Capítulo 5

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Madara miró al doncel delante de él, era lo único que podía hacer para no agitarle hasta dejarle sin sentido. El rubio poseía audacia, tenía que reconocerlo. No sabía qué se traía entre manos con su hijo, pero pronto iba a llegar al fondo de aquel asunto.

Incluso Itachi parecía estar bajo su hechizo y, mientras que podía entenderlo porque, por Kami, ese doncel era hermoso, le molestaba que su hermano tratara de defenderle contra él.

El doncel levantó su barbilla en desafío y la luz atrapó sus ojos. Azules. No sólo azules, sino un matiz brillante que le recordaba el cielo en primavera, justo antes de que llegara el verano.

Tenía el pelo desaliñado, pero los mechones caían hipnóticamente por su frente y cuello, la cintura podría abarcarla con sus manos. Sí, estas encajarían muy bien en la curva entre sus caderas.

Era hermoso y era una molestia.
Además estaba adolorido, no lo había fingido.

Sus ojos se cerraron y él pudo conseguir una mejor visión de las sombras que los rodeaban. Estaba tratando valientemente de ocultar su incomodidad, pero esta irradiaba de él en perceptibles olas.

Su interrogatorio tendría que esperar.

Madara levantó la mano e hizo un gesto hacia una de las mujeres que se reunían en el perímetro.

—Atiende sus necesidades—ordenó—. Que tome un baño. Ordena que Uruchi le prepare un plato de comida. Y por el amor de los dioses, dale algo de ropa que no tenga los colores de Danzo.

Una de las mujeres y un doncel Uchiha se adelantaron y cada uno tomó un brazo del doncel que seguía apoyada en Itachi.

—Tengan cuidado—advirtió Itachi—. Sus heridas todavía son dolorosas.

Ambos retiraron sus manos y en su lugar le hicieron un gesto para que les precediera hacia el torreón. El rubio doncel miraba nerviosamente alrededor y estaba claro que no tenía ganas de entrar. Metió su labio inferior entre los dientes hasta que el propio Madara estaba seguro de que se sacaría sangre si no se detenía.

Madara suspiró.

—No voy a pedir tu muerte, fierecilla. Pediste un baño y comida. ¿Estás cuestionando mi hospitalidad ahora?

El doncel frunció el ceño y sus ojos se estrecharon cuando lo miró fijamente.

—Le pedí un caballo y alimentos. No tengo ninguna necesidad de su hospitalidad. Preferiría estar en mi camino tan pronto como sea posible.

—No tengo ningún caballo de sobra y, además, no vas a ninguna parte hasta que haya aclarado todo este asunto. Si no deseas un baño, estoy seguro de que esos dos estarían encantados de mostrarte la cocina para que puedas comer.

Terminó con un encogimiento de hombros, como haciendo una señal de "no me importa si te bañas o no". Esa había sido idea de Itachi, pero ¿no todos los donceles saltaban a la oportunidad de revolcarse en una tina de agua caliente?

Minato frunció los labios como si fuera a discutir pero, evidentemente, decidió que callar era una idea mejor.

—Me gustaría un baño.

Madara asintió con la cabeza.

—Entonces te sugiero que sigas a esos dos arriba antes de que cambie de opinión.

Se dio la vuelta murmurando algo entre dientes que Minato no entendió. Sus ojos se estrecharon. Al doncel le gustaba llevarle la contraria tratando de hacerlo perder la paciencia.

Miró a su alrededor para ver a su único hijo corriendo detrás de ese rubio hacia el torreón.

—¡Izuna!—gritó.

Enamorado de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora