Capítulo 21

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Cuando Minato despertó, el dolor en su cabeza eclipsaba el malestar en su costado. Se lamió los labios agrietados, pero no fue suficiente para librarse del gusto horrible en su boca.

¿Qué demonios había hecho Madara con él? Lo único que recordaba era que le había ordenado beber un poco de un líquido tan fuerte que le daban arcadas y tener que tragárselo. Incluso el recuerdo de ello, hizo que su estómago se tambaleara precariamente.

Se dio la vuelta, poniendo a prueba la sensibilidad en su costado, pero se topó con un cuerpo cálido y acogedor. Sonrió, enroscó su brazo alrededor de Izuna y lo abrazó firmemente.

El pequeño abrió los ojos y se acurrucó más cerca de su pecho.

—Estás bien mamá, ¿verdad?

—Sí, cariño, estoy perfectamente bien. Apenas siento un pinchazo. Fue sólo un pequeño corte.

—Estaba muy asustado.

Su voz vaciló y el corazón de Minato se oprimió por la incertidumbre en su voz.

—Lamento que hayas tenido miedo.

—¿Te duele? Sarada me dijo que papá tuvo que coserte. Yo diría que eso debió dolerte mucho.

—Sí, lo hizo, pero no demasiado. Tu padre tuvo una buena y firme mano, fue rápido al respecto.

—Papá es el mejor—dijo Izuna, con toda la confianza que un niño tiene en su padre—. Yo sabía que cuidaría de ti.

Minato sonrió y besó la parte superior de su cabeza.

—Tengo necesidad de salir de esta cama. He permanecido aquí tanto tiempo que mis músculos están rígidos y doloridos. ¿Te gustaría ayudarme?

Izuna salió corriendo del lecho y luego hizo un gran espectáculo asistiendo a Minato a ponerse de pie.

—Deberías ir a tu habitación y cambiarte. Nos encontraremos abajo en las escaleras. Tal vez Uruchi tenga algo de comida para nosotros dos.

Izuna le dedicó una enorme sonrisa y luego echó a correr, cerrando la puerta detrás de sí.

Minato se estiró tan pronto como se fue e hizo un mohín. Realmente no estaba mal. No había dicho una mentira. Sólo sentía una punzada o dos cuando hacía un mal movimiento. Sin duda, no era suficiente para permanecer en la cama.

Se dio la vuelta para sacar un kimono de su armario, cuando un destello de color llamó su atención. Su mirada se centró en la pequeña mesa situada cerca de la ventana. Encima de ella había una pila de tela cuidadosamente doblada.

Era su kimono de bodas.

Olvidando todo acerca de su lesión, se apresuró y palpó con sus dedos la suave tela. Entonces lo alzó y dejó que el kimono se desplegase.

¿Cómo? ¡Estaba como nuevo! No había nada que pudiera demostrar que le tela había tenido un gran desgarro.

Abrazó el material hasta la barbilla y cerró los ojos con deleite. Era una tontería estar tan emocionado por un kimono, pero un doncel sólo se casaba una vez, ¿verdad?

Frunció el ceño. Así era, la mayoría de las veces. No pensaría en cuestiones tales como Madara muriendo y dejándole viudo.

Acarició el traje por última vez, disfrutando de su suavidad mientras se deslizaba sobre sus manos. Luego lo guardó cuidadosamente, así lo mantendría hasta la próxima vez que tuviera ocasión de usarlo.

Impaciente por dejar su habitación, fue a ponerse su ropa, sus gestos eran torpes mientras trataba de arreglarse con tan pocos movimientos en su lado izquierdo como fuera posible.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora