste con papá?

Minato suspiró.

—Lo hice.

Izuna le sonrió.

—Te dije que él se encargaría de todo.

—En efecto, lo hiciste—murmuró.

—¿Entonces te quedarás?

La expresión esperanzada en su rostro hizo a su corazón derretirse. Envolvió su brazo alrededor de él y lo apretó firmemente.

—No puedo quedarme, Izuna. Tienes que entenderlo. Hay hombres, además de Danzo Shimura, que me secuestrarían si supieran quién soy yo.

La cara de Izuna se arrugó hasta que su nariz se crispó.

—¿Por qué?

—Es complicado—farfulló Minato—. Desearía que fuera diferente, pero la Suma Sacerdotisa Shion siempre me dijo que tenemos que hacer lo mejor con lo que tenemos.

—¿Cuándo vas a marcharte y a dónde te irás? ¿Te veré otra vez?

Aquí tendría que andarse con cuidado. No podía tener a Izuna corriendo hacia su padre con las noticias de su partida. Ahora que había tomado la decisión de marcharse solo, no quería que Lord Madara interfiriera con su demanda de confiar en él. Casi resopló ante esa idea. Madara podría ser capaz de ordenar que su clan confiara en su Lord y estaba seguro de que lo hacían, pero un doncel en su posición no podía permitirse el lujo de confiar en nadie.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora