Fiel a su palabra, Madara no se detuvo más que unos pocos minutos hasta que estuvieron justo delante de la frontera de las tierras de los Uchiha. Se abrieron paso entre las sombras de la noche a un ritmo inhumano.
Minato cabalgó con él y, cuando no estaba durmiendo, Madara le daba comida del saco de arpillera que traía atado a su silla de montar. Sus hombres parecía que se iban a desplomar del cansancio, pero nadie manifestó ni una sola queja. El viaje fue inquietantemente silencioso, Sasuke no ofreció conversación e Itachi tampoco. Estaban demasiado enfocados asegurándose de no ser perseguidos.
—Madara, necesito parar—le susurró el doncel.
—¿Puedes esperar unos pocos minutos más? —le preguntó—. Estaremos en nuestras tierras enseguida.
Minato hizo un mohín.
—Me temo que no. El bebé hace que me sea difícil contenerme.
La sonrisa de Madara fue fugaz mientras llamaba a un alto. Bajó al doncel cuidadosamente de la silla y éste prácticamente cayó desplomado. Shisui estaba allí para atraparle y casi lloró de gratitud cuando el guerrero le ofreció una reconfortante sonrisa.
Para su completa estupefacción, Minato echó los brazos alrededor de él y lo abrazó con fuerza. Shisui subió las manos y balbuceó mientras intentaba preguntarle el porqué del abrazo.
—Gracias—susurró. Se apartó y le sonrió.
—¿Por qué, Minato? —le preguntó confundido.
—Por venir a por mí.
Se volvió entonces y fue en busca de un área privada para hacer sus necesidades.
Madara sonrió y miró cómo su fierecilla se escondía detrás de un árbol a lo lejos. Había sorprendido a Shisui con su gratitud. Si tuviera que adivinar, sospechaba que todos sus hombres junto con sus hermanos serían los destinatarios de su afecto antes de que esto hubiera acabado.
Algunos minutos después, Minato volvió y Madara absorbió la visión de su fierecilla posando su mano protectoramente sobre su pequeño y redondeado vientre.
Le asombró lo aliviado que se sentía de tenerle en su casa, o casi. Había empujado a sus hombres insistentemente, temeroso de que Danzo los persiguiera y que Minato quedara atrapado en medio de la batalla. Necesitaba que estuviera seguro. Quería que estuviera lejos del inevitable derramamiento de sangre entre él y Danzo. Los días de ese bastardo estaban contados y no importaba que para ello tuviera que desafiar al mismísimo rey, vengaría a su esposo.
Mientras se inclinaba para levantar a Minato hacia la silla, se dio cuenta de que ya no buscaba venganza por el agravio hecho a su padre y a su clan. Reclamaba venganza para un hermoso doncel, una fierecilla que tenía más dolor en sus azules ojos de lo que él nunca hubiera querido ver en su vida.
—Ya casi estamos en casa—le susurró al oído.
Minato se volvió y lo miró con tristeza y súplica en sus ojos.
—Tan pronto como crucemos las tierras de los Uchiha, ¿puedes enviar a los demás por delante? Tengo que hablar contigo, Madara. Es importante que lo haga antes de llegar al torreón. Una vez que lleguemos al patio, nos veremos lanzados de un lado a otro. Tenemos que resolver esto antes de llegar.
Madara tocó su cara y trató de suavizar las líneas de preocupación de su frente.
¿Qué demonios le tenía tan afligido?
El terror se apoderó de su corazón ante la profundidad de la tristeza en su mirada. Esperaba tener la fortaleza para soportar el relato de todo aquello.
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Enamorado de un Uchiha
RandomMadara Uchiha, el mayor de los hermanos Uchiha, es un guerrero decidido a vencer a su enemigo. Ahora, sus hombres están listos y preparados para recuperar lo que es suyo, hasta que un seductor doncel rubio y de ojos azules es arrojado sobr...